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Huasipungo

Rosilopez4 de Julio de 2012

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JORGE ICAZA (1906-1973)

Jorge Icaza e Ciro Alegría son os máximos representantes da novela indianista. A novela máis intensa de

Icaza é Huasipungo, que trata o problema da explotación do indio e ofrece unha visión do drama vivido pola

raza autóctona, incapaz de opor resistencia á explotación polo home branco. A acción xira en torno á

expropiación dos huasipungos, que serán destinados á explotación petroleira. Os indios, verdadeiros

protagonistas da narración, apenas teñen ánimos para oporse a esta expropiación que os deixa sen comida e

sen fogar, e cando se produce a rebelión toda a poboación é masacrada polos homes do goberno como se

fosen bichos venenosos.

Textos:

A la mañana siguiente fue atacado el caserío de la hacienda. Los indios al entrar en la casa centuplicaron

los gritos, cuyo eco retumbó en las viejas puertas de labrado aldabón, en los sótanos, en el oratorio

abandonado, en los amplios corredores, en el cobertizo del horno y del establo mayor. Sin hallar al

mayordomo a quien hubieran aplastado con placer, los huasipungueros dieron libertad a las sevicias, a los

huasicamas, a los pongos. Aun cuando las trojes y las bodegas se hallaban vacías, en la despensa hallaron

buenas provisiones. Por desgracia, cuando llegó el hartazgo, un recelo supersticioso cundió entre ellos, y

huyeron de nuevo hacia el cerro de sus huasipungos, gritando siempre la frase que les infundía coraje, amor y

sacrificio:

-¡Ñucanchic huasipungooo!

Desde la capital, con la presteza con la cual las autoridades del Gobierno atienden estos casos, fueron

enviados doscientos hombres de infantería a sofocar la rebelión. En los círculos sociales y gubernarnentales

la noticia circuló entre alarde de comentarios de indignación y órdenes heroicas:

-Que se les mate sin piedad a semejantes bandidos.

-Que se acabe con ellos como hicieron otros pueblos más civilizados.

-Que se les elimine para tranquilidad de nuestros hogares cristianos.

-Hay que defender a las glorias nacionales... A don Alfonso Pereira que hizo solo un carretero.

-Hay que defender a las desinteresadas y civilizadoras empresas extranjeras.

Los soldados llegaron a Tomachi al mando de un comandante -héroe de cien cuartelazos y de otras

tantas viradas y reviradas-, el cual, antes de entrar en funciones, remojó el gaznate y templó el valor con

buena dosis de aguardiente en la cantina de Juana, a esas horas viuda de Quintana, que se hallaba

apuradísima y lloriqueante en los preparativos del velorio de su marido:

-Mi señor general... Mi señor coronel... Tómese no más para poner fuerzas ... Mate a toditos los indios

facinerosos... Vea cómo me dejan viuda de la noche a la mañana. (Páx.188 e ss.)

El viento de la tarde refrescó la cara del indio. Sus ojos pudieron ver por breves momentos de nuevo la

vida, sentirla como algo.. . "Qué carajuuu", se dijo. Apretó al muchacho bajo el sobaco, avanzó hacia afuera,

trató de maldecir y gritó, con grito que fue a clavarse en lo más duro de las balas:

-¡Ñucanchic huasipungoool

Luego se lanzó hacia adelante con ansia por ahogar a la estúpida voz de los fusiles. En coro con los

suyos que les sintió tras él, repitió:

-¡Ñucanchic huasipungo, caraju!

De pronto, como un rayo, todo enmudeció para él, para ellos., Pronto, también, la choza terminó de arder.

El sol se hundió definitivamente. Sobre el silencio, sobre la protesta amordazada, la bandera patria del

glorioso batallón flameó con ondulaciones de carcajada sarcástica. ¿Y después? Los señores gringos.

Al amanecer, entre las chozas deshechas, entre los escombros,

...

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