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Hace quince días, Valentino reventó Misano; y la prensa lo sacó a pasear en procesión como corresponde. Desde el domingo pasado, su afición más fiel se vuelca en las redes sociales. Me quedo con lo segundo, de lejos. Y te explico por qué.

Por Diego Lacave*

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El palo fue tan chungo, que hasta el realizador de la tele cambió a la cámara del box de Yamaha. Parecía que Valentino se atizaba contra el muro, que la moto se le caía encima, o ambas cosas al tiempo. En una ocasión más de comienzo de carrera a saco, tal como llevan haciendo los pilotos de la Categoría Reina este año, Ianone primero, y Rossi después, se pasaron de gas sin cabeza, pisaron una trampa mortal (tiene narices lo de la hierba artificial tras los pianos) y simplemente, se fueron de excursión y pillaron.

A Vale, para colmo, todo esto le pasó en un sitio donde no hay sitio. El golpe en la cabeza fue tan feo como peligroso: se quedó grogui diez segundos. Le llevaron al hospital a hacerle un TAC y entonces yo tuiteé que era momento de pensar en la edad que tiene. Me estaba refiriendo a la necesidad imperativa de dormir ingresado bajo observación médica, al hecho de que las secuelas de un palo así no son iguales ya con treinta y cinco porrazos en lo alto.

La cagué. Enseguida me saltaron al cuello porque parecía que quería jubilar a Valentino, bajarle de la moto. Daba igual que no me entendieran: ellos tenían razón. Porque este tío es tan grande, y a la vez tan burro, que, a las tantas de la noche, firmó su alta voluntaria para dormir en su motorhome del paddock. Y que le observaran por el face time del iPad, si eso. Que las sábanas de hospital huelen diferente; tirando a mal.

Desmontando viejos “mantras”

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Se van a cumplir cuatro años desde que los más veteranos visitantes de esta página me aguantáis en internet. Por aquel entonces, antes de que se produjese la debacle de los años de rojo, yo escribía sobre un viejo “mantra” del propio Valentino, que antaño decía: “sé que caigo simpático, pero sé también que es porque gano”.

Apuntaba esto, en la previa a 2011, porque algunos valientes, Germán o Ernest, sugerían que con la Ducati Rossi tal vez iba a sufrir. El tiempo demostró que se quedaron cortos, pero la gente se pasó dándoles leña. Y yo simplemente especulaba con la posibilidad, en caso de fiasco, de que el apoyo de la gente hacia Valentino se resintiese. Pensaba que despertarían sus viejos enemigos, sobre todo italianos, que los tenía; y que le atacarían a muerte. También recibí, claro. Pero yo me lo merecía.

Porque fue otro error que el tiempo me enseñó a corregir. Mientras la motivación de Valentino se desangraba entre horquillas, basculantes y séptimos

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