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Avestrus


Enviado por   •  16 de Octubre de 2014  •  Tesis  •  3.077 Palabras (13 Páginas)  •  229 Visitas

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el ave mas miedosa del mundo por ocultar su cabeza en la tierra

ncuenta años —los diez grandes tomos de la Historia moderna de México (1955-1972) con que buscó captar y explicar la historia política, económica y social del régimen liberal que se inició con Juárez y concluyó con la caída de Díaz—, surgió no como un mero proyecto académico sino como un intento muy personal de dar respuesta a una pregunta "angustiada": ¿cómo explicar que el régimen que sustituyó al porfirista, es decir, el revolucionario, que tanta sangre y destrucción costó, hubiera terminado por convertirse en poco tiempo en un neoporfirismo?1 El origen del fracaso de la Revolución debía encontrarse en su antítesis, en el Porfiriato. Y el fracaso del Porfiriato en algún punto de su brillante antecedente: la República Restaurada.

La angustia, disgusto y decepción de Cosío Villegas con la vida cívica del México de su tiempo surgió de constatar que a menos de tres lustros de haber concluido el gobierno del general Lázaro Cárdenas, el país estaba ya dominado por un "neoporfirismo". La reacción inicial de Cosío a esa afrenta se dio en el terreno del ensayo y la crítica moral, es decir, en su célebre "La crisis de México" (1947).2

"La crisis" fue, a la vez, una descripción y una explicación del fracaso de la Revolución Mexicana para cumplir con sus promesas fundamentales de justicia social y democracia política. El escrito tuvo un impacto inmediato porque fue una condena implacable de la clase política revolucionaria en su conjunto, por no haber sabido o querido estar a la altura de las circunstancias que le exigió la historia y haber sucumbido a la corrupción en gran escala propiciada por una estructura política basada en la irresponsabilidad y la impunidad de una presidencia sin contrapesos.

Del ensayo —la condena moral— Cosío pasó a la explicación de fondo: a la investigación del origen histórico del "mal de la época": de las razones que hicieron que lo que había empezado bien —la República Restaurada— terminara mal —el Porfiriato— y siguiera mal —la posrevolución.

A Cosío Villegas le cuadró explicar los grandes procesos políticos nacionales enfocándolos desde arriba, desde las élites. Él mismo se hizo cargo de la redacción de los tomos de la vida política interna y externa y dejó a otros los relacionados con la historia social y la económica. En el enorme relato que don Daniel hace del proceso político nacional de fines del siglo XIX e inicio del XX, el pueblo sólo aparece como un telón de fondo de las decisiones, acciones y omisiones de los pocos que realmente tenían opciones: los presidentes, sus secretarios de Estado, los gobernadores, generales, legisladores, jueces, caciques, más un puñado de intelectuales y escritores. Ellos eran los que estaban en la posibilidad de ejercer una libertad, relativa pero suficiente, en el campo del poder.

La élite de la República Restaurada le pareció a Cosío un conjunto de "gigantes" con los que él se identificó desde entonces y hasta el final. Sin embargo, esos gigantes durarían poco y serían sustituidos por uno solo: el presidente "necesario", Díaz, el político hábil que nunca supo o quiso estar a la altura de su desafío, modernizar a México no sólo en lo material sino en lo político, es decir, en su espíritu cívico. Ahí falló rotundamente.

Ya otros han hecho el análisis detallado de la monumental Historia moderna, es decir, del liberalismo mexicano hecho sistema de gobierno y poder.3 Tras cerrar el examen del régimen porfirista, el esfuerzo intelectual y organizativo de Cosío Villegas se dirigió naturalmente a la etapa siguiente, a examinar el fracaso del nuevo régimen. Sin embargo, a la elaboración de la Historia de la Revolución Mexicana4 —un periodo que él mismo había vivido de cabo a rabo— Cosío ya no le dedicó la misma energía que a la etapa anterior: no podía y, además, ya sabía su secreto, ya no representaba un reto intelectual. Se contentó, pues, con organizar y dirigir el proyecto desde una cierta distancia, al igual que el de la Historia general de México y la Historia mínima de México. Sin embargo, la idea seguía siendo la original: descubrir, describir y explicar la ausencia de una vida cívica digna en México.

En los que serían sus últimos años, Cosío, además de supervisar el avance de la investigación sobre la historia de la Revolución, decidió volver al ensayo e intentar un diagnóstico muy personal sobre la última etapa del "mal de la época": el presidencialismo. En realidad, don Daniel ya estaba en eso a partir del fatídico 1968 —el Tienanmen mexicano— mediante su ensayo semanal en las páginas del Excélsior de Julio Scherer. De ese ensayo periodístico pasó al ensayo de fondo con la redacción de una tetralogía sobre la situación política mexicana de los años setenta.

Para ese momento el sistema político posrevolucionario había dejado atrás el "periodo clásico" y había empezado a entrar en el de su decadencia. Los indicadores estaban ahí: el 68 y las guerrillas rurales de Guerrero y las urbanas del Distrito Federal o Monterrey, el caos fiscal del "neopopulismo", la inflación, el déficit externo, la pésima distribución del ingreso; en una palabra, la crisis del "desarrollo estabilizador".

Cosío Villegas, en su calidad de crítico liberal, enfocó sus baterías en lo que él llamó "el estilo personal de gobernar" de Luis Echeverría. Para entonces Cosío había logrado una relación cercana con su "objeto de estudio": el presidente y varios miembros del "primer círculo del poder" —Porfirio Muñoz Ledo, Mario Moya Palencia, Fausto Zapata y Jesús Reyes Heroles—, y sólo su arraigada independencia impidió que ese contacto con un poder peligroso y tóxico para otros intelectuales terminara en cooptación. La tensa relación personal de Cosío con Echeverría y los suyos permitió al escritor ver de cerca a la presidencia autoritaria y lanzar con mejor efecto los dardos de la crítica. La situación terminó por irritar al "objeto de estudio", que si bien por un lado le hizo objeto de deferencias, por otro alentó la publicación de críticas anónimas y bajas contra el crítico público.5

Fue en esas condiciones que Cosío demandó un cubículo en El Colegio de México y un fluir hacia él de material de la Hemeroteca Nacional —en la Historia moderna la consulta de la prensa había sido fundamental—, para elaborar su análisis de la etapa final del régimen posrevolucionario mexicano. En 1972 apareció El sistema político mexicano, en 1974 El estilo personal de gobernar y en 1975 La sucesión

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