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INCONOGRAFIA

DylanSierra5 de Septiembre de 2011

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Lo icónico se ha revelado como la última opción conceptual con la que

definir al hombre: Homo icónicus. Icónico en varios sentidos: en cuanto

que el hombre es un creador de imágenes, y en cuanto que es imagen.

Más allá de las palabras del génesis, el hombre es imagen porque necesita representarse

en el tiempo, ya como recuerdo, ya como presencia o ya como proyecto. La imagen

en este sentido es copia e identificación de sí misma, a través de la cual se reconoce

el ser humano. La memoria asegura nuestra identidad evolucionada, por la que

el hombre se percibe como historia de sí en el mundo. En este sentido el hombre es

el resultado de las imágenes, ideas y conceptos que sobre él, como especie, él mismo

ha generado.

Se es en gran medida lo que se piensa que se es, lo que se siente que se es y, sobre

todo, lo que se dice que se es. El hombre es deudor y cautivo de su imagen: la imagen

recordada, es lo que fue; es tensión de su sustento y su deseo, su sentido actualizado,

la imagen presencial. Pero sobre todo, el hombre es la imagen deseada. El deseo

genera una imagen modelo de lo que se quiere ser. Cuando el futuro todavía no es, ya

existe la imagen, el proyecto de ser. La imagen es antes que nada pensamiento.

La idea de ser, la imagen proyectada, es lo que le exige al ser que sea: que lo potencial

sea actual; que lo virtual, real. Con gran acierto, Pedro Laín Entralgo (1999, 148)

nos recuerda que el hombre además de ser un animal que se mueve, que habla, que

pregunta y responde, que elige, que promete, que crea, que se ensimisma, que se

adapta al medio y adapta el medio a sus necesidades en la medida de lo posible, que

se relaciona con los otros, que ríe y que proyecta, es a la vez un animal symbolicum,

como ya había dicho también Cassirer.

El hombre emite y percibe signos, y en esto no se diferencia de otros animales, pero

lo que le hace humano, como el neurofisiólogo Pribram había anticipado, es la capacidad

que posee para convertir los signos en símbolos y los símbolos en signos. Por

eso Pedro Laín Entralgo matiza la expresión de Cassirer y define al hombre no como

ICONO14/1 7

iconicus La imagen

HOMO

FRANCISCO GARCÍA GARCÍA

A

animal symbolicum, sino como animal

symbolizans. Del animal simbólico al animal

que simboliza, que crea símbolos.

Nuestra propuesta va más allá, y consiste

en la unión dialógica del animal symbolicum

de Cassirer y el animal symbolizans

de Laín Entralgo. Es decir, el hombre

como animal que creando símbolos

se crea a sí mismo como símbolo. Pero

llamar al hombre bajo esta perspectiva

animal symbolicum o symbolizans no

deja de ser una utilización abusiva del

lenguaje, ya que el símbolo es un elemento

más del signo, y no todo él.

El hombre no sólo se ensimisma, como

diría Ortega, sino que se extraña a sí

mismo. Se percibe como otro sabiendo

que es él mismo. Por encima de cualquier

otra creación material, instrumental,

cultural, la mayor obra creativa del

hombre es su recreación, la generación

de una imagen de sí. Este desdoblamiento,

que se produce cuando el hombre

crea imágenes de sí mismo es esencial

para el progreso del hombre, es

decir, para el proceso de hacerse hombre.

Tal vez la natura naturans, en sentido

escolástico y, tal vez, zubiriano, del

ser humano, consista precisamente en

esto: La naturaleza del hombre crea naturaleza

humana a partir de las imágenes

que el hombre tiene de sí mismo.

Naturaleza potencialmente icónica que

se actualiza en imagen para sí y para los

otros.

Todas las características del hombre

como animal humano construyen el

HOMO ICONICUS

FRANCISCO GARCÍA GARCÍA

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homo icónicus: cuando el hombre se

construye como imagen, realiza un movimiento,

un gran desplazamiento, al

menos simbólico, de sí mismo a su representación,

pero cuando se representa o

representa el mundo, crea imágenes, en

definitiva, habla, se expresa, se relaciona

con los otros, se sustituye por su imagen.

No es necesario que esté presente para

recordar su presencia, comunicar su bienestar

o malestar, su tristeza o su alegría.

La imagen está por él.

Este animal que habla inmediatamente

necesita su continuidad en el animal que

crea signos y símbolos para expresar lo

que no es y/o lo que debería o desearía

ser, o sea, representa intencionalmente

una imagen sin referente material, inventa

en su interior. Pero esta potencialidad

sólo se actualiza, se convierte en acto,

cuando pone en ejercicio su capacidad

de elección, que no es solamente la posibilidad

de elegir una entre otras muchas

opciones, sino también ninguna de ellas,

o sea, no elegir y/o decir no.

El valor de esta característica diferencial

humana no reside fundamentalmente en

su carácter moral, asceta de la vida, lo

definió Scheler, sino en la capacidad de

considerar formas alternativas de elección,

dicho de otro modo, la de generar

la imagen de la no imagen, la imagen

exenta de propiedad alguna, como no

sea la no existencia, incluso, el no ser. El

conjunto vacío de la existencia.

Si el hombre es capaz de ensimismarse y

desdoblarse, recrearse, al menos desde

una mirada interior consciente o inconsciente,

también es capaz de recrear el

mundo. La creación humana pone en

juego su enorme capacidad reproductora,

imitativa, ve lo real, lo iconiza mentalmente

y lo activa a través de los materiales

expresivos, sea el bronce para la

campana, la voz para la palabra, la palabra

para el poema. Crea productos, instrumentos,

discursos.

Estos productos, instrumentos o discursos

son imagen de lo real, remiten en

algún aspecto a la realidad existente, o

son construcciones, en gran medida,

imaginarias. La imagen se ha fabricado,

sin duda, con materiales reales, pero sus

formas actualizadas no existen previamente,

aunque, sin duda, sí potencialmente.

La imaginación del hombre vive de los

modelos abstraídos de la realidad para

entregarlos a la conciencia humana y a

la misma realidad a través de la creación.

De esta forma tan clara lo define

Mircea Eliade (1999, 20) La imaginación

imita modelos ejemplares -las

Imágenes-, los reproduce, los reactualiza,

los repite indefinidamente. Tener la imaginación

es ver el mundo en su totalidad;

porque la misión y el poder de las

Imágenes es hacer ver todo cuanto permanece

refractario al concepto.

El homo sapiens sapiens ha producido

en sí una profunda transformación al

construir las imágenes; ha ajustado su

pensamiento a la estructura de la imagen:

el homo creator de imágenes y el

ICONO14/1 9

homo icónicus, semejante a la imagen.

La historia del universo icónico es fascinante.

En el primer acto de la historia se

recoge el esfuerzo del hombre para

representar lo real como una forma de

aprehenderlo; en el segundo, la acción

humana se orienta a equiparar lo real y

su representación, la imagen; en el

penúltipo acto, la imagen se vuelve realidad,

ciertamente virtual. Falta el último

acto para que esta realidad se actualice.

El homo iconicus ya ha elegido su nuevo

espacio icónico. Si la imagen es discurso,

ni siquiera es necesario cambiar el

evangelio de Juan: Al principio era el

verbo, el verbo estaba junto a Dios y el

verbo era Dios. Antes que el mundo fuera

nada, ya era imagen en la mente de

Dios. Sólo cuando la imagen entra en la

historia se crea el mundo.

Pero para poder aproximarnos a cómo el

hombre se hace imagen, nos convendría

recordar que, si entendemos imagen

como signo y a éste lo contemplamos,

como no podría ser menos, dentro de un

sistema de comunicación (tanto intercomunicación

como intracomunicación),

habremos de contemplar las tríadas de

Peirce, con tanto acierto comentadas por

Umberto Eco (AA VV, 1972, 24), como

descriptores de la imagen, a saber: el

signo en sí, el signo en relación al objeto

y el signo en relación al interpretante. Por

ahora sólo nos interesa contemplar a la

imagen en su relación con el objeto:

icono, índice y símbolo son sus elementos.

El icono da razón de la analogía

entre la imagen y el referente, siendo un

elemento fundamental de la imagen el

icono, por sí mismo, no da razón suficiente

de la imagen, como nos recuerda

Cristian Metz (AA.VV. 1973, 9) en su

célebre artículo "Más allá de la analogía,

la imagen", pues además de los códigos

que hacen la analogía están los que

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