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Alejandro Magno


Enviado por   •  26 de Septiembre de 2013  •  1.835 Palabras (8 Páginas)  •  239 Visitas

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ALEJANDRO MAGNO

La conquista del Imperio persa por parte de Alejandro fue mucho más que un simple episodio bélico entre griegos y persas. Ya fuera por la magnitud de la empresa, ya por su éxito, el mundo antiguo no volvió a ser igual después de esos diez años de campañas ininterrumpidas de los macedonios y sus aliados por Oriente. Las razones de Alejandro para llevar a cabo una campaña de tal envergadura y dificultad nos son desconocidas. Él mismo arguyó su deseo de vengar las invasiones persas de más de un siglo antes, aunque no hay duda de que, en parte, existía la voluntad de unir las heterogéneas ciudades-estado griegas, antes enfrentadas a Macedonia y entonces bajo su dominio, en una empresa común que aunase esfuerzos y evitase disidencias. Se trataría de buscar un enemigo exterior para evitar que se acabase pensando que el verdadero enemigo era la monarquía macedonia.

Con un ejército compuesto por unos cuarenta mil hombres y el firme propósito de liberar las ciudades griegas sometidas por los persas, Alejandro atravesó el Helesponto en la primavera de 334 a.C., iniciando su marcha contra el Imperio persa y dejando su reino en manos de Antípatro. Precisamente la composición de su ejército, unida a su indiscutible talento como estratega y a la hábil elección de hombres capacitados y de confianza como generales, constituyó la clave de sus victorias.

Ya en la configuración de su primer ejército se reunía un conjunto equilibrado de efectivos con armas diferentes. Este conjunto lo constituían la infantería pesada, integrada por contingentes griegos enviados por la Liga de Corinto y por mercenarios; la falange macedonia de armamento pesado, con la característica sarissa (lanza de unos cinco metros de longitud); la infantería ligera, compuesta por macedonios, tracios y peonios dotados de jabalina; el cuerpo de arqueros cretenses; y, ocupando una posición relevante, la caballería pesada macedonia, principal cuerpo de choque de su ejército, apoyados por la caballería ligera de tesalios y tracios.

Cuando arribó a tierras asiáticas, Alejandro inauguró una serie de acciones rebosantes de carga simbólica e ideológica, como su visita a la tumba del mítico Aquiles en Troya. Casi de inmediato se enfrentó a las tropas persas, que eran superiores en número, junto al río Gránico, obteniendo una rotunda victoria y enviando a Atenas trescientas armaduras de los vencidos como ofrenda a la diosa Atenea.

Esta primera victoria no sólo asestaba un duro golpe al Imperio persa, sino que validaba el poder y las fuerzas de Alejandro y consolidaba su posición frente a los griegos. Nada podía detener ya su avance hacia las ciudades griegas de la costa de Asia Menor, que se concretó en la toma de Sardes y Éfeso, y en una fácil neutralización de la resistencia ofrecida por Mileto y Halicarnaso, animada por el rodio Memnón, aliado de los persas. Ante estas ciudades se presentó como libertador, instaurando sistemas pretendidamente democráticos, si bien bajo su control.

En su marcha hacia el interior, por Licia y Panfilia, llegó a Gordión en Frigia, donde se hallaba el célebre nudo que, según la leyenda, otorgaría el dominio de Asia a aquel que fuera capaz de deshacerlo. Alejandro lo resolvió cortándolo con un golpe de espada, incorporando otro acto repleto de simbolismo a sus acciones de confirmación y alarde de su poder y de legitimación de sus ambiciones. A través de Capadocia dirigió su ejército hacia Siria, alcanzando en la región de Cilicia la ciudad de Tarso, donde se vio retenido por una grave enfermedad. Pero apenas se hubo restablecido continuó con la conquista de las ciudades próximas, como Solos y Malos.

Siria, Palestina y Egipto

Encaminándose hacia el norte de Siria, en el otoño del año 333 a.C. llegó a enfrentarse con el propio rey aqueménida, Darío III, en Issos. En esta batalla infligió una nueva derrota a las tropas persas, obligando al gran rey a retirarse más allá del Éufrates y quedando a su merced el campamento en el que se encontraba la familia real: la esposa, los hijos y la madre de Darío.

Las conquistas de Alejandro Magno

Comenzó así una nueva etapa en la que consolidó su control en Asia Menor (en cuyas costas sucumbieron los últimos focos de resistencia persa), mientras las islas del Egeo eran liberadas por la flota macedonia, y abrió nuevas posibilidades de conquista en la región siriopalestina, cerrando las salidas al mar del Imperio persa. Al mismo tiempo lograba acallar las voces de determinados sectores griegos que aún se alzaban en su contra.

Las ciudades fenicias de la costa, desde Arados a Sidón, se entregaron sin presentar oposición alguna ante el irrefrenable avance del macedonio. Simultáneamente, Alejandro rehusaba las ventajosas propuestas de Darío III, que le ofrecía los territorios asiáticos al otro lado del Éufrates, así como una de sus hijas en matrimonio y diez mil talentos, a cambio de la paz y de la liberación de su familia (cuyos integrantes sí que restituyó al rey persa). Empeñado en su campaña de conquista, llegó ante las puertas de la ciudad de Tiro, cuya larga resistencia se reveló inútil, siendo castigada su población de forma ejemplar, al igual que la de Gaza. En el invierno del año 332 a.C. había culminado ya la conquista de Palestina y se dirigía hacia Egipto.

Ante la población egipcia, Alejandro se convirtió en el auténtico artífice de su liberación del yugo aqueménida; por ello, al alcanzar el delta del Nilo, no encontró demasiadas dificultades para vencer al sátrapa persa, aislado y sin el apoyo del pueblo egipcio. A su llegada a Menfis fue

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