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OVEJON.


Enviado por   •  20 de Agosto de 2013  •  Informes  •  451 Palabras (2 Páginas)  •  654 Visitas

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Por mi parte, y he de decirlo rápidamente, “Ovejón” me parece un cuento excesivamente ensalonado, es decir, para contarse en lo salones de clase media antes de la primera guerra mundial. Literariamente aplica un grado de inofensiva confusión al famoso argumento de la fábula del león y la espina, haciendo que tanto el león del cuento (¿será Ovejón; será el mendigo?) como el buen hombre que le quita la espina (es una fábula de Esopo de cinco siglos antes de Cristo) sean malos y buenos intercambiablemente. En la primera escena, Ovejón es el bueno que ayuda al mendigo enfermo que se encuentra al borde de ahogarse: le lava las heridas, las cubre con un pañuelo de seda,, le regala su camisola, le da monedas y, además, ¡¡un venezolano de oro!! Ovejón, sin duda, es el bueno del cuento.

En la escena siguiente, inmediata, Ovejón es el malo –ha robado y matado a un hombre-, que huye, en una yegua robada, de sus perseguidores. Estos, para seguir al famoso bandido, sueltan la potranca de la yegua en que huye Ovejón; ahora, el mendigo, tras un estricto examen de conciencia sobre lo acertado y beneficioso que sería para él conseguir la recompensa por la captura de Ovejón, decide realizar una rápida retirada con su faz abofallada, llena de nudos y pústulas (heridas con pus y costras), más el pie deforme recién lavado, para situarse estratégicamente y al ver pasar la potranca atontarla de un buen palazo y con otro tirarla a un barranco. De pronto el mendigo es también el malo: ayuda a un ladrón y asesino a huir, y además mata a una pobre potranca. Digamos que una vez Ovejón fue bueno y en la siguiente malo; y el mendigo una vez nada, ni león ni bueno, y en la otra malo. “Hoy por ti mañana por mi” es la equivocada y egoísta moraleja de Urbaneja. Una cosa es sacarle la espina a un león…

Dudo que Ovejón o el mendigo sean figuras o personajes tipicos de Venezuela; son el lugar común de cualquier país del mundo donde existan bandidos a los que se les conmueva el corazón y mendigos a los que ayuden los bandidos.

Y en lo referente al paisaje, uno es bucólico e indefinido, y el otro es una pulpería -no descrita- donde el farolero del pueblo bebe uno que otro trago con unos parroquianos; la conversación gira sobre los últimos delitos de Ovejón y su leyenda de una manera bastante trivial. Nada tampoco que pueda definirse como propio de Venezuela. Y en realidad, dos o tres venezolanismos no son suficientes para convertir el cuento en uno de los más hermosos de Venezuela y como el más típico representante del criollismo nacional.

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