El celular
jonson94Informe4 de Mayo de 2013
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Gramática escolar
El celular, aunque también las computadoras, y ni que hablar las netbooks [IV] alteran de manera importante el paisaje cotidiano de las escuelas. Es probable que algo de ello haya ocurrido con la calculadora en su momento, aunque sería más apropiado compararlo con el impacto y revolución que produjo el libro cuando entró en la escuela. Se trata de tecnologías que interpelan y perturban los cimientos sobre los que se construyen las relaciones pedagógicas en las escuelas.
Hay algo que se conoce como gramática escolar [V]y que permite explicar que es la escuela y porqué funciona de una manera y no de otra. Quiero decir que esta forma de ser de la escuela tiene que ver con una particular división del tiempo, de distribución del espacio, de los alumnos en las aulas, del uso de los objetos, del valor de las calificaciones escolares, del fraccionamiento del conocimiento en varias materias, entre otras cosas. Es una manera de organizar la escuela que se ha ido sedimentando a lo largo de los años, y es percibida como la única posible. Esta gramática escolar nos ayuda a entender porque existe tanta resistencia a los cambios. La idea de gramática se toma prestada porque nos recuerda a la forma de organizar la comunicación verbal. Más precisamente lo que se quiere decir es que cuando hablamos no estamos atentos a la gramática del lenguaje, del mismo modo que no somos conscientes de la gramática escolar cuando actuamos en las escuelas. Es decir, esas reglas no necesitan ser demasiado conocidas para poder operar eficazmente. Allí reside su mayor fortaleza, y en especial si necesitamos comprender la manera en que la escuela tiende a conservar y a reproducir el estado actual de las cosas. No se trata entonces tanto de un conservadurismo consciente sino más bien de hábitos y prácticas institucionales que no se ponen bajo sospecha y una poderosa creencia cultural que la escuela debe ser así y no de otra manera.
La gramática escolar pone en evidencia la dificultad de generar cambios en el territorio de la escuela. Dificultad que no significa imposibilidad, sino que nos advierte que los cambios deben darse acompañados de una serie de condiciones del contexto, de las instituciones y de las personas. Y que además en la escuela, así como en otros procesos culturales los cambios son más lentos que en otras esferas de la vida social. Y más aun cuando nuestro medioambiente está atravesado por el imperativo de la velocidad, el zapping y el consumo del llame ya!
Teniendo en cuenta lo antedicho es probable anticipar diversas formas de resistencias que se activan frente a todo tipo de cambio que intenta poner en cuestión o alterar el estado de cosas de las escuelas.
¿Escolarizar al celular?
En la historia del sistema educativo hemos sido testigos de una tendencia dominante a escolarizar algunas prácticas u objetos que por fuera de la escuela funcionan de otra manera. Probablemente aquella fuerza conservadora de la gramática escolar junto a ciertos modos de clasificar y ordenar, propios de la cultura escolar, constituyan dispositivos de encorsetamiento.
Es así como la escuela, como otras instituciones modernas, esta cruzada por una permanente tensión entre el cambio y la conservación. Que las cosas sean así o que puedan ser de otro modo. Si se escolarizan en clave conservadora, disciplinando todo aquello que ingresa para que se amolde al status quo, o arriesgarse a escolarizar en una versión más emancipadora, asumiendo los riesgos y la incomodidad de aquello que porta lo nuevo cuando entra sin tanto permiso, “jaqueando” ese “aquí siempre se hizo así”.
El ingreso de las computadoras en la escuela nos ayuda a ejemplificar esta disputa. En muchos casos, pasan a formar parte de lo que se denomina laboratorio de informática, pero se parecen mucho menos a un ámbito para explorar
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