Mayakoba

Mayakoba se inició con algunos giros excepcionales del destino probablemente. OHL adquirió su primer terreno en la Riviera Maya a finales de 1980. En ese momento, OHL era una compañía puramente de construcción y las costas al sur de Cancún estaban en subdesarrollo. Durante los años noventa OHL empezó a diversificar

sus operaciones al mismo tiempo que el tranquilo pueblo pescador de Playa del Carmen y sus alrededores cobraba vida como un destino turístico. OHL aún no estaba interesado en desarrollar su propiedad. En 1995, la compañía tenía la intención de visitar la propiedad y encontrar un comprador, pero se fascinaron con el azul del cielo y el mar y los profundos verdes del manglar así exploraron mejor su valor. OHL redirigió sus esfuerzos e invirtió un año y un millón y medio de dólares para convertir este lugar en algo ‘sensacional y singular.’

¿Qué se podía hacer con 590 acres de manglar y jungla que tenía una costa relativamente pequeña, con medio kilómetro de longitud? El Arquitecto Mexicano Mario Lazo, admirado por su trabajo en resorts y hoteles en la costa del pacífico, fue contratado para diseñar el plan maestro de este sitio. Con un grupo de doce personas incluyendo ingenieros, arquitectos, biólogos, hidrólogos y expertos de marketing en turismo y diseñadores acamparon en el terreno por semanas, caminando, conociendo la flora y fauna y especulando las posibilidades. Para complicar las cosas un poco más, el gobierno mexicano impuso una fuerte lista de restricciones en cuanto a la preservación de los manglares.

La manera antigua de como se había construido en Cancún había sido un gran muro de 22 pisos sobre la playa. Eso era imposible, no solo por los controles de gobierno y la filosofía “verde” de nuestro equipo: “Dejemos que el sitio sea lo que desee. La naturaleza es sabia, y no puedes negociar con eso.” En lugar de luchar contra la naturaleza ellos re-definieron la definición de un resort en el caribe. En lugar de una tira delgada de construcción muy densa en la playa, se introducen una serie de lotes de 10 a 15 hectáreas cada una. Se abriría la selva para que la brisa del Caribe Mexicano flotara a través de la tierra y enlazar en ella un campo de golf que explora los distintos paisajes de la selva y playa. La conexión de cada hotel al mar seria a través de un club de playa. Fue una brillante solución que utiliza todo el espacio en vez de una pequeña fracción, vivificando y animando la conocida zona muerta detrás de la playa, y preservar las dunas, los manglares y los arrecifes de coral para las futuras generaciones.

La redefinición de los diseñadores de la localidad planteo otro problema. ¿Cómo se moverían los visitantes a través de este paisaje tan rico y en constante cambio? La respuesta, nuevamente, vino de la naturaleza. Yucatán no tiene ríos en la superficie, pero una gran red de aguas subterráneas que corren cerca de la

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