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Popo

cristiansk8Informe25 de Marzo de 2014

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Si la autonomía de una institución está en la norma de una administración inteligente, diligente, libre, honrada, y, que surgen, además, del pensamiento de cada uno de los individuos, hombres o mujeres, que resuelven conscientemente tomar reglas que guían su comportamiento: cultural, social, político, económico, y, que admiten que su libertad no tiene no debe tener cortapisas que impliquen pérdida de su autonomía, lo que es considerado en su sentido negativo, por la coacción que se puede ejercer, ya que nada ni nadie puede imponer pensamientos a ejecutarse para conveniencia de ideologías, o, simplemente, por gustos personales o de grupo.

Es que, tener autonomía quiere decir ser capaz de hacer lo que la institución, o las personas creen, que se debe hacer, instituyen, organizan, establecen, pero, con libertad de pensamiento, sin exigencias de ninguna naturaleza, lo que significa capacidad en el ejercicio administrativo, competencia para un análisis que dará lugar a un criterio formado, lo que es fundamental, si creemos en la verdad y en la transparencia de las acciones, lo que entrega seguridad y no engaño. Esto es autonomía, esto es libertad actuando con raciocinio, y, considerando a la conciencia que es el mejor juez, como fundamento de la moral que magnifica al comportamiento humano.

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Este es el sentido positivo del intelecto puesto a disposición de las instituciones que se norman por su autonomía, que se rigen por su experiencia, por sus años de vida, por sus personeros honrados y transparentes, y, no se dejan llevar por la rutina, la costumbre, el capricho, la venganza, la corrupción. Sentido positivo que mira la buena imagen que se puede entregar a la colectividad nacional e internacional, cuando se fijan acciones con el gran concepto de responsabilidad. Responsabilidad que tiene dos vertientes: se la tiene y se la exige: El primero: permitiéndonos valorar acciones que como consecuencia provoquen responsabilidad; y, segundo: sentirnos responsables de lo que hacemos o decimos, porque eso es capacidad de conocimiento para mejores realizaciones y un mejor futuro.

Y si entendemos que la autonomía, no solo es potestad para dilucidar, sino, especialmente, ascendencia de servicio a la colectividad, al pueblo, a la comunidad, ya que, esto es asistencia a la libertad que desarrolla a los seres humanos que van siendo cada vez, más autónomos y más responsables en su proyecto de llegar a ser lo mejor de sí mismos. Y, desde otra óptica, deducimos que, el desarrollo de la libertad personal es un proceso que puede ser acelerado por la educación, por la cultura, aquí nace la autonomía cultural, porque, educar es libertad fomentando una mayor autonomía y una mayor responsabilidad en quien se educa.

Montesquieu decía: "Cualquier injusticia contra una sola persona representa una amenaza hacia todas las demás". De esta frase que contiene un pensamiento determinante, podemos colegir que, la libertad es el bien mayor de la humanidad, y si es sinónimo de autonomía, enraíza al principio de gestión desde una institución, y, en el caso particular, de la Casa de la Cutura Ecuatoriana, que por mil títulos merece continuar funcionando autónomamente, ya sea por su experiencia en sus años de vida, ya sea por sus directivos, hombres y mujeres ilustres que brillaron y brillan por su intelecto, y, por la invalorable capacidad intelectuial que guardan y entregan todos sus miembros, Desde esta visión, jamás, la Casa de la Cultura Ecuatoriana, sus núcleos provinciales y extensiones, se las deben catalogar como departamentos, y, menos, de un organismo de reciente creación por parte del ejecutivo, el mismo que tiene que demostrar su capacidad ejecutoria y cultural.

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