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Lo Tuyo Y Lo Mio


Enviado por   •  24 de Abril de 2012  •  452 Palabras (2 Páginas)  •  408 Visitas

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LO TUYO Y LO MIO *

Cuando la señora llego a la estación, le informaron que su tren se retrasaría aproximadamente uno hora. Un poco fastidiada, se compro una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un bancó en el andén central y se sentó, preparada para la espera. Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiro la mano tomo el paquete de galletas, lo abrió y empezó a comer. La señora se molesto un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomo el paquete, saco una galleta y se la comió mirando fijamente al joven. Como respuesta, el joven tomo otra galleta y, mirando a la señora a los ojos, se la llevo a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente. El dialogo de miradas y sonrisas continuo entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez mas sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que solo quedaba una galleta, y pensó: “no podrá ser tan caradura”, mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargo la mano, tomo la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera del banco. ¡Gracias! Dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta. De nada contesto el joven sonriendo, mientras comía su mitad. Entonces el tren anuncio su partida. La señora se levanto furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “! Que insolente y mal educado! ¡Que será de nuestro mundo ¡” De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedo estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto

Cuantas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones. Cuantas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad. Por lo general nos inquietamos por eventos que no son reales y nos atormentamos con problemas que tal vez nunca van a ocurrir. Dice un viejo proverbio: “peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente ; pero siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera”

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