Refletion

Gran parte de los datos y enseñanzas que conocemos acerca de la vida terrenal del Señor Jesucristo, los encontramos en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, y también en las epístolas escritas por el apóstol Pablo; en ellas vemos que el centro de su mensaje predicado era la figura de Cristo. Las enseñanzas de Jesús se centraron en las buenas noticias acerca del reino de Dios, durante su ministerio enseno que él era Jehová, el Señor de Israel (Juan 8:58), el unigénito, lo cual fue afirmado desde el cielo cuando se dijo: “Este es mi hijo amado, en quien me complazco, a El oíd” (Mateo 17:5). Jesús invito a los creyentes a que se arrepintieran de sus pecados, a aceptarlo como su Señor, su único Dios. Enseno una nueva forma de vida donde el amor a Dios y al prójimo era el gran mandamiento. El apóstol Pablo por su parte, describía al Señor, hijo, como la imagen de Dios (Hebreos 1:3, 2 Corintios 4:4); predico el evangelio de Jesús ayudado por la gracia y su propia reflexión; hizo énfasis en las implicaciones del evangelio para una mejor comprensión del misterio divino, y a su vez quiso mostrar sus consecuencias en la condición y el obrar de los hombres con fe y sin fe en Cristo. Enseno el concepto de conversión como el paso de la ignorancia a la fe, del pecado a la gracia, y de la ley de Moisés a la ley de Cristo. Pablo aporto nuevas revelaciones en áreas que Jesús no toco específicamente, (ejemplo: matrimonios mixtos, relaciones sexuales, etc.) Pero procedían del Espíritu Santo. El pensamiento de este apóstol se centró también en ensenar acerca de la resurrección de Cristo y su venida gloriosa, que trae la salvación de los que hayan creído en El. (1 Tesalonicenses 5:1-18).

Después de haber conocido y recibido estos maravillosos mensajes, es triste ver como aun gran parte de la humanidad se hace necia y rehúsa el conocer y aceptar a Dios como nuestro salvador, el cual nos enseno y nos confirmó a través de sus apóstol Pablo que Él nos brinda libertad para evitar el pecado, disfrutar del regalo del amor, hacer el bien y experimentar la bondad divina. Todo esto al tiempo que esperamos la gloria futura. Tanto las enseñanzas de Jesús como el apóstol Pablo, nos muestran con su propio ejemplo de vida que lo que vamos a recibir de parte de Dios supera con creces los padecimientos de estos tiempos.

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