Ergonometria
eriisell10 de Enero de 2015
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Realización de la prueba de esfuerzo
La prueba de esfuerzo comienza realmente cuando un
médico decide en la consulta ordenar la realización de
dicha prueba a un paciente determinado. Entonces le
explica en qué consiste el test, le entrega las normas de
preparación (véase la tabla 1), le describe los posibles
riesgos y le entrega el formulario de consentimiento
informado para que lo firme. Éste es el momento ideal
para que el paciente exprese sus dudas y se discutan las
posibles alternativas diagnósticas. Evidentemente, para
indicar la realización de la prueba de esfuerzo hay que
estar familiarizado con sus contraindicaciones absolutas
y relativas (véase la tabla 2).En la ergometría se pretende forzar el
corazón para ver cómo responde a un ejercicio creciente.
Evidentemente, la intensidad del ejercicio se adaptará a la
edad y la patología del paciente. Por ello, si la prueba se ha
indicado correctamente y es controlada por personal entrenado,
la probabilidad de complicaciones importantes es
muy baja.Cuando el enfermo llega al departamento de ergometría,
el equipo médico revisa la información clínica pertinente
y, si es necesario, realiza una breve exploración
clínica.Uno de los elementos diagnósticos fundamentales
de la prueba de esfuerzo es el análisis continuo del electrocardiograma,
de ahí la importancia de asegurar un buencontacto de los electrodos con el paciente. En el caso de
un varón, frecuentemente se debe rasurar el vello del tórax
y limpiar con alcohol la zona de la piel en la que se deben
implantar los electrodos
La colocación de éstos es muy
similar a la que tiene lugar en el electrocardiograma convencional
y sólo se diferencia en que los electrodos de los
miembros se trasladan al torso para minimizar los artefactos
del movimiento en la señal electrocardiográfica También el aparato registrador es muy parecido a
un electrocardiógrafo convencional, pero tiene una serie
de mejoras que hacen que el registro electrocardiográfico
permanezca estable a pesar del continuo movimiento del
paciente.Una vez que éste permanece conectado y su electrocardiograma
se está monitorizando, se comienza el
ejercicio.Durante la prueba de esfuerzo se vigila continuamente el electrocardiograma,
se toma de manera periódica la tensión arterial y se
observa el grado de cansancio del paciente Por supuesto, éste va comentando sus sensaciones (nivel
de cansancio, presencia de dolor torácico…) y si, por cualquier
motivo, desea interrumpir la prueba, hay que respetar
su opinión.De otro modo, la prueba se interrumpirá cuando el
paciente se encuentre bastante fatigado, aparezcan anomalías
clínicas relevantes (angina, alteraciones electrocardiográficas,
comportamiento anormal de la tensión arterial),
o cuando se alcance un nivel de esfuerzo suficiente
para el diagnóstico.
Un punto de especial interés es la frecuencia cardíaca
conseguida. Es sabido por todos que el organismo
responde al ejercicio aumentando la frecuencia cardíaca
y, si el ejercicio es suficientemente intenso, se alcanza la
frecuencia cardíaca máxima. Ésta es distinta en cada individuo,
pero puede estimarse aproximadamente (frecuencia
cardíaca máxima teórica) restando a la cifra de 220 el
número correspondiente a la edad del sujeto. La frecuencia
alcanzada influye mucho en el valor diagnóstico de la
prueba. En definitiva, da idea de hasta qué punto se ha
conseguido forzar el corazón. Si no se llega al 85% (frecuencia
cardíaca submáxima), la rentabilidad diagnóstica de la
prueba no es muy buena y se hablaría de prueba no concluyente.
Muchos pacientes cardiológicos están tomando
fármacos que disminuyen la frecuencia cardíaca. En estos
casos es habitual que ésta no llegue al objetivo deseado.
Una vez finalizado el ejercicio, se continuará vigilando al
paciente y analizando sus datos clínicos y electrocardiográficos
durante varios minutos.
La rapidez de recuperación de la frecuencia cardíaca
en los primeros dos minutos tras el ejercicio es un
buen indicador del estado cardiovascular del paciente, así
como un poderoso factor pronóstico.
Se ha señalado que la tensión arterial se mide perió-
dicamente durante la prueba de esfuerzo al menos una
vez en cada estadio al avanzar el ejercicio. Normalmente, la
presión sistólica aumenta significativamente al progresar el
ejercicio, mientras que la diastólica cambia poco. Se habla
de reacción hipertensiva al ejercicio cuando la tensión arterial
sistólica llega a 200 milímetros de mercurio (mm/Hg). En
numerosos hospitales, si la tensión arterial sistólica pasa de
230 mm/Hg o la diastólica excede los 110 mm/Hg, se suspende
la prueba. En el otro extremo, la falta de aumento
de la tensión arterial al progresar el ejercicio es un signo de
mala función cardíaca y un factor de mal pronóstico. El
descenso de 10 mm/Hg apreciado en la presión sistólica al
avanzar el ejercicio es un criterio suficiente para interrumpir
la prueba.
Ya se ha comentado que la indicación más frecuente de la
ergometría o prueba de esfuerzo es el diagnóstico de cardiopatía
isquémica o enfermedad coronaria (angina de
pecho, infarto de miocardio). Durante el ejercicio aumenta
el trabajo que realiza el corazón y, por tanto, sus requerimientos
de oxígeno. Si alguna arteria coronaria presenta
una estrechez significativa (estenosis), no podrá satisfacer
las crecientes necesidades metabólicas de la porción miocárdica
(del músculo cardíaco) que irriga, y si el ejercicio
continúa, esta área miocárdica llegará a estar isquémica. De
este modo, se pueden desencadenar las manifestaciones
clínicas de la isquemia o falta de aporte del flujo sanguíneo
al corazón (con dolor torácico tipo anginoso), así como las
alteraciones electrocardiográficas correspondientes.
Conviene recordar que la isquemia miocárdica
afecta al llamado segmento ST en el electrocardiograma
y que, según su duración e intensidad,produce descenso o elevación de ese segmento en la
prueba. En la figura 2 se han representado las posibles respuestas
del electrocardiograma normal (A) al ejercicio. La
respuesta fisiológica del corazón sano (B) se caracteriza por
un descenso del segmento ST con pendiente rápidamente
ascendente.
Se dice que una prueba de esfuerzo es negativa si no evidencia
anormalidades. Así, se habla de una prueba clínicamente
negativa si no aparece angina, y de una prueba
negativa si no se muestran cambios electrocardiográficos
diagnósticos. Evidentemente, una prueba clínicamente
positiva es aquella en la que aparece angina, y una prueba
electrocardiográficamente positiva es aquella en la que surgen
alteraciones electrocardiográficas significativas.
Tabla 1. Instrucciones para la realización de la
prueba de esfuerzo. El paciente deberá
acudir:
Duchado
Comido
Haciendo el tratamiento habitual
Con zapatillas cómodas para correr
Con falda o pantalón cómodos (si es mujer)
Con los informes médicos que se posean y la medicación que
se esté tomando
Tabla 2. Contraindicaciones de la prueba de esfuerzo
Absolutas Relativas
Angina inestable Lesión del tronco coronario principal
Arritmias no controladas Lesión valvular cardíaca significativa
Estenosis aórtica grave sintomática Alteraciones hidroelectrolíticas
Insuficiencia cardíaca no controlada Hipertensión grave
Embolia aguda de pulmón Miocardiopatía hipertrófica
Miocarditis aguda Alteraciones físicas o psíquicas que dificulten la realización
del test
Disección aórtica Bloqueo auriculoventricular de alto grado
Por supuesto, este dato podría expresarse, y de
hecho así se hace en algunas ocasiones, en unidades físicas
de potencia (vatios). Sin embargo, se emplea más frecuentemente
una unidad peculiar: el met. Esta medida (derivada
de metabolic equivalent) es el consumo de oxígeno
de una persona en reposo; así, si se dice de alguien que
tiene una capacidad de 12 mets en el ejercicio máximo, se
está expresando que es capaz de multiplicar por doce su
consumo de oxígeno basal.
La mayor parte de las veces no se suele medir el
consumo de oxígeno, sino que se deduce aproximadamente
a partir de la duración del ejercicio en un determinado
protocolo. Por ejemplo, un paciente que completa
nueve minutos del test de Bruce tiene una capacidad funcional
de 10 mets.
La prueba de esfuerzo puede realizarse a los pocos días de haber
sufrido un infarto de miocardio con un riesgo bajo; la edad no es
una contraindicación. La información que puede derivarse de la
prueba será muy útil para el manejo posterior de la paciente, e
incluso para orientarla
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