Amar es todo

Amar es todo

        “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.”  1 Juan 4:8

Una de mis grandes interrogantes fue ¿Cómo lograr que un niño confíe en Dios? Es innegable que muchos niños crecen con sentimientos de desamor por el abandono afectivo de sus padres. La falta de amor los hace tímidos e inseguros, por consiguiente cuando van formando su propia personalidad sienten que no son amados ni comprendidos.

¿Cómo enseñarle a un  niño que Dios lo ama? Considerando que el aprendizaje de un  niño es concreto, teniendo en cuenta que algunos vienen de hogares  no cristianos y disfuncionales donde no tienen conocimiento del amor de Dios, sin olvidar también que la tecnología ha ocupado el lugar y los roles de los padres. En mi experiencia particular puedo decir que para lograr este objetivo, solo existe el método de Jesús, que es el amor.

Siendo que un niño es sensible al amor - porque se guía por afectos - comencé por interesarme en sus tristezas y alegrías propias de la familia o en sus logros y fracasos propios de su escuela. Tome por costumbre conversar con cada uno de ellos y con sus padres en forma espontánea, ya sea en casa o en la iglesia para ver de qué forma cada niño podía superar algo que iba a contribuir al desarrollo de su salud física mental y espiritual. De tiempo en tiempo los reuníamos en encuentros especiales por cualquier motivo para celebrar algunas de sus alegrías. Después de muchos meses de trabajo perseverante, los padres notaron algunos cambios en sus hijos porque hicimos un equipo con ellos, trabajamos junto con ellos para integrar algunos nuevos hábitos en el hogar. Puedo decirles con toda seguridad que llegue a amarlos tanto como si fueran mis hijos y sin hacer preferencias.

Paralelamente decidí enseñarles la Biblia en forma cronológica empezando con la creación, continuando con Adán y Eva, Caín y Abel, Noé, y así sucesivamente.  Cada historia estudiada de forma dinámica y gráfica, donde aparecían integradas las doctrinas de la iglesia, los indujo a conocer sobre el amor de Dios  y a confiar en Él, dejando grabado y reforzado en sus mentes y corazones, el mensaje de que nunca estarían solos, que hay un Dios que los ama y se interesa por ellos. De esta forma los niños llegaron a relacionar que las grandes bendiciones y la protección de Dios vienen por la obediencia a su Palabra.  Así, aprendieron a responder a la invitación de Dios. Decían “Yo amo a Jesús, quiero estar con Él, ¿Qué tengo que hacer? Sin embargo, había un obstáculo, los padres; algunos se oponían a que sus hijos se entreguen a Jesús. Vi muchas lágrimas y frustraciones en algunos pequeños. A pesar de todo, debíamos aprender todavía a tener mucha paciencia y perseverancia, cosa que para mí no era fácil, después de haber trabajado por mucho tiempo sembrando la Palabra en esos tiernos corazones. A menudo me preguntaba  ¿Qué pasó, qué hice mal? o ¿Qué me faltó? Pero entendí que todo tiene su tiempo. Llegó el año siguiente y tuve la dicha de ver a mis niños entregar sus vidas a Jesús, unos en semana santa, otros en semana de oración y otros en otras fechas posteriores.  

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