Aristoteles

momento cumbre en las artes escénicas, sobre todo en el cine y el teatro, y después en la televisión. Esto sumado a la presencia española que ya existía en México según señala don Rafael Segovia en su artículo “La difícil socialización del exilio” (Foro Internacional, 200 (2010), pp. 385-392), presencia que en las artes escénicas de nuestro país podemos ubicar con actrices como Prudencia Griffel y María Conesa, la primera de las cuales vino a México como parte de una carrera exitosa que ya tenía en su país, sobre todo en el teatro clásico. Famosas las dos por su participación en el espectáculo “Las tres gracias”, en que compartieron créditos con la tabasqueña Esperanza Iris. Además de porque, en 1958 y 1959, Griffel filmó “Las señoritas Vivanco” y “El proceso de las señoritas Vivanco” al lado de Sara García, haciendo una pareja cómica de abuelitas. Por otro lado, María Conesa, la “Gatita Blanca”, ha quedado en la memoria colectiva como la femme fatale que cautivó con su belleza la década revolucionaria y la posterior —y, sobre todo, a los revolucionarios. Es en ella que está inspirado el protagónico femenino —mal hecho— que Alfonso Arau otorgó a Lucero Hogaza en la cinta “Zapata, el sueño del héroe” (2004).Es innegable que los escenarios mexicanos prosperaron con la llegada de los actores y actrices exiliados. La lista es interminable, y la calidad del trabajo actoral que aportaron es enorme. Cuando el cine mexicano empezaba a despuntar llegaron a él histriones como Germán Robles, Ofelia Guilmáin, Magda Donato, Emilia Guiú, María Rivas, Aurora Molina y Alicia “Pipa” Rodríguez, por sólo mencionar algunos.

...