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Sombras De Grey


Enviado por   •  4 de Enero de 2015  •  1.006 Palabras (5 Páginas)  •  173 Visitas

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Prólogo

Él ha vuelto. Mamá está dormida o vuelve a estar enferma.

Yo me escondo y me acurruco debajo de la mesa de la cocina. Veo a mamá

a través de mis dedos. Está dormida en el sofá. Su mano cae sobre la alfombra verde y

pegajosa, y él lleva sus botas grandes con la hebilla brillante y está de pie junto a

mamá, gritando.

Pega a mamá con un cinturón. «¡Levanta! ¡Levanta! Eres una jodida puta.

Eres una jodida puta. Eres una jodida puta. Eres una jodida puta. Eres una jodida puta.

Eres una jodida puta.»

Mamá hace un ruido, como si sollozara. «Para. Por favor, para.» Mamá no

grita. Mamá se acurruca más.

Yo tengo los dedos metidos en las orejas, y cierro los ojos. El ruido cesa.

Él se da la vuelta y veo sus botas cuando irrumpe en la cocina.

Todavía lleva el cinturón. Intenta encontrarme.

Se agacha y sonríe. Huele mal. A cigarrillos y alcohol. «Aquí estás,

mierdecilla.»

Un gemido escalofriante le despierta. ¡Dios! Está empapado en sudor y su

corazón late desaforadamente. ¿Qué coño? Se sienta de un salto en la cama y se coge la

cabeza con ambas manos. Dios… Han vuelto. El ruido era yo. Respira profunda y

acompasadamente, para despejarse la mente y las fosas nasales del olor a bourbon

barato y a cigarrillos Camel rancios.

1

He sobrevivido al tercer día post-Christian, y a mi primer día en el trabajo.

Me ha ido bien distraerme. El tiempo ha pasado volando entre una nebulosa de caras

nuevas, trabajo por hacer y el señor Jack Hyde. El señor Jack Hyde… se apoya en mi

mesa, y sus ojos azules brillan cuando baja la mirada y me sonríe.

—Un trabajo excelente, Ana. Me parece que formaremos un gran equipo.

Yo tuerzo los labios hacia arriba y consigo algo parecido a una sonrisa.

—Yo ya me voy, si te parece bien —murmuro.

—Claro, son las cinco y media. Nos veremos mañana.

—Buenas tardes, Jack.

—Buenas tardes, Ana.

Recojo mi bolso, me pongo la chaqueta y me dirijo a la puerta. Una vez en

la calle, aspiro profundamente el aire de Seattle a primera hora de la tarde. Eso no

basta para llenar el vacío de mi pecho, un vacío que siento desde el sábado por la

mañana, una grieta desgarradora que me recuerda lo que he perdido. Camino hacia la

parada del autobús con la cabeza gacha, mirándome los pies y pensando cómo será

estar sin mi querido Wanda, mi viejo Escarabajo… o sin el Audi.

Descarto inmediatamente esa posibilidad. No. No pienso en él.

Naturalmente que puedo permitirme un coche; un coche nuevo y bonito. Sospecho que

él ha sido muy generoso con el pago, y eso me deja un sabor amargo en la boca, pero

aparto esa idea e intento mantener la mente en blanco y tan aturdida como sea posible.

No puedo pensar en él. No quiero empezar a llorar otra vez… en plena calle, no.

El apartamento está vacío. Echo de menos a Kate, y la imagino tumbada en

una playa de Barbados bebiendo sorbitos de un combinado frío. Enciendo la pantalla

plana del televisor para que el ruido llene el vacío y dé cierta sensación de compañía,

pero ni la escucho ni la miro. Me siento y observo fijamente la pared de ladrillo. Estoy

entumecida. Solo siento dolor. ¿Cuánto tendré que soportar

...

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