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La trama de los cuentos de Pinocho


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2014  •  Resúmenes  •  1.251 Palabras (6 Páginas)  •  1.761 Visitas

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Érase una vez un carpintero cuarentón, poco agraciado, abandonado, que sufría de alcoholismo; llamado Gepetto un día, después de una borrachera decidió construir un muñeco de madera, al que llamaría Pinocho, su idea al principio era distraerse de la cruda mortal que tenía, pero el mocoso también le serviría para sentirse acompañado y tener alguien a quién contarle sus aventuras después de cada güarapeta que se ponía.

-¡Qué bien me ha quedado!- exclamó una vez acabado de construir y de pintar-. ¡Cómo me gustaría que tuviese vida y fuese un niño de verdad!

Justo cuando nuestro ingenuo Gepetto exclamaba esta última frase una mujer de la vida galante que había parido hace tiempo a una regordeta y colorada niña pasaba por enfrente de la casa, pensando en el destino que le daría a esa desafortunada bebé, fue en este momento cuando vio la oportunidad del millón de dólares.

Se agazapó cerca de la ventana para ver dentro de la casa, cuando el carpintero se quedó dormido después de terminar su botella de Oso Negro y dejó a Pinocho en la mesa cercana, la mujer tomó el muñeco y en su lugar dejó con sumo cuidado y sigilo a la nena mencionada, haciéndole creer que por fin conocería a su padre amado.

Horas después cuando la abandonada niña moría de hambre y comenzó a berrear, Gepetto se tuvo que despertar, cuando se incorporó y después de vomitar en el cubo de basura, casi muere infartado al escuchar que alguien lo había saludado.

-¡Hola papi!- dijo la pequeña.

-Achis achis ¿habla la botella?- preguntó Gepetto.

-Soy yo, soy yo ¿Acaso no me reconoces? Tú me hiciste hace unas noches – le espetó la chaparra.

Gepetto se dirigió al lugar en donde había dejado al muñeco.

Se quitó las lagañas, intentó recordar esa hazaña y por fin se atrevió a decir:

-Ay no manches ¿Eres tú? Estoy hecho una maraña. ¡Parece que estoy soñando! Anoche te recordaba de madera ¿acaso existen las hechiceras? O esto es una mala broma o no ¡Ya sé! Me hizo daño tomarme esas coronas, sí, sí, estoy alucinando.

-Nada de eso papá, soy de verdad, puedo caminar, gritar y llorar.

-Sí, llorar me he dado cuenta.

Resignado, crudo y malhumorado por tantos cambios en su vida, Gepetto decidió que cuidaría a su hijo, no tenía otra opción, Pinocho había sido como una adopción.

Pinocho tenía que ir al colegio, aprender y conocer a otros niños de su edad. Pero el alcohólico carpintero no tenía dinero, y tuvo que vender hasta el plumero para mantener a su chamaco nuevo.

A partir de aquél día, Pinocho empezó a ir al colegio en compañía de una gran tortuga gay que sufría de dislexia y anorexia, que le daba consejos y era como su conciencia. Pero, como la mayoría de los chavos de su edad, Pinocho prefería ir a divertirse que ir al colegio a aprender, por lo que no siempre hacía caso de la tortuga que además de su problema de habla parecía que todo lo decía en cámara lenta.

Un día, Pinocho se fue al antro de moda de la ciudad para bailar con comodidad.

Ya en pleno perreo la dueña de una casa de citas descubrió su talento y se acerco para decirle:

-¡Oh chava, qué bien las mueves ¿puedo hablar contigo ahorita a las 9?!

Cuando Pinocho escuchó que alguien se refería a ella como mujer se sintió amada, ya no estaba frustrada, porque antes todos como bato la trataban.

A pesar de las recomendaciones de su tortuga amiga, gustosa aceptó la invitación de aquella desconocida.

Tuvieron una conversación muy entretenida, Pinocho aceptó el trato de la mujer, porque a Gepetto quería enorgullecer. Pinocho decidió quedarse en la casa de citas y hasta el nombre por Ámbar se cambió, pensando que así podría ganar dinero

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