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Avestrus

xuaxumiraTesis16 de Octubre de 2014

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el ave mas miedosa del mundo por ocultar su cabeza en la tierra

ncuenta años —los diez grandes tomos de la Historia moderna de México (1955-1972) con que buscó captar y explicar la historia política, económica y social del régimen liberal que se inició con Juárez y concluyó con la caída de Díaz—, surgió no como un mero proyecto académico sino como un intento muy personal de dar respuesta a una pregunta "angustiada": ¿cómo explicar que el régimen que sustituyó al porfirista, es decir, el revolucionario, que tanta sangre y destrucción costó, hubiera terminado por convertirse en poco tiempo en un neoporfirismo?1 El origen del fracaso de la Revolución debía encontrarse en su antítesis, en el Porfiriato. Y el fracaso del Porfiriato en algún punto de su brillante antecedente: la República Restaurada.

La angustia, disgusto y decepción de Cosío Villegas con la vida cívica del México de su tiempo surgió de constatar que a menos de tres lustros de haber concluido el gobierno del general Lázaro Cárdenas, el país estaba ya dominado por un "neoporfirismo". La reacción inicial de Cosío a esa afrenta se dio en el terreno del ensayo y la crítica moral, es decir, en su célebre "La crisis de México" (1947).2

"La crisis" fue, a la vez, una descripción y una explicación del fracaso de la Revolución Mexicana para cumplir con sus promesas fundamentales de justicia social y democracia política. El escrito tuvo un impacto inmediato porque fue una condena implacable de la clase política revolucionaria en su conjunto, por no haber sabido o querido estar a la altura de las circunstancias que le exigió la historia y haber sucumbido a la corrupción en gran escala propiciada por una estructura política basada en la irresponsabilidad y la impunidad de una presidencia sin contrapesos.

Del ensayo —la condena moral— Cosío pasó a la explicación de fondo: a la investigación del origen histórico del "mal de la época": de las razones que hicieron que lo que había empezado bien —la República Restaurada— terminara mal —el Porfiriato— y siguiera mal —la posrevolución.

A Cosío Villegas le cuadró explicar los grandes procesos políticos nacionales enfocándolos desde arriba, desde las élites. Él mismo se hizo cargo de la redacción de los tomos de la vida política interna y externa y dejó a otros los relacionados con la historia social y la económica. En el enorme relato que don Daniel hace del proceso político nacional de fines del siglo XIX e inicio del XX, el pueblo sólo aparece como un telón de fondo de las decisiones, acciones y omisiones de los pocos que realmente tenían opciones: los presidentes, sus secretarios de Estado, los gobernadores, generales, legisladores, jueces, caciques, más un puñado de intelectuales y escritores. Ellos eran los que estaban en la posibilidad de ejercer una libertad, relativa pero suficiente, en el campo del poder.

La élite de la República Restaurada le pareció a Cosío un conjunto de "gigantes" con los que él se identificó desde entonces y hasta el final. Sin embargo, esos gigantes durarían poco y serían sustituidos por uno solo: el presidente "necesario", Díaz, el político hábil que nunca supo o quiso estar a la altura de su desafío, modernizar a México no sólo en lo material sino en lo político, es decir, en su espíritu cívico. Ahí falló rotundamente.

Ya otros han hecho el análisis detallado de la monumental Historia moderna, es decir, del liberalismo mexicano hecho sistema de gobierno y poder.3 Tras cerrar el examen del régimen porfirista, el esfuerzo intelectual y organizativo de Cosío Villegas se dirigió naturalmente a la etapa siguiente, a examinar el fracaso del nuevo régimen. Sin embargo, a la elaboración de la Historia de la Revolución Mexicana4 —un periodo que él mismo había vivido de cabo a rabo— Cosío ya no le dedicó la misma energía que a la etapa anterior: no podía y, además, ya sabía su secreto, ya no representaba un reto intelectual. Se contentó, pues, con organizar y dirigir el proyecto desde una cierta distancia, al igual que el de la Historia general de México y la Historia mínima de México. Sin embargo, la idea seguía siendo la original: descubrir, describir y explicar la ausencia de una vida cívica digna en México.

En los que serían sus últimos años, Cosío, además de supervisar el avance de la investigación sobre la historia de la Revolución, decidió volver al ensayo e intentar un diagnóstico muy personal sobre la última etapa del "mal de la época": el presidencialismo. En realidad, don Daniel ya estaba en eso a partir del fatídico 1968 —el Tienanmen mexicano— mediante su ensayo semanal en las páginas del Excélsior de Julio Scherer. De ese ensayo periodístico pasó al ensayo de fondo con la redacción de una tetralogía sobre la situación política mexicana de los años setenta.

Para ese momento el sistema político posrevolucionario había dejado atrás el "periodo clásico" y había empezado a entrar en el de su decadencia. Los indicadores estaban ahí: el 68 y las guerrillas rurales de Guerrero y las urbanas del Distrito Federal o Monterrey, el caos fiscal del "neopopulismo", la inflación, el déficit externo, la pésima distribución del ingreso; en una palabra, la crisis del "desarrollo estabilizador".

Cosío Villegas, en su calidad de crítico liberal, enfocó sus baterías en lo que él llamó "el estilo personal de gobernar" de Luis Echeverría. Para entonces Cosío había logrado una relación cercana con su "objeto de estudio": el presidente y varios miembros del "primer círculo del poder" —Porfirio Muñoz Ledo, Mario Moya Palencia, Fausto Zapata y Jesús Reyes Heroles—, y sólo su arraigada independencia impidió que ese contacto con un poder peligroso y tóxico para otros intelectuales terminara en cooptación. La tensa relación personal de Cosío con Echeverría y los suyos permitió al escritor ver de cerca a la presidencia autoritaria y lanzar con mejor efecto los dardos de la crítica. La situación terminó por irritar al "objeto de estudio", que si bien por un lado le hizo objeto de deferencias, por otro alentó la publicación de críticas anónimas y bajas contra el crítico público.5

Fue en esas condiciones que Cosío demandó un cubículo en El Colegio de México y un fluir hacia él de material de la Hemeroteca Nacional —en la Historia moderna la consulta de la prensa había sido fundamental—, para elaborar su análisis de la etapa final del régimen posrevolucionario mexicano. En 1972 apareció El sistema político mexicano, en 1974 El estilo personal de gobernar y en 1975 La sucesión presidencial y La sucesión: desenlace y perspectivas. Se trató, a la vez, de un análisis de coyuntura y de un juicio severo de toda la posrevolución, aunque acojinado por un lenguaje de doble o triple intención. Fue ese un ejercicio de crítica que puso en el centro de la mira a un presidente todavía en pleno dominio de un poder autoritario. El riesgo era mucho, pero resultó superior el atractivo de la empresa: emplear el estudio del poder para demostrar a la clase política el poder del estudio.

Los cuatro pequeños libros de la editorial Joaquín Mortiz, donde Cosío Villegas plasmó su visión del sistema de poder nacido de la Revolución Mexicana y que alcanzó su madurez tras la Segunda Guerra Mundial e inició su descomposición en los años sesenta, no fueron muy bien recibidos por los "profesionales" del análisis político de la época, pero resultaron un éxito de librería. La izquierda, que dominaba el ámbito académico, no reconoció la utilidad ni la legitimidad de un enfoque liberal, que usaba un lenguaje comprensible y se centraba en la personalidad del presidente y sus colaboradores, en vez de poner el acento en los conceptos del marxismo y en la lucha de clases y las contradicciones insalvables del capitalismo mexicano. Por su parte, la politología estructural funcionalista tampoco gustó del lenguaje directo y casi sin aparato teórico, y por lo mismo no le concedió el valor que le dio entonces a, digamos, el análisis harvardiano de Roger D. Hansen y a otros similares provenientes de la academia extranjera.6 Sin embargo, el público ilustrado, el público ciudadano de clase media, leyó bien las obras porque, entre otras cosas, reflejaban sus preocupaciones y le resultaban comprensibles.

Si Cosío centró su análisis en la...

Si Cosío centró su análisis en la presidencia y el presidente fue porque no veía viable ni conveniente la ruta armada hacia el cambio. Tampoco observó signo alguno que le permitiera considerar a las urnas como clave del cambio. Así, sólo la reforma desde dentro y desde arriba parecía ofrecer alguna posibilidad, aunque remota, de salir del callejón histórico.

En el primer libro de la tetralogía, El sistema político mexicano, Cosío Villegas define muy a su estilo al sistema político posrevolucionario: "se trata de una Monarquía Absoluta Sexenal y Hereditaria por Línea Transversal".7 El trasfondo de esa obra es el 68 y por ello plantea que el problema central de México era que desde hacía tiempo "la vida pública" no era pública. La cerrazón se había iniciado justamente a partir del nacimiento del PRI en 1928, pero después del cardenismo se había

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