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Hoornaert


Enviado por   •  6 de Noviembre de 2019  •  Resúmenes  •  2.274 Palabras (10 Páginas)  •  139 Visitas

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En el Estado de Maranhão, que incluía toda la región amazónica, los misioneros eran, de hecho, capellanes militares, al menos al principio. Los misioneros acompañaban a las expediciones militares e intentaban agrupar a los indios que encontraban en colonias misioneras, sin violencia siempre que fuera posible. La mayoría de las modernas municipalidades de la región amazónica datan de esa época, de las colonias que solían situarse en las confluencias de los ríos o en zonas ricas en hierbas, especias y otros productos vegetales naturales -zarzaparrilla, clavo, canela, cacao, indigo, caucho, goma, diferentes tipos de aceite y tubérculos, todos los cuales eran conocidos y usados por los indios. Hubo tres órdenes religiosas predominantes en la región amazónica: los carmelitas (desde 1615), franciscanos (desde 1617) y jesuitas (desde 1638). Desde el principio, los misioneros entraron en conflicto con los colonos portugueses que dependían de los esclavos indios, ya que el Estado de Maranhão era más pobre que el Estado do Brasil y no tenía tan fácil acceso a la mano de obra africana. Los jesuitas pudieron disfrutar de un considerable poder administrativo e influencia sobre la economía regional, que se basaba en el cultivo de productos agrícolas naturales, cosechados no por mano de obra esclava como tal, sino por un tipo de trabajo forzado propio de la zona y conocido como repartição. Hubo varios períodos de conflicto entre colonos y jesuitas acerca del uso de mano de obra india.

Los carmelitas tuvieron un importante papel en sus misiones de las márgenes de los ríos durante la primera mitad del siglo xvii. Ciertos aspectos de sus actividades requieren una más amplia investigación. Tres ramas diferentes de franciscanos portugueses fueron enviadas por el rey a la región amazónica. Los Hermanos de la Merced (Mercedários), de origen español, participaron también en la actividad misional del Amazonas desde su gran convento de Belém.  El rey gastó importantes sumas de dinero para establecer estas misiones, que se distribuyeron después de 1693 de la siguiente forma: los jesuitas en la margen norte del Amazonas; franciscanos y Hermanos de la Merced en la margen sur; carmelitas en el alto Amazonas, sobre la colonia de São José do Rio Negro (la actual Manaus). El norte de Brasil fue el gran campo de la actividad misional. Hacia la segunda mitad del siglo xvi unos 50.000 indios estaban recogidos en aldeias, la mayoría de ellas bajo el control de los jesuitas y franciscanos. En la década de 1750, se expulsó a los jesuitas y las aldeias fueron transformadas en parroquias, los párrocos sustituyeron a los misioneros, el tupí fue reemplazado por el portugués, y los mismos misioneros fueron limitados a ejercer su labor evangélica en tribus aún no asimiladas.

La actividad misional en las zonas mineras de oro y diamantes durante la primera mitad del siglo xviii fue la única que estaba restringida al clero secular. Ello se debía a una política específica desarrollada por la corona. Tenía que mantenerse un estricto control sobre la exportación de oro y diamantes a Portugal y sobre cual [1:46, 6/11/2019] Cami Saavedra: quier comercio oficial, y era necesario erradicar el contrabando de forma efectiva. Ello explica suficientemente la prohibición de la entrada de misioneros en Minas (1711) y el rechazo de los jesuitas que se habían establecido en Ribeirão do Carmo (hoy Mariana) en 1721. El estado portugués recelaba de la independencia de las órdenes religiosas. Por esta razón, la actividad misional de la época minera se limitaba al clero secular y a organizaciones laicas, las llamadas órdenes terciarias. Por tanto, la zona minera estaba caracterizada por las iglesias y no por los conventos. Los jesuitas no tenían una orden terciaria, lo que explica por qué la influencia jesuita, más radical y menos tradicionalista, fue mínima en las áreas mineras. En el sur, tanto jesuitas como franciscanos tenían una presencia activa en la zona de São Vicente a mediados del siglo xvI. Ahí los sacerdotes seculares fundaron la primera Casa de Misericordia de Brasil, una organización de asistencia social que se extiende por todo el país.

Los capellanes acompañaron a muchas de las grandes expediciones para la caza de esclavos de los bandeirantes. Fueron los jesuitas españoles, de Asunción, quienes desarrollaron la principal actividad misional en la región entre São Paulo y el Río de la Plata a principios y mediados del siglo xvi y, de nuevo, a finales del siglo xvii y principios del xvi.

Las órdenes regulares cuyos miembros eran europeos, fueron responsables de que se abrieran sucesivas zonas para la evangelización. Reciben apoyo financiero del Padroado, intentaron ser más independientes mediante la creación de sus propias fuentes de ingresos en forma de granjas, plantaciones, ranchos ganaderos, ingenios y esclavos, a menudo obtenidos mediante donaciones, herencias o promesas de los fieles. Las propiedades religiosas ocupan un espacio considerable de las ciudades, donde el «patrimonio de los santos» solía constituir parte del núcleo original de la colonia, así como de su interior. La riqueza de las órdenes religiosas de Brasil se manifiesta en la magnitud de sus conventos y monasterios, y en la suntuosidad de sus iglesias barrocas, ricamente ornamentadas con oro. El clero se dedicaba, en gran medida, a asuntos económicos, a comprar y vender y a usar el interés de los préstamos en su provecho. Los espaciosos corredores de algunos conventos eran algo parecido a salas de bancos.

 La organización de la Iglesia secular en Brasil recaía en el Padroado Real. El derecho de patronato se lo había cedido el papado a la corona portuguesa, con la condición de que el rey fomentaría y protegería activamente los derechos y la organización de la Iglesia en cualquier tierra que se descubriera. De este modo, fue a través de los intermediarios del Padroado y del diezmo real (contribución del 10 por 100 sobre lo que produjera la tierra) como se financió la expansión del catolicismo en Brasil. El estado portugués disponía también de otros medios para controlar a la Iglesia. Las ordenanzas emanadas del Concilio de Trento no llegaron a aplicarse en el país hasta el siglo XIX.

La organización de diócesis y parroquias fue lenta y su influencia en la práctica católica de Brasil, mínima durante mucho tiempo. Entre 1551 y 1676, sólo hubo una diócesis en Brasil. En 1676-1677 se crearon tres más. Durante la primera mitad del siglo XVIII se crearon tres nuevas diócesis. El nacimiento de estas diócesis corresponde a la apertura del interior y su incorporación al sistema colonial.

Las diócesis, los obispados y las parroquias permanecían vacantes durante largos periodos. La práctica del catolicismo no se vio afectada en forma importante por la jerarquía eclesiástica. El clero secular se dedicaba administrar los sacramentos. Estos se consideraban obligatorios. Parte del clero secular se ocupa de las capillas de diferentes hermandades en las ciudades, mientras que la otra parte cuidaba las parroquias de las ciudades del interior del país. Las parroquias se organizaron para que coincidieran con las antiguas colonias misioneras indias, campamentos de bandeirantes, ingenios y propiedades territoriales. El párroco, realizaba visitas regulares a las distintas capillas existentes en su amplio territorio. El clero secular se divide en alto clero, donde se incluye el arzobispo, obispos y otros dignatarios, que eran pagados con el dinero del Padroado, y el bajo clero, que incluía a los párrocos y capellanes, quienes vivían más cercanos al pueblo y compartían sus privaciones. Los laicos se infiltraban en la Iglesia brasileña a través de las hermandades, cofradías y órdenes terciarias que Brasil había heredado de Portugal. Las hermandades se corresponden con las características raciales, sociales e ideológicas de los diferentes estratos de la sociedad.

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