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Lozadariel


Enviado por   •  24 de Diciembre de 2014  •  338 Palabras (2 Páginas)  •  148 Visitas

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—Es demasiado modesto, profesor. Lo sé todo sobre sus éxitos y estoy seguro de que, por mucho que lo niegue, es usted mejor que la media docena de expertos académicos y especialistas cuyos servicios contrata el Gobierno a veces. Estoy al corriente de lo que ocurrió con el hombre de Tejas, y de cómo le dio usted caza, y de la mujer en Georgia que trabajaba en la residencia para ancianos. Estoy al corriente del caso de los dos adolescentes de Minnesota y su pequeño club de asesinos, y de la barca que encontró usted en Springfield, no muy lejos de aquí. Es un villorrio de mala muerte, pero ni siquiera ellos se merecían lo que ese hombre les estaba haciendo. Fueron cincuenta, ¿verdad? Al menos, ésa es la cifra que usted consiguió que confesara. Pero hubo más, ¿verdad, profesor?

—Sí, hubo más. Dejamos de contar al llegar a cincuenta.

—Eran niños pequeños, ¿verdad? Cincuenta niños pequeños abandonados, que se pasaban el día en los alrededores del centro de juventud, que vivían en la calle y murieron en la calle. Nadie se preocupaba mucho por ellos, ¿no?

—Tiene razón —dijo Clayton en tono cansino—. Nadie se preocupaba mucho por ellos. Ni antes ni después de su asesinato.

—Estoy informado sobre él. Un ex asistente social, ¿verdad?

—Si dice que está informado, no tendría que preguntármelo.

—Nadie quiere saber por qué alguien comete un crimen, ¿no es así, profesor? Sólo quieren saber quién y cómo, ¿correcto?

—Desde que se aprobó la enmienda No Hay Excusas a la Constitución, es como usted dice. Pero es policía y debería saber esas cosas.

—Y usted es el profesor que aún conserva su viejo interés por el trasfondo emocional de los delincuentes; la obsoleta pero a veces desafortunadamente necesaria psicología criminal. —Martin aspiró a fondo—. El perfilista —dijo—. ¿No es así como debo llamarle?

—No le servirá de nada —repitió Clayton.

—El hombre que puede explicarme por qué, ¿verdad, profesor?

—Esta vez no.

El agente sonrió una vez más.

—Estoy al corriente de cada una de las cicatrices que esos casos le dejaron.

—Lo dudo —replicó Clayton.

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