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Aregentina

sofiuuu9 de Noviembre de 2013

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El Virreinato del Rio de la Plata

En 1776, el rey español Carlos III decidió la creación provisoria del Virreinato del Río de la Plata para asegurar un control más eficaz de sus dominios americanos. Hasta entonces, Buenos Aires y el interior dependían del Virreinato del Perú, que tenía su capital en Lima. La enorme distancia que separaba al Río de la Plata de la cabecera virreinal había despertado la codicia de ingleses y portugueses, quienes lucraban con el contrabando hacia Buenos Aires y la zona del Litoral, perjudicando a las arcas reales.

Carlos III buscó incrementar las recaudaciones y fomentar el comercio

El virreinato del Río de la Plata se hizo definitivo en 1778, y cuatro años más tarde se creó el régimen de Intendencias, que tornó aún más efectiva la supervisión estatal, a la vez que hizo disminuir la importancia de los cabildos.

El Río de la Plata quedó dividido en ocho intendencias (tres en el actual territorio argentino) y una serie de gobernaciones militares. Asimismo, se crearon nuevos cuerpos administrativos como la Audiencia de Buenos Aires (para la justicia) y el Consulado (para el comercio).

La creación del virreinato modificó radicalmente la vida de Buenos Aires y, en menor medida, la de las provincias del interior. La flamante capital aumentó su población en forma progresiva, creció el número de sus viviendas (antes con techos de paja, ahora de tejas) y la intensa actividad mercantil elevó el nivel de ingresos de sus habitantes. Los sucesivos virreyes, por su parte, fueron introduciendo mejoras públicas como el alumbrado público y el empedrado de algunas calles.

Desde el punto de vista cultural, se crearon el Real Colegio de San Carlos, el Protomedicato (institución donde se formaban los médicos), el Teatro de la Ranchería y se instaló la imprenta que tenían los jesuitas en Córdoba. Esto permitió la edición de libros y periódicos que aumentaron el nivel educativo de los habitantes.

En la sociedad apareció un nuevo sector, el de la burocracia, cuyo número de funcionarios aumentó a raíz de la creación de las nuevas instituciones administrativas. Los funcionarios y los comerciantes _que se dedicaban a la importación y exportación_, ocupaban el primer rango dentro de la escala social. En su mayor parte eran españoles, pero en los últimos tiempos del virreinato también habían criollos (nacidos en América). El abanico social se completaba con los esclavos negros, que habían sido traidos de África y se dedicaban, en general, a tareas domésticas; los gauchos (producto del mestizaje entre españoles e indios) que habitaban la campaña, y una reducida proporción de indios.

La Iglesia, pese a la expulsión de los jesuitas y al sistema de patronato (estaba sometida al control virreinal) siguió siendo muy importante y, prácticamente, regía la vida civil.

El rey español Carlos III creó el Virreinato del Río de la Plata el 1¯ de agosto de 1776 para defender a sus colonias del contrabando y las incursiones extranjeras

El rey Carlos III de España, considerado

un gran reformador.

Sus nuevas disposicio-

nes comerciales favo-recieron el desarrollo

de Buenos Aires.

Desde su fundación en 1580, Buenos Aires había vivido a la sombra del vastísimo Virreinato del Perú. Todo lo que se hacía en la ciudad rioplatense debía ser aprobado antes por Lima, su capital. Pero desde que pasó a ser cabeza de un nuevo Virreinato ya no hizo falta viajar miles de kilómetros en carretas y a lomo de mula para recurrir a la Justicia o tratar de obtener algún permiso comercial.

Depender del Perú era muy caro. Las mercaderías salían de España en barco e iban a parar a Panamá. Se descargaban y se transportaban hasta la otra orilla, sobre el Océano Atlántico, donde se embarcaban otra vez con destino a Lima. Desde allí se enviaban en mula a Buenos Aires. Después de meses, por fin, llegaban al Río de la Plata costando diez o veinte veces más...

Los habitantes de Buenos Aires no se resignaban a ser cola de león y habían recurrido al contrabando como forma de subsistencia. Barcos ingleses, franceses, holandeses y portugueses atracaban en sus orillas trayendo mercaderías a menos de la mitad de precio de las que llegaban de Lima.

Cuando el contrabando alcanzó en Buenos Aires grandes proporciones, los comerciantes de Lima se quejaron al virrey y este trasladó las quejas a la Corona. El rey no sólo empezó a preocuparse por esas demandas sino también por los frecuentes choques militares que ocurrían en el Río de la PLata con los portugueses, quienes estaban instalados en Brasil y pretendían apoderarse de la ciudad de Colonia del Sacramento (en el actual Uruguay) y competir con Buenos Aires.

Don Pedro de Cevallos

Carlos III envió a un militar, Don Pedro de Cevallos, para resolver la situación. Cevallos desalojó a los portugueses y fue nombrado primer virrey del Río de la Plata

Las Intendencias

El Virreinato del Río de la Plata abarcaba los actuales territorios de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y partes menores que hoy pertenecen a Brasil y Chile. Si bien con su creación se había conseguido achicar el enorme Virreinato del Perú, la inmensidad seguía siendo un problema. Por eso, la corona española tomó rápidamente una nueva medida: en 1782 dictó una Real Ordenanza dividiendo al flamante virreinato en Intendencias.

Escudo de armas de Cevallos

Las tropas Cevallos, primer virrey del Río de la Plata, combatieron con los portugueses en Colonia del Sacramento (actual Uruguay) y restablecieron el dominio español en esta ciudad.

El actual territorio argentino quedó dividido en tres intendencias y una provincia subordinada, Misiones. Las intendencias fueron la de Buenos Aires, que comprendía la provincia de Buenos Aires, el litoral y toda la Patagonia; la de Córdoba del Tucumán, con jurisdicción sobre las actuales provincias de Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan y La Rioja, y la Intendencia de Salta del Tucumán que abarcaba a Santiago del Estero, Tucumán, Catamarca, Salta y Jujuy. Al frente de cada Intendencia había un Gobernador Intendente. En el caso de Buenos Aires, se hizo cargo el propio virrey.

Las otras intendencias virreinales fueron las de Paraguay, La Paz, Cochabamba, Charcas y Potosí; a las que se sumaron las provincias subordinadas de Moxos y Chiquitos (en la actual Bolivia) y Montevideo (Uruguay, por entonces conocido como la Banda Oriental).

El carro del aguatero

Los Gobernadores Intendentes eran nombrados directamente por el rey y duraban cinco años en su cargo. El Cabildo, que hasta entonces funcionaba como la autoridad más importante de las ciudades, perdió poder. ¿Qué hacían los Intendentes?: un poco de todo. Podían actuar como jueces en causas civiles y criminales, percibían los impuestos y contabilizaban los ingresos públicos, se encargaban de la seguridad pública y de la limpieza de las ciudades, y además albergaban y mantenían a las tropas militares. El mando y la decisión de la guerra, no obstante, seguía siendo privativo de los virreyes.

El puerto

El genial Napoleón Bonaparte

La pericia militar y la inteligencia política del Napoléon Bonaparte lo erigieron primero en cónsul y luego en emperador de los franceses. Su guerra a muerte con Inglaterra trajo consecuencias en el Río de la Plata.

El puerto de Buenos Aires estaba muy lejos de ser lo que es ahora. Con poca profundidad y asentado sobre un terreno muy barroso, los barcos debían anclar a cientos de metros de la costa. Hasta allí iban las carretas para descargar las mercancías y traerlas a tierra firme. Pese a su precariedad, el puerto rioplatense fue incrementando su actividad a punto tal de preocupar no sólo al comercio de Lima sino también a la economía de los pueblos del Interior debido a la competencia que le hacían los productos importados.

España obligaba a sus colonias a comerciar en forma exclusiva con la madre patria: ese sistema económico se conoce como monopolio y su aplicación ahogaba toda posibilidad de progreso. En 1778 Carlos III moderó esa situación al habilitar 33 puertos en América y España para el intercambio y suprimir algunos impuestos. En 1795, la Corona autorizó el comercio con las colonias extranjeras.

Pese a las nuevas medidas, los comerciantes porteños, en especial los criollos que eran los menos favorecidos, pretendían algo más: el libre comercio.

Un mundo convulsionado

Mientras Buenos Aires se iba acomodando a su nueva situación de capital de un flamante virreinato, Europa entraba en ebullición: en 1789, con la toma de la Bastilla, Francia inauguraba su revolución. Al grito de ¡Libertad!, ¡Igualdad! y ¡Fraternidad!, el pueblo francés abolió los títulos de nobleza y declaró a todos los hombres iguales y con los mismos derechos. Lamentablemente, muy pronto se produjeron excesos: le cortaron la cabeza al rey Luis XVI y a su esposa, María Antonieta. Muchos nobles

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