Autobiogafia
jp.Nucamendi2 de Julio de 2014
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AUTOBIOGRAFÍA
Qué difícil es echar una mirada a mi propia existencia y tratar de mirarme desde todos los ángulos, para escribir parte de mi vida y conjuntarla en un documento escrito que me sirva de reflexión tanto en lo personal, lo familiar y en lo profesional. Es en este último apartado donde creo debo de profundizar para que esta Autobiografía sea el medio que me permita como docente tomar conciencia de mi realidad cotidiana y comprender lo complejo de mi actuación, enmarcada dentro de un modelo didáctico, que se apoya en sus creencias, concepciones epistemológicas e ideológicas, concepciones sobre educación y enseñanza, que han guiado mi práctica educativa.
Este documento lo dividiré en cuatro apartados el primero denominado “de dónde vengo” en el que haré una breve narración de mis orígenes, el segundo apartado lo titulé “cómo me forme” que tocará los que considero puntos de inflexión que han marcado mi desarrollo profesional; en el tercer apartado lo llame “en dónde estoy” en el que intentaré hacer una revisión de mi posición actual y por último el cierre donde trataré de hacer una reflexión a manera de conclusión.
De dónde vengo
Soy el último de tres hermanos, vengo de una familia, en donde muchos de ellos son profesores, por ejemplo, mi padre, la hermana de mi madre, mis hermanas y seis de mis primos.
Mi infancia estuvo acompañada de varios primos, que llegaban del Rancho de mi abuelo, a vivir a casa de mis padres, para realizar sus estudios, pues no había escuelas cercanas en donde ellos vivían, por lo que mis tíos confiaban su formación a mis padres, en específico a mi madre quien no hacia distinción entre mis primos y sus hijos.
Recuerdo que después de llegar de clases, comíamos juntos, y posteriormente había que realizar la tarea, convirtiéndose la casa en una segunda escuela, en donde mi madre estaba al pendiente de que todos realizáramos la tarea. Además de que debíamos practicar la caligrafía, para mejorar la letra, lo cual en mi caso nunca funcionó, memorizar las tablas de multiplicar y realizar las operaciones aritméticas, que según el grado se hacían más complejas y, que nos corregía en caso necesario, repitiéndolas hasta estar correctas, frente a un pizarrón que mi padre compró para esta actividad.
Resulta imposible no recordar cuando alguno de nuestros maestros llamaba a mi madre para hacer alguna observación sobre nuestro comportamiento, primero sin titubear le daba la razón al profesor y al finalizar su visita, ella solía decir al profesor “maestro yo no me molestaré si tiene que corregirlo, al contrario se lo voy a agradecer”.
Mi paso por la secundaria y preparatoria me mostraron una gama extensa de modos de enseñar, de aprender y de estudiar, pues lo que predominaba, era la típica postura de estudiar para aprobar los exámenes, el resto del tiempo se lo dedicaba a hacer una cantidad exagerada de tarea, de cada una de las materias; tarea interminable y hasta cierto punto absurda, pues consistía en copiar de tal página a tal página, armar una maqueta, modelos a escala, repetir ejercicios de matemáticas, química, memorizar la tabla periódica de elementos, etc.
Esta etapa de mi educación se enmarca dentro de la escuela tradicional donde se privilegiaba, la repetición, la memoria, y con todos los rasgos del conductismo que permeó la formación de mi generación. Desde la noción de Paulo Freire, sería la concepción de la educación bancaria donde el sujeto de la educación es el educador, el cual conduce al educando en la memorización mecánica de los contenidos. Los educandos son así una suerte de "recipientes" en los que se "deposita" el saber. El educador no se comunica sino que realiza depósitos que los discípulos aceptan dócilmente. El único margen de acción posible para los estudiantes es el de archivar los conocimientos.
Dentro de toda esta etapa también me resulta importante recordar la educación que mis padres inculcaron en mi forma de ser; mis padres me enseñaron a ser justo, a aceptar errores, y repararlos, a comprometerme, a ayudar al que lo necesita, a saber escuchar, a respetar a los mayores, etc. Pero no sólo de palabra sino con el ejemplo que es el que verdaderamente educa. Y es aquí cuando estos significantes flotantes adquieren el sentido que trato de transmitir “el de una buena educación en el hogar” o como se diría actualmente una educación en valores.
Cómo me formé
Para G. Ferry (1996) la formación es algo que tiene relación con la forma, formarse es adquirir cierta forma. La formación es completamente diferente a la enseñanza y el aprendizaje, estos elementos forman parte del soporte de la formación pero la formación, su dinámica, este desarrollo personal consiste en encontrar formas para cumplir con ciertas tareas, para ejercer un oficio, una profesión, un trabajo.
La construcción del camino hacia lo que consideré como una meta y que se funda en ese deseo de ser médico y que desde niño manifestaba, se fue alimentando de vivencias que contribuyeron a alcanzarlo, tienen que ver lo que en mi contexto significaba ser médico pues el único referente en mi familia era un tío paterno con especialidad en pediatría, la otra noción de ser médico la asociaba con una imagen de alguien muy respetado, admirado, que encarnaba el éxito; y considero fue decisivo en mi elección de carrera.
Al concluir la preparatoria, para poder continuar estudiando la carrera universitaria se presentó una situación familiar y la opción que mi padre me dio fué la de trasladarme a la ciudad de Oaxaca, a casa del hermano menor de mi padre, y así lo hice, presente examen de admisión en la facultad de medicina de la UABJO (Universidad Autónoma Benito Juárez” de Oaxaca) en donde fuí aceptado e inicié los estudios; debo confesar que a pesar de haber tenido un promedio alto en la preparatoria, el primer año de la carrera representó todo un reto pues fué como aprender un nuevo idioma, una nueva forma de vida y una nueva forma de relacionarse tanto con los compañeros como, con los profesores.
De esta etapa, acude a mi memoria la imagen de Dr. Méndez León, quien me impartió la clase de Anatomía Humana; persona de edad avanzada, que hacía de su clase todo un ritual, pues todo el salón en silencio esperaba ver, a quien elegiría para iniciar la clase, la cual consistía en repetir de memoria el nombre del hueso que revisábamos en esa clase, como estaba conformado, detallar un sinnúmero de características del hueso en cuestión, sus epífisis, diáfisis, apófisis, impresiones, canales, orificios, con que huesos se articula, que músculos se insertan en el, que arterias, venas, linfáticos y nervios lo atraviesan, o son sus referentes, etc. Y si en un punto no recordabas algo, airadamente te decía, ¿por qué no estudió?, ¿cuánto tiempo está durmiendo? y yo respondía maestro estoy durmiendo 3 horas al día, y él con una expresión de molestias me decía, está durmiendo demasiado; no tenia opción de argumentar que había que estudiar además de su materia, bioquímica, histología, embriología, antropología, bioestadística, introducción a la práctica médica, etc.
Contradictorio me resultaba que el Dr. Méndez León fuera uno de las consideradas vacas sagradas en la facultad, pues había ostentado los cargos de mayor peso y había sido, maestro de muchos médicos, que fueron también profesores míos. Era considerado un honor que fuese tu maestro.
Difícil no recordar a Dr. Rivas Hurtado, cardiólogo excelente, posgraduado en Houston, que para la sociedad médica Oaxaqueña encarnaba la imagen del médico moderno, autosuficiente, ya que en ese momento era el más cotizado de los cardiólogos. Situación muy distinta como maestro pues era arrogante, se burlaba de sus colegas, insultaba a los alumnos y lo que menos le interesaba era nuestra formación. Siempre recurría a la frase de que a la clase solo se viene a aclarar dudas, la medicina se basa en ser autodidacta, si no pueden abandonen la carrera que esta no es para ustedes.
Pienso que las lógicas articulatorias que atravesaron la manera de enseñar y formar de estos Maestros se encuentran inmersas dentro de ese enfoque tradicional que Stones y Morris (1972), Kirk (1996) y Elliott (1989) identifican en la formación y el desarrollo profesional del docente como la responsable junto con la perspectiva academicista de la forma en que se concibió la profesión docente durante muchos decenios, y aunque sus planteamientos teóricos parezcan obsoletos siguen siendo un enfoque vivo que ejerce notable influencia en el pensar común de la sociedad y en el pensar y hacer de los propios maestros. Indudablemente con una carga de conductismo manejado podríamos decir dentro de ese currículo, en ocasiones tácito y en otras oculto pero que marca una barrera entre el alumno y el maestro.
Situación contraria pues a quienes hasta hoy admiro son a mis maestros de Anatomía patológica la Dra. Rosa María Levy y el Dr. Eduardo Ekdesman, de nacionalidad argentina y de ascendencia judía, formados en Israel, quienes llegan a México como refugiados durante la dictadura militar de su país y se nacionalizaron mexicanos, con estos dos personajes era una delicia estar en su clase, pues tenían un estilo muy bien definido que las cosas tan complejas que habíamos leído y vuelto a leer y no comprendíamos, durante la clase nos la hacían tan sencillas y entendibles. Había siempre la disposición de escuchar, aclarar, nos daban referencias para completar lo estudiado, estimulaban nuestra participación e integraban la práctica que ellos la denominaban “museo
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