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El Hombree


Enviado por   •  11 de Octubre de 2012  •  430 Palabras (2 Páginas)  •  282 Visitas

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El hombre, en una primera aproximación, es el destinatario de la revelación y de la salvación que ésta anuncia y realiza, no su objeto directo. Pero, por otro lado, el conocimiento de Dios y de la salvación que en Cristo se nos ofrece nos descubre la definitiva vocación del ser humano, el designio de Dios sobre él, con una profundidad que de otro modo no nos hubiera sido nunca accesible. En este sentido el hombre, precisamente en cuanto destinatario de la revelación divina, se convierte también en objeto de la misma. Sólo a la luz de la salvación que Cristo nos trae descubrimos a qué estamos llamados y, por consiguiente, quiénes somos: "Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación". La revelación cristiana presupone el hombre y por tanto una cierta idea que éste tendrá de sí mismo; pero, por otra parte, la novedad de la encarnación del Hijo no puede dejar de enriquecer e iluminar esta visión. Por tanto, a partir de la revelación el cristianismo puede, y aun debe, reivindicar una noción propia del hombre, que en muchos aspectos coincidirá con la que ofrezcan la filosofía y las ciencias humanas y que deberá enriquecerse con sus aportaciones, pero que poseerá una irrenunciable originalidad. En este sentido hablamos de "antropología cristiana".

El hombre está llamado a servirse de la creación y a dominarla y es un ser eminentemente social, hecho para estar en comunión con los otros. Pero vivirá solamente si mantiene la relación con Dios, que lo ha creado y le ha comunicado su misma vida, y si es fiel a sus mandatos. Esto quiere decir que la relación con Dios es esencial al hombre y es aquella dimensión totalizante a partir de la que se articulan todas las demás.

En todos los seres vivos se produce una maduración, que consiste sólo en el desarrollo de las capacidades que ya posee, que no escapan al ciclo biológico de la decadencia. El hombre, en cambio, está llamado a alcanzar una forma perfecta que no está en su naturaleza sino en Cristo14. Por eso se habla del nacimiento a una nueva vida, que viene de Cristo y que es la vida del Espíritu. De este modo, la persona humana se hace «partícipe de la naturaleza divina, sin perder su condición, sino llevándola a la plenitud del hombre perfecto, Jesucristo. Él es el arquetipo o imagen perfecta que se corresponde con el designio de Dios para el hombre.

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