HOMININIZACION
gabyval11 de Agosto de 2013
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Hilario Topete Lara
Hominización, humanización, cultura
Contribuciones desde Coatepec, núm. 15, julio-diciembre, 2008, pp. 127-155,
Universidad Autónoma del Estado de México
México
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Contribuciones desde Coatepec • NÚMERO 15, JULIO-DICIEMBRE 2008 127
HILARIO TOPETE LARA • HOMINIZACIÓN, HUMANIZACIÓN, CULTURA
• PÁGINAS 127-155
Hominización,
humanización, cultura
Hominization, humanization, culture
HILARIO TOPETE LARA1
Resumen: El presente ensayo en torno de la evolución humana discute la diferencia entre
hominización y humanización. También la articulación entre ambos procesos. Se apoya, para
lograrlo, en estudios de genética, paleoantropología, antropología sociocultural, arqueología y
otras ciencias, reelaborados transdisciplinarmente. El resultado es tanto una crítica contra viejos
mitos como una propuesta novedosa de entender la evolución humana.
Palabras clave: Evolución humana, hominización, humanización,
Abstract: The present essay is about the difference between the evolution of mankind and the
process of becoming human, as well as the joints of both procesess. Some of the most recent
evidence gathered on the fields of genetics, paleoanthropology, sociocultural anthropology,
archeology and other sciences are considered and confronted with each other. The result is a
critical book review of old miths as well as a new perspective to analyse human evolution.
Keywords: hominization, humanization, paleoanthropology, book review, social anthropology,
archeology, confront.
Mea culpa: cultura y evolución
Los antropólogos (sociales o culturales) tenemos —y reproducimos, como
punto de partida— entre otros axiomas, la idea de que el hombre es un
animal sociocultural, de la misma manera que los psicólogos lo conciben
como una unidad biopsicosocial y los biólogos lo contemplan desde su soma y de
su fisis. Cuestión de enfoques y de sendos firmes propósitos por fortalecer su
propia disciplina y potenciar sus respectivos métodos, teorías, categorías e
1 Escuela Nacional de Antropología e Historia. Correo electrónico: topetelarah@yahoo.com
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indagaciones. Y al decir esto no creo poseer autoridad académica y científica
alguna para asentar que alguna de ellas, o cualquiera otra, posea más o menos
cientificidad, más o menos objetividad, más o menos potencial para explicar lo
que Teyllard de Chardin (1974) llamó El fenómeno humano; simplemente apunto
—sin precisar— hacia algunas distancias que la hiperespecialización científica se
ha encargado de ahondar. Sin embargo, en lo particular, prefiero pensar al Zoo
humano (Morris, 1976) en su unidad a la manera en que la piensan los psicólogos,
pero aderezado con algo más: entenderlo también desde su complejidad social y
cultural (a la vez, deseo insistir: al antropólogo social, nada de lo humano debería
serle ajeno, por ello, el presente es un ensayo de antropología, sin los calificativos
“social” ni “cultural”). Efectivamente, advierto: no se espere una apología de la
cultura o de la genética o de la fisiogeografía (aisladas) sobre el proceso de
hominización, sino un ejercicio transdisciplinar que gira en torno del papel de la
cultura en el proceso de hominización/humanización.
Sobre la base de lo anterior quiero centrar mi atención en un tema
controversial, que ha ocasionado múltiples derrames de tinta y no pocas amistades
desechas: el de la importancia de la cultura en la evolución humana.
Controversial porque, aunque múltiples investigadores paleoantropólogos, biólogos
humanos y, entre muchos más, antropólogos físicos, han recurrido a la hipótesis
de la cultura en el proceso de humanización —y de hominización, necesariamente—,
no existe en torno de él una propuesta consensuada, aceptada
unánimemente. Este estado de la cuestión deja abierta la posibilidad para abonar,
en favor del conocimiento del proceso evolutivo, múltiples reflexiones presentes
y futuras con las cuales enriquecer lo que en torno del hombre sabemos y es
posible saber.
Para aproximarme al binomio cultura-evolución, voy a iniciar con dos ideas,
una de las cuales es un tema muy manoseado: el bipedalismo; la otra tiene que ver
con una mal lograda metáfora que retoma, con diversos matices, una variedad de
la regla de tres: El proceso de humanización —a momentos— parece (subrayo la
presentidad del verbo) correr inversamente proporcional al proceso de
hominización. En realidad lo que parece ocurrir —hoy— es que todo aquello
vinculado con lo sociocultural evoluciona más aceleradamente que lo vinculado
con lo biológico. Lo cierto es que ambos están presentes e indisolublemente unidos
aunque evolucionan a ritmos diferentes. Pero, a fin de evitar más disgresiones,
voy a iniciar con algunas ideas más vinculadas con la hominización, es decir, el
proceso estrictamente biológico que ha seguido ese homínido de la especie y
subespecie Homo sapiens hasta devenir humano; en calidad de gozne, el lector
encontrará constantemente la variable “cultura”.
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HILARIO TOPETE LARA • HOMINIZACIÓN, HUMANIZACIÓN, CULTURA
Bipedalismo y otros benéficos defectillos
Si hiciéramos un recorrido por entre los paleoantropólogos y especialistas en
hominización, difícilmente encontraríamos a alguno que hubiese omitido la
importancia que el bipedalismo tuvo en el derrotero hominizador de Homo sapiens;
de hecho es, por derecho propio, el lugar más común. Raymond Dart (Klamroth,
1987) recurrió a la posición bípeda considerándola como condición previa a la
liberación de las manos tan necesaria para el uso de armas con las cuales matar a
otros animales para alimentarse, y alimentar al mundo occidental del siglo XX con
la imagen de un animal agresivo, asesino, en nuestro pasado más primigenio;
Dart se hubiera sorprendido de saber que las primeras lascas obtenidas en Olduvai,
por citar sólo un sitio, poseían diseño y dimensiones (inferiores a las dos pulgadas)
para apenas destazar animales muertos, lo que fortalecería la sospecha de una
etapa de carroñeo previa a la caza (Hours, 1985). Un dartiano conspicuo, Robert
Ardrey, aún con su discutible tesis de la preadaptación (Klamroth, 1987), hubo de
colocar en posición bípeda a los antepasados humanos para de allí liberar sus
manos y colocarles armas en las manos;2 Glynn Lloyd Isaac, aunque en una
dirección diferente, para abrirle paso a su hipótesis de la redistribución de alimentos
requirió, implícitamente, tanto del traslado de los mismos como de su
concentración;3 en efecto, para esta hipótesis es menester que hubiese quien los
transportase hacia el centro y se requería de un animal con las manos libres para
hacerlo: el bipedalismo estaba en los orígenes también para él. Elaine Morgan,
2 Por supuesto, “La Hipótesis del Cazador” no se agota en el bipedalismo y en la caza, sino que
incorpora, más allá de la liberación de las manos, el principio de cooperación, indispensable
para las batidas de caza, es decir, se trata de un depredador social que ha abandonado totalmente
los árboles; requiere de una sociedad sexualmente bipolar en la que las hembras sacrifican su
independencia en aras de la seguridad de un hogar (lo que implica el diseño de espacios diferenciados)
y los machos su vida despreocupada y libre; necesita de una división del trabajo
(cuidadores de crías, preferentemente hembras, guardianes, cazadores-abastecedores) y de un
sistema de valores como la solidaridad, la responsabilidad, el coraje, el autosacrificio y la lealtad.
Se requiere, en suma, de un animal cultural capaz de comunicar símbolos. Se requiere, en
suma, un humano, y no abundaré más si esta afirmación significa algo (Klamroth, 1987: 103-
104).
3 Entre otros aciertos interesantes, G. Ll. Isaac destaca en primer término las distancias anatómicas
antes que las conductuales: su bipedalismo le permite desplazarse y transportar herramientas,
utensilios y comida; su lenguaje hablado le permite intercambiar información en torno del
pasado y del futuro (se refiere al lenguaje humano, al lenguaje de un Homo sapiens sapiens y no
a alguno de sus ancestros); este homínido consigue alimentos
...