ECONOMIA .

El viernes por la mañana participé en Cajasol en una interesante jornada sobre la Responsabilidad Social de la Empresa (RSE) en el sector de la Economía Social. El término se acuñó inicialmente en el ámbito empresarial con la idea básica de devolver a la sociedad lo que ella te ha aportado. De aquí nacen muchas contribuciones de compañías a distintas iniciativas sociales, la creación de fundaciones etc. Sin embargo, con el pasar del tiempo, este concepto ha ido más allá y se ha constituido como un elemento clave para determinar también las prácticas éticas, hacia dentro y hacia fuera, de la actividad empresarial. De tal forma que viene a convertirse como en el alma de una entidad. Y el alma –un intangible, algo espiritual que da vida- se reconoce por sus manifestaciones. Tanto se ha desarrollado este concepto que también se ha empezado a aplicar –aunque tímidamente- en el ámbito de la Administración. Y eso porque la empresa necesita de una buena gestión administrativa por parte del Estado para su buen gobierno y cumplimiento de sus fines.

Ahora que “los indignados” han tomado las calles -otros lo hicimos hace 25 años- y hoy se celebran elecciones viene muy a propósito que el concepto de Responsabilidad Social Política (RSP) y su desarrollo sea acogido en este ámbito. La solución no está en bipartidismo o pluripartidismo –que es algo accidental- sino en la calidad de los políticos y en saber definir muy bien la función política, sus fines y los medios que utiliza. Siendo, curiosamente, una de las funciones sociales más relevantes, parece como si se hubieran olvidado de los principios inspiradores del quehacer político: servir a la sociedad y perseguir el bien común de sus integrantes.

Si la empresa tiene como objetivo primario ganar dinero, el partido político tiene como su principal meta el gobernar. Lo que significa sacar el mayor número de votos. Ahora bien, junto a ese primer principio –cuyo cumplimiento le da permanencia en el tiempo- hay otros inseparables del primero como son la calidad, la honradez, la organización del trabajo, el salario justo etc. Cuando el primer principio –ganar dinero o ganar votos- se convierte en un absoluto, importan muy poco los medios que se empleen para llegar a el. De ahí nace el capitalismo agresivo y de ahí nacen mil formas de absolutismo. Pero no todo vale. Es necesaria esa responsabilidad social de la empresa y de la política. De lo contrario, su permanencia en el tiempo será limitada y sus efectos, mientras, dañinos.

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