Personajes Antagónicos En Memoria De Fuego 1 De Eduardo Galeano
polimnia28 de Julio de 2012
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Personajes antagónicos en Memoria de Fuego 1 de Eduardo Galeano
Memoria de fuego (1982-1986) es, junto a Venas abiertas de América Latina (1971) y Días de amor y guerra (1978) las obras más conocidas del escritor uruguayo. Memoria de fuego es una trilogía que incluye: Los nacimientos (1982), Las caras y las máscaras (1984) y El siglo del viento (1986). Virginia Bell considera que esta obra, al igual que El almanaque de los muertos de Leslie Marmon, es un buen ejemplo de lo difícil que a veces resulta distinguir entre historia y ficción, y de una resistencia de muchos autores a escribir historia centrada en los puntos de vista europeos. Usando una crónica imaginada, los autores legitiman su opción no-euro centrista. (Bell, 17) Eduardo Galeano, en particular, ha trabajado en esta obra no solo como escritor sino también como compilador, editor, traductor e intérprete de otros textos. Éstos van desde la historia a la antropología, y de la literatura al periodismo. Hay también un intenso trabajo de su parte en traducir de lenguas indígenas. Gerald Martin considera a Memoria de fuego como la respuesta de Galeano a la derrota de la izquierda a fines de los sesenta, uno de los más grandes y ambiciosos trabajos de la cultura latinoamericana, y que, al igual que los murales de Diego Rivera en México en los años veinte o el Canto General de Pablo Neruda de 1950, conforman un memorial de un pasado de opresión y esfuerzo. (Martin, 154) La trilogía de Galeano, continúa Martin, al ser más próxima en el tiempo, es quizás más cercana también a una ideología stalinista. Toda la trilogía es una especie de antología de eventos, personalidades, temas e ideas consideradas importantes no solo para Galeano sino para un gran número de intelectuales de izquierda hacia finales del siglo XX. (Martin, 155) Roger Davis considera a la prosa y poesía de Memoria de fuego como “periodismo mágico”, de donde puede filtrarse la visión que Galeano tiene sobre le pasado de las Américas. Y el escritor incluye a toda América, no solo Latinoamérica: incas y aztecas junto a apaches, ciudades como Lima o México junto a Quebec y Boston. Junto a los ojos y voces de conquistadores y conquistados, la vieja sociedad cae, y una nueva sociedad, híbrida, emerge. (Davis, 1-2)
Los trabajos anteriores del escritor han servido de materia prima para muchas de las ideas aquí desarrolladas. Latinoamérica, la eterna víctima feminizada ha sido no sola robada en sus materias primas, sino en su memoria y eso es lo que Galeano se propone rescatar. En una de sus páginas escribe: “Como América, el inca Garcilaso de la Vega ha nacido de una violación. Como América, vive desgarrado.” (206)
Galeano claramente ha debido decidir sobre el estado moral de un enorme número de personajes históricos, y eliminando muchísimas complejidades nos ha dejado una galería de personajes antagónicos; algunos son explícitos, obvios y claros, otros son implícitos y más profundos. Con apenas unas pocas contradicciones y algunas sutiles diferencias, se suceden héroes y villanos, valientes y cobardes, leales y traidores, víctimas y victimarios, fieles y herejes, sacrificados y abnegados en oposición a ambiciosos y desalmados, culpables e inocentes, presa y cazador... Algunos de esos personajes son los que se proponen presentar aquí.
Antes de entrar en las características de los personajes, analicemos un poco las características de la obra. Martin dice que Galeano, lejos de dar una voz a la gente, actúa como un maestro ventrílocuo, parándose entre el lector y la historia que recrea. (Martin, 154) Desde el punto de vita de la narración, Galeano se posiciona como un narrador extradiegético y heterodiegético. Un detalle interesante es la relación temporal del narrador con los hechos. Todos sabemos que se están contando historias ocurridas hace por lo menos tres siglos (Memoria del fuego 1 va desde antes del descubrimiento hasta 1700). Sin embargo, el escritor elige relatarlos en tiempo presente (focalización sincrónica) con lo cual se tergiversa la relación temporal, y se genera un dramatismo adicional en el lector, que experimenta un conflicto entre lo que su racionalismo le dice (son hechos ocurridos en un pasado ya lejano) y lo que la propia lectura genera (son hechos que están sucediendo ahora) con lo cual se exacerban algunos sentimientos que la lectura provoca. El propio Galeano sostiene que su intención, al escribir el libro, es relatar lo sucedido, sobre todo la historia de Latinoamérica, de una forma tal que el lector sienta que lo que ha pasado está pasando de nuevo al leerlo. (Martin, 154) Hay unos pocos relatos que utilizan el tiempo futuro (referencia a lo que los poetas dirán de lo que allí está pasando), o el tiempo pasado (pensamientos de Atahualpa justo antes de morir) pero son muy puntuales, y justamente por ser excepciones adquieren otro relieve. A propósito de la utilización del tiempo presente en la narrativa, Bell considera que refuerza la sincronización entre los distintos lugares, personajes y eventos que se van sucediendo. En su opinión, Memoria del fuego es un trabajo que tiene mucho de la estructura de crónica, ordenado cronológicamente, pero que la utilización del tiempo presente mitiga la causal lógica de esta estructura cronológica. (Bell, 12)
Es notorio el apoyo de escritor, para la mayoría de las narraciones, en fuentes históricas que cita al final del libro. Galeano combina magistralmente los hechos históricos (para los cuales se basa en un sinnúmero de citas que incluye al final del libro) con permanentes diálogos que si bien son creación del escritor, uno los imagina no demasiado distintos de aquellos que realmente acontecieron. Galeano coloca los personajes en primer plano; cada una de los pequeños relatos que conforman Memoria de fuego se centra en personajes históricos que constituyen la esencia del relato mismo. Por supuesto que otros actores anónimos completan el cuadro pero solo a manera de fondo, no de figura.
Galeano selecciona con cuidado algunos puntos clave de su vasto conocimiento de documentos históricos y culturales para producir un discurso revolucionario unificado. Martin sostiene que el método de elección de esas viñetas y su escritura son mucho más sutiles que el resultado, el cual, en mi opinión, es provocador y genera impotencia por momentos, y es devastador y entristecedor en otros. Pero veamos que dice el propio Galeano: “[Memoria de fuego] no es una antología sino una creación literaria, basada en sólida documentación pero que se mueve con total libertad. El autor no conoce a que forma literaria pertenece este libro: narrativa, ensayo, poema épico, crónica, testimonio…quizás a todos o a ninguno.” (Martin, 154)
El primer antagonismo claro de Memoria de fuego y de la historia misma es España-Las Indias, oposición que luego se transformaría en España-América. Durante varias generaciones el indio primero y el criollo después vieron en España el símbolo de la humillación, del desprecio, de la arrogancia. Vieron caer pueblos enteros, sepultarse su cultura, saquearse sus riquezas, destruirse sus ciudades. Los indios, ingenuos ante un mundo desconocido, incapaces de entender a esos barbudos cuyas manos escupen fuego.
“Entrega [el cacique Nicaragua] comida y oro y acepta el bautismo. Pero pide que Gonzalez de Avila le explique como Jesús puede ser hombre y dios, y María virgen y madre. Pregunta (…) si está a salvo de la muerte el Santo Padre de Roma. Pregunta quien eligió al rey de Castilla. El cacique Nicaragua ha sido elegido por los ancianos de las comunidades (…) ¿fue el rey elegido por los ancianos de sus comunidades? También pide el cacique que el conquistador le diga para qué tan pocos hombres quieren tanto oro. ¿Les alcanzaran los cuerpos para tanto adorno? (…) El cacique Nicaragua no pregunta por qué no nacerán niños en estas comarcas. Ningún profeta le ha contado que de aquí a pocos años las mujeres se negarán a parir esclavos.” (88-89)
Es 1519 y Vasco Núñez de Balboa, que había descubierto el océano Pacífico pocos años antes y fundado la ciudad de Acla, es conducido a su ejecución. El verdugo, desconocido todavía, ha venido en el último viaje de Colón y se dirigirá pronto al sur donde encontrará un imperio, al cual someterá. Se llama Francisco Pizarro. (74) En el mismo año, pero en un lugar distante de allí, setecientos hombres se internan en lo desconocido ante la imposibilidad de volver a Cuba ya que sus naves han sido incendiadas por su líder: Hernán Cortés. (76) A lo largo de la conquista a muchos actores les cupo un papel nefasto, cruel y despreciable, pero quizás en las figuras de Francisco Pizarro y Hernán Cortés se simbolicen a todos ellos, dos victimarios que asesinaron a cientos, a miles en busca de todo ese oro que se decía “colgaba de las ramas de los árboles”. Sus víctimas se reúnen simbólicamente a su vez, todas en dos figuras principales: Atahualpa y Moctezuma. El Inca Atahualpa fue apresado por Pizarro, sentenciado a muerte, forzado a convertirse antes de ser ejecutado. Luego vendrán Manco Capac y Paullo, ambos hermanos de Atahualpa, los cuales primero ayudaron a los españoles y después los combatieron. Pero es en Atahualpa en quien simbolizamos la figura de la victima ultimada por su victimario. La ignorancia de Moctezuma hizo que apresaran a los magos que no habían sabido adivinar la llegada de esos monstruos de dos cabezas, condenándolos a morir de hambre enjaulados. (75) Luego pensó que el recién llegado era el dios Quetzalcóatl y lo llenó de oro y otras ofrendas. A los que acompaña al dios se los recibe con flores y collares. (77) Cortés tomó todo el oro que pudo, sabe que Moctezuma no durará y que tras el azteca vendrán otros que pelearán
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