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P. ¿La gente sabe amar o, en general, sufre más de lo que goza?

R. Cuando uno ama bien, uno disfruta el amor; es una experiencia, diría, casi trascendente. Pero cuando uno ama mal, uno termina en la profundidad de los infiernos. Uno sufre y sufrir por amor tiene una gran desventaja en nuestras culturas y sobre todo en la occidental, porque la depresión se santifica y sufrir por amor convierte a la persona en una especie de heroína o héroe. Entonces, yo pienso que el amor sano, el amor en el cuál la dignidad no está en juego, el amor digno, el amor democrático, el amor justo, el amor que te hace crecer, que le hace bien a tu vida, ese amor, es un amor gratificante. Pero eso no ocurre en toda la gente porque nos están educando con la idea que el amor lo justifica todo, que el amor está por encima de todos los valores, por encima de los derechos humanos, que el amor es casi que Dios. Entonces, cuando entramos a una relación con esas concepciones y esos mitos, entramos a la irracionalidad del amor, que es la incapacidad de renunciar a una relación cuando debe hacerse. ¿Y cuándo debo hacerlo? Cuando mi dignidad está en peligro.

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