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El Patetarro


Enviado por   •  29 de Mayo de 2013  •  Ensayos  •  1.107 Palabras (5 Páginas)  •  259 Visitas

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♥☻ EL PATETARRO ☻♥

El Patetarro

La historia dice que el patetarro acostumbraba entrar todas las noches a las fincas para robarse las gallinas. Los dueños de las fincas pensaban que se trataba de un tigre o un perro salvaje y una noche esperaron a que llegara el animal para cazarlo; estuvieron un buen rato y cuando ya la noche estaba bien oscura, oyeron el alboroto de las gallinas, corrieron a capturar el animal, pero del gallinero salió un hombre que, del afán, metió un pie en el balde del estiércol de guadua por eso tiene un pie podrido el cual tiene un espantoso olor, además tiene un liquido blanco que sale del tarro el cual deja regado por donde va pasando , y salió corriendo Fue así como desde entonces en venganza deambula por el campo arruinando las cosechas, traduciendo inundaciones y mas desastres naturales, se dice que aparece en entidad masculina o femenina, cuando termina sus fechorías hace una risa y unos gritos perversos, se dice que aparece en Antioquia pero también en el Choco entre los mineros.

Su presencia es anunciada con el aullido de los perros, el movimiento de los árboles huracanados y el risar intenso de la hojarasca.

En la época de la Conquista, en que la ambición de los colonizadores no solo consistía en fundar poblaciones sino en descubrir y someter tribus indígenas para apoderarse de sus riquezas, salió de Santa Fe una expedición rumbo al río Magdalena. Los indios guías descubrieron un poblado, cuyo cacique era un joven fornido, hermoso, arrogante y valiente, a quien los soldados capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador. Este lo abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por no entender español, sino por la ira que lo devoraba.

El capitán en actitud altiva y soberbia, para castigar el comportamiento del nativo ordenó amarrarlo y azotarlo hasta que confesara dónde guardaba las riquezas de su tribu, mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del sector. La hija del avaro castellano estaba observando desde las ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble.

Tan pronto salió su padre, fue a rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía aceptarla el vil soldado porque conocía perfectamente el carácter enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora.

La joven española de unos quince años, de ojos azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más parecía una capa de artiseda amarilla por la finura de su pelo. La bella dama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por la estructura hercúlea de aquel ejemplar semisalvaje.

Cuando quedó libre, ella se acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo por el sendero, iternándose entre la espesura del bosque. El aturdido indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miro en sus ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de sus pocetas, puros como la florecillas de su huerta.

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