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Gaira


Enviado por   •  26 de Mayo de 2015  •  Informes  •  386 Palabras (2 Páginas)  •  100 Visitas

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Se nos ha dicho que hemos celebrado los doscientos años de nuestra Independencia, tal como si su evocación dependiera exclusivamente del alumbramiento de los fuegos artificiales en nuestros parques nacionales. Desde su tránsito heroico hasta nuestros días apenas si evocamos el 20 de julio, el episodio del Florero de Llorente y, si acaso, la batalla del Puente de Boyacá.

Lo demás ni siquiera ha trascendido de la leyenda de la historia, y apenas si se vislumbra en el tremolar del tricolor nacional en los edificios oficiales.

Pero lo cierto es que la Independencia no se vino sola, ni tampoco en un solo día, ni estalló como un fenómeno de la naturaleza para envolverse luego en las notas de nuestro himno nacional.

Todo ello está precedido por un lento proceso histórico, de cuya gestación se ha venido destacando cuanto proviene del predicado ideológico de sus próceres, el legado histórico que se acuna en Los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Revolución Francesa o del epicentro de la insurgencia

estadounidense.

Poco, muy poco dice, se rememora o se mantiene en la memoria desde cuando en los albores de la Conquista o de la propia expansión del imperio, se fue gestando silenciosamente en la resistencia indígena a la invasión española, o en la enardecedora insurgencia de los esclavos negros cimarrones que huían de los palenques, que en Cartagena impusieron su propio albedrío más allá de la prepotencia arrolladora de España.

Ni lo uno ni lo otro se les cuenta hoy a los colombianos, tal vez por las incertidumbres del presente y el temor a las reivindicaciones del futuro. No obstante, lo cierto es que la historia siempre se adelanta al presente y nos conduce hacia el más allá.

Cuanto entonces aconteció estaba escrito ya. Pero no en una sola forma, ni en un solo contenido, ni en una sola expresión del pensamiento humano, y aún hoy es un objetivo no alcanzado plenamente.

Valgan, así, dos o tres ejemplos no más. Ya en 1521 Los Comuneros de Castilla habían enfrentado al poder feudal de la época. A su turno, el Conde de Aranda entreabría cambios fundamentales al régimen colonial y el monje salmantino Francisco de Vitoria desgarraba sus vestiduras religiosas ante el asesinato de Atahualpa por Pizarro, sin que nosotros tengamos por qué olvidar las Leyes de Indias, pese a que “se obedezcan, pero no se cumplan…”

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