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Hermetismo

lizcano28985 de Julio de 2013

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Hermetismo

Para otros usos de este término, véase Hermética (desambiguación).

El hermetismo es un conjunto de creencias filosóficas y religiosas, basadas principalmente en escritos atribuidos a Hermes Trimegisto.

Hermetismo

Hermes Trismegisto.

Personaje Mítico Hermes Trismegisto

Deidad Máxima La tríada hermética: Dios-cosmos-hombre

Textos Tabla de Esmeralda

Corpus Hermeticum

El Kybalión

Índice [ocultar]

1 Definición

1.1 La tríada hermética: Dios, cosmos y hombre

1.2 El Macromosmos hermético

1.3 La Teología Hermética: Dios

1.4 La Mónada

1.5 El génesis hermético

1.6 El Pensamiento (Noûs)

1.7 La jerarquía del noûs (Asc. 32)

1.8 La Palabra (Lógos)

1.9 Pneûma

1.10 Eternidad (Aión)

1.11 El Cosmos

1.12 El movimiento

1.13 Apocatástasis

1.14 La jerarquía celeste

1.15 El Microcosmos. El Hombre

1.16 La doctrina del alma en el hermetismo

1.17 La materia en el hermetismo

1.18 El dualismo hermético

1.19 El hermetismo como religio mentis

1.20 Palingenesia

1.21 El silencio hermético

1.22 Teúrgia: la creación de dioses y la atracción de las potencias celestes

2 Bibliografía

2.1 Ediciones de los textos herméticos

2.2 Bibliografía básica

3 Véase también

4 Enlaces externos

4.1 En castellano

Definición[editar]

El hermetismo filosófico se erige sobre la base de un conjunto de escritos supuestamente aparecidos en Egipto bajo el período de dominación romana (entre los siglos I y IV d. C.), y puestos bajo la advocación de Hermes Trismegisto. Probablemente, el hermetismo sea el "intento helénico" de sistematizar filosóficamente parte de las doctrinas religiosas y místicas de la cultura tardoegipcia (aunque no hay por qué descartar otras influencias "orientales", como la israelita, por ejemplo). Asimismo, es muy probable que esta sistematización filosófica o "culta" se llevara a cabo sobre la base de otros escritos anteriores de ciencias ocultas (el llamado hermetismo técnico o popular). En esta definición nos ceñiremos a estos escritos tardoantiguos, que servirán de base para toda la vasta producción hermética posterior.

La tradición hermética se "fundiría" con parte del entramado neoplatónico y el cristianismo incipiente durante la Antigüedad tardía, y con la religión católica, el cisma luterano, y la cábala cristiana, a través de los filósofos (platónicos, herméticos) y magos del Renacimiento y el Barroco, pero en ningún caso se difuminaría el esqueleto de su filosofía. Asimismo, el hermetismo inspiraría, por su potencia seductora, muchas corrientes ocultistas decimonónicas. Su universo viviente y su exaltación del espíritu humano, servirían en el siglo XIX tal como sirvieron en el Renacimiento: para que muchos díscolos y extraños personajes se enfrentaran al mecanicismo, al materialismo y al racionalismo militante impuesto desde la "pedantería académica" (aristotélica o positivista) y la Ilustración.

Un caso aparte es la tesis (debida en buena parte a Yates) que erige a la filosofía hermética como uno de los motores propiciadores del advenimiento de la ciencia moderna en el siglo XVII. No entraremos en las numerosas críticas a esta aventurada teoría, pero sí apuntaremos que se fundamenta sólidamente en la concepción de magia natural renacentista y barroca, así como en la exaltación del hombre y su intervención en el mundo físico, definidora (por supuesto con muchos matices), como veremos más adelante, de la filosofía hermética.

Es muy difícil deslindar el hermetismo filosófico (místico) del hermetismo técnico (ocultista). Casi con total seguridad podemos decir que los filósofos herméticos estuvieron vinculados a conceptos comunes a scientias del periodo como la astrología y sobre todo la alquimia, y a cierta clase de magia ceremonial greco-egipcia. Aunque por encima de todo hay que considerar al hermetismo como un constructo filosófico (una amalgama de estoicismo, medioplatonismo, neopitagorismo y algo de aristotelismo), pero con fines "prácticos" (la meta de todo buen hermetista es alcanzar la comunión con Dios mediante la revelación teúrgica, la recepción del noûs divino o la palingenesia).

No se ha incidido demasiado en la tesis de Festugière que trata de deslindar la "gnosis optimista" de la "gnosis pesimista", en el sentido de considerar a la filosofía hermética como una forma degenerada de filosofía mística griega. Siempre desde nuestra visión, esta separación y esta supuesta "degeneración" no se sostienen en los textos. Por otro lado, es evidente que los "filósofos herméticos" no pretendían erigir un ensamblaje filosófico infalible, parangonable al discurso platónico.

La ordenación aquí ofrecida de los Hermetica filosóficos tardoantiguos tiene un valor eminentemente didáctico. La finalidad de esta "ordenación" es facilitar la comprensión de las doctrinas contenidas en el Corpus, el Asclepio, y en los Extractos de Estobeo y las Definiciones Armenias. Por lo tanto, la estructura ofrecida a continuación es, en cierto modo, subjetiva. Se han incluido aquí aquellas cuestiones y conceptos que, desde nuestro punto de vista, habría que destacar del ecléctico constructo filosófico hermético tardoantiguo.

La tríada hermética: Dios, cosmos y hombre[editar]

Primero Dios, segundo el cosmos, tercero el hombre (SH XI, sent. 6).

El hermetismo es completamente unitario en cuanto a la tríada fundamental que estructura la realidad. Debemos considerar a Dios como un cosmos inmóvil, al cielo como un cosmos móvil y el hombre como un cosmos racional (DH I 1), capaz de elevarse hasta el creador y demiurgo. En esta procesión hipostática el hombre es imagen del cosmos, y el cosmos es producto de Dios, cuyo aliento (pneûma) conduce el movimiento de los astros (CH III 2) y une a todos los seres en una cadena simpática. Sobre las otras “fuerzas” que actúan en la creación, tales como la providencia, la necesidad, el destino y la eternidad volveremos más adelante; baste ahora con poseer una visión clara sobre los pilares que sustentan el engranaje de lo creado y su absoluta dependencia (CH XVI 17: Dios-cosmos inteligible-cosmos sensible-sol-ocho esferas-demonios-hombres). Esta dependencia, importantísima para mantener el edificio hermético y sus “aplicaciones prácticas”, es reiterada constantemente en los Hermetica. Las diferentes concepciones de estas hipóstasis fundamentales y los seres intermedios (nos referimos sobre todo al sol como segundo demiurgo entre el cosmos y el hombre) no deben confundirnos, antes bien son intentos de conciliar nuestra tríada primera mediante entidades enlazadoras.

El hermetismo debe ser considerado como una “filosofía” plena de vida: el universo hermético está vivo, y sus entidades regidoras actúan eternamente. La muerte y el vacío no tienen cabida en el hermetismo.

El Macromosmos hermético[editar]

La Teología Hermética: Dios[editar]

Porque el Bien es inalienable e inseparable de Dios: es Dios mismo (CH II B 16).

El Dios Supremo es el principio fundamental sobre el que se articula toda la doctrina hermética. Dios es a la vez Padre y Bien, creador y demiurgo. Dios es el Bien supremo y el óptimo artesano de la creación.

La otra denominación de Dios es la de padre, en su capacidad de crear todas las cosas. Pues lo propio de un padre es crear (CH II B 17). Y por eso se maldice a los hombres estériles, que no han sabido imitar su obra.

Dios se valió del Verbo para engendrar al cosmos: —El creador hizo la totalidad del cosmos no con las manos sino con la palabra. Piensa por ello que está presente, que existe eternamente, que creó todas las cosas, que es uno y único y que creó todos los seres por su propia voluntad (CH IV 1).

En el hermetismo, las formas de aludir a Dios son aparentemente contradictorias, Dios es a la vez visible en lo creado, posee todos los nombres, es omnicorpóreo y goza de la fecundidad de ambos sexos, pero asimismo es incognoscible, innombrable, invisible y está envuelto en las brumas del misterio. Verdaderamente, esta forma de aludir a Dios y a sus atributos sólo pretende expresar que la totalidad de lo real es Dios mismo, siguiendo una tradición teológica de origen egipcio (Ra es “Aquel que es y no es”).

En CH V 1-2 se nos dice que si Dios no fuera invisible no podría abarcar la totalidad de lo creado, no podría ser eterno, porque lo invisible es eterno. Dios, por tanto, sólo puede ser aprehensible por sus propias obras, puesto que se manifiesta en y a través de ellas y sobre todo a quienes él quiere mostrarse. La obra de Dios es visible en el hombre. Dios sólo puede conocerse a través de su artesanía (CH V 6). Por eso Dios está más allá de cualquier denominación, por eso es el invisible a la vez que el más evidente. Aquél que es contemplado por el pensamiento pero que también es visible a los ojos (CH V 10).

Si Dios lo es todo, principio de la creación y creación misma, cuando hablamos de lo que es, hablamos de Dios, pues él contiene todo lo que es y nada es posible exterior a él, ni él fuera de nada (CH IX 9). Obsérvese que aquí no se establece una doctrina panteísta sin más, sino más bien una inmanencia absoluta de Dios, una forma de identificación total entre el creador y lo creado, que bien pudiera haber inspirado a Giordano Bruno. Si Dios

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