ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Mosa


Enviado por   •  25 de Abril de 2014  •  Informes  •  574 Palabras (3 Páginas)  •  157 Visitas

Página 1 de 3

Atareado estaba en uno de esos tan naturales escarceos, donde tanto papel juegan las manos, cuando —por movimiento del azar— golpeó un mosaiquito verde de los que enlosaban el alféizar de la ventana. Fue grande sorpresa para ambos ver que el mosaiquito, mal ensamblado, levantábase por un extremo al ser presionado por el otro.

Enrique, como consecuencia de la natural curiosidad, propúsose levantarlo totalmente e hízolo sin grandes esfuerzos.

Como si hubiera sido una idea ya pensada y repensada, se le ocurrió la de usar el mosaiquito a guisa de buzón donde depositar sus misivas amorosas.

Inmediatamente díjole a Luisa, iluminando sus ojos la alegría del descubrimiento:

—¡Mira, Luisa! ¿Qué te parece si lo usamos para meter nuestras cartas? Imagínate, aquí nadie puede encontrarlas. ¿No te parece?

Luisa observó por un momento el mosaiquito y preguntó dudosa:

—¿Y, tú crees que sirva?

—¿Cómo? —exclamó Enrique—. Pero fíjate para que veas. —Y acompañando sus palabras de los gestos necesarios, prosiguió:

—¿No ves? Mete uno aquí el papelito, lo acomoda bien y entonces lo tapa y ya está. ¿Ves como no se nota?

—Verdad, chico —asintió Luisa, demostrando grande júbilo—. ¡Está magnífico! Así podremos hablar siempre y evitarnos que papá lo sepa...

Desde aquella tarde el mosaiquito verde ocupó sitio de importancia en el pensamiento de ambos. Ya no era un simple mosaiquito que enlosaba el alféizar de la ventana. Era algo así como un confidente. Un cómplice de su fechoría.

Así, cuando no era posible ver a Luisa, Enrique se acercaba silenciosamente hasta la ventana, cuando ya hubiese anochecido, y luego de explorar las cercanías para cerciorarse de que nadie lo espiaba, palpaba el mosaiquito con los dedos, temblorosos de emoción. Lo oprimía en un extremo y con la otra mano retiraba con cuidado el papelito primorosamente doblado.

Tornaba a colocar el mosaiquito con toda la cautela y delicadeza de que era capaz, y continuaba calle abajo aligerando el paso a medida que se alejaba de la ventana. Doblaba la esquina y luego de suspirar hondo por encontrarse a salvo, se acercaba al farol más cercano y loco de curiosidad comenzaba a leer aquello, sin duda delicioso, escrito en el papelito.

Mas no era Enrique solamente quien gustaba de Luisa en el barrio. La belleza cada día más acentuada de la muchacha la había convertido en presa codiciada por más de un tenorio parroquiano.

En la misma calle, en una ancha casona

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (3.6 Kb)  
Leer 2 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com