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Pericue


Enviado por   •  18 de Marzo de 2014  •  Ensayos  •  1.285 Palabras (6 Páginas)  •  282 Visitas

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PERICUE

Contaban los indios pericús que en el Cielo reinaba Niparaya, el dios máximo que creó la Tierra, el mar, los animales, la naturaleza y los hombres, por tanto era el Señor del Mar, la Tierra y el Cielo. A este tan magnífico dios no se le podía ver, pues no tenía cuerpo como los seres humanos. Niparaya estaba casado con una hermosa mujer de nombre Anayicoyondi, con la que procreó tres saludables hijos. Uno de ellos recibió el nombre de Quaayayp, héroe cultural que vivió con los indios y les enseñó todo lo necesario para poder vivir en le Tierra. Niparaya era un dios poderoso, bello como el Sol, fuerte como la roca, limpio como el agua de manantial, y sumamente sabio. Como ya está muerto no puede hablar, pero a su lado tiene un tecolote que le platica constantemente.

Niparaya tuvo un poderoso enemigo perverso y de malas artes mágicas que le tenía gran envidia; su nombre fue Waac Tuparán. Con él entabló una feroz lucha y salió vencedor; lo despojó de todas las pitahayas (fruta importantísima en la alimentación pericú) y le arrojó del Cielo en donde vivía en compañía de otros dioses. Al vencerle, Niparaya encerró a Waac Tuparán en una oscura y lúgubre cueva, y creó a las ballenas con el propósito de que lo vigilaran y le impidiesen salir de ella, pues los dioses menores del Cielo no quisieron ayudarle a vigilar a Tuparán por el miedo que le tenían. A esa cueva se dirigen cuando mueren las personas por causa de una flecha. Desde que fuese derrotado este temible enemigo del dios supremo, todo es paz en el Cielo y en la Tierra, salvo por algunos problemas que Niparaya ha tenido con su hijo Quaayayp, quien a veces se muestra desobediente, como todo hijo que se precie.

El Mechudo

En 1897, en un pequeño periódico de Baja California Sur, en México, apareció publicada en primera plana la siguiente historia: A 40 millas del Puerto de la Paz, a 50 millas en frente de la isla de San Francisquito, junto a la de San José, hay una montaña que bañan las aguas del mar que desde tiempos muy remotos es conocida con el nombre de "el mechudo".

Uno de los buzos más antiguos de las costas de California, cuenta que cuando se descubrieron los criaderos de perla en la Baja California y que el todavía no venía al mundo, los indígenas de la región eran libres de efectuar la pesca de la perla. Los buzos se untaban el cuerpo con grasa, se ataba el estómago con una especie de soga, y llevaba una estaca de palo en la mano, para defenderse de la ballena, delfín, cachalote, tiburón y otros temibles animales que abundan en aquel lugar.

Una vez que los buzos se preparaban de la forma antes mencionada se arrojaban al fondo del mar, llegando cada buzo a sacar en unas cuantas horas 300 o más conchas. Tenían la costumbre de ofrecer a la virgen la última perla que sacaran en el día, lo que hacían devota y rigurosamente cada jornada. Uno de tantos, un fuerte indígena pericú, al terminar su tarea, sin duda por darse aires de descreído o valeroso, antes de arrojarse al agua a buscar la perla que le tocaba a la virgen "dijo que iba por ella para regalársela al diablo"...dicen las crónicas que aquel desdichado no volvió a salir del fondo del mar y que sus compañeros huyeron despavoridos y comentando el resultado de aquella terrible blasfemia.

Desde entonces, según cuentan los lugareños, en ocasiones, sobre todo antes de salir el sol, muchas de las embarcaciones que por ahí pasan, han visto emerger del agua a un individuo de larguísima melena, pero al pretender acercarse para verlo de cerca, este vuelve a sumergirse. Con el paso del tiempo los pericú abandonaron aquel fecundo criadero de perlas.

Así concluye la historia publicada en aquel periódico... y cierto o no, pero aun hoy en día

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