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La Anunciación

Valeahx0811 de Agosto de 2013

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Con este ensayo pretendo presentar el primer Misterio Mariano que envuelve la vida de la Madre de Jesús, María Santísima quien fue predestinada desde la antigüedad según el libro del Génesis, a ser la mujer que entraría en enemistad con la serpiente y la que más tarde es confirmada en el libro del Apocalipsis, “La que va dar a luz al que va a regir con cetro de hierro a las naciones”.

Remontémonos al libro de Isaías (Antiguo Testamento), en donde Dios nuestro Padre se dirigía a Ajaz Rey de Judá y a su pueblo, mediante el profeta para decirle, “Pide a Yahvé, tu Dios, una señal”, con el propósito de que el Rey Ajaz cambiara su política, Isaías ofrece esta señal: “Miren, la joven está embarazada y dará a luz un hijo y lo llamará con el nombre de Emanuel” que sería como garantía de una intervención divina que tendría lugar más tarde. Signo que debía ser prenda de salvación para Judá sin saber quién era esa joven que asumiría ese papal siglos después.

Pasó el tiempo y el clamor de Israel creció y pedía la llegada del Mesías, según ellos para que los liberara de la opresión de la esclavitud, de esa bota que le habían impuesto los romanos.

Al saber la noticia de que como sería engendrado el Mesías, muchas doncellas de esa época deseaban ser la madre, ellas pensaban en oro, palacios, riquezas, grandes fiestas. Y a otros les parecía que el Mesías no era otra cosa más, que un caudillo militar, que era lo que le convenía al pueblo de Israel para expulsar a los romanos.

Luego aparece una humilde sierva del Señor, de nombre Miriam (que en hebreo significa María) quien rezaba para que ocurriese el momento que Dios había proclamado, estaba esperando un tiempo grande, de gracia, un tiempo de Dios en el cual se tenía que orar intensamente para que se hiciera la divina voluntad del Todopoderoso.

María sentía dentro de su ser, que Dios Padre estaba esperando un sÍ de ella; el cual se lo dio, no quería que su voluntad se adaptara a sus gustos, sino ella a los gustos de Dios. La Virgen no entendía cómo iba a venir el Hijo de Dios y que más tarde éste, tuviera que padecer en nombre de todos, siendo él, inocente y nosotros todos culpables. Sabía que el Mesías sería entregado en sacrificio por nuestros pecados, como a uno de esos corderos que mataban en noche de Pascua.

María como mujer orante, en su humilde aposento y de rodillas, sentía el llamado que Dios estaba haciendo en su interior y esperaba algo más de ella.

Y fue cuando ocurrió en el silencio de la noche, aparece una luz brillante, naturalmente, el ángel Gabriel quien le dice: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo”; “No temas María, porque has hallado gracia delante de Dios, vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David; su Padre reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin”. María le dijo:” ¿Cómo ocurrirá esto, puesto que no conozco varón?”. Quizá el arcángel Gabriel vio duda en ella y le dice: “Mira, también Isabel tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y ya es el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios”. María con todo esto sentía tanta fuerza que le salieron las palabras del alma en aquel momento “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Entonces el ángel Gabriel se fue.

Con el sí de María se da el salto de la fe sin condiciones, para lo cual Dios solicita el sí libre de una mujer, de una joven. Que el Señor nos dé esa fuerza para decir como María, un sí generoso a todos sus llamados no importando el tiempo, el momento que él nos disponga.

María con su sí entregó su vida a lo divino y es y será modelo

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