Tolerancia Y Permisividad

Prof. Alfonso Salvador Hernández Carrillo

¿Cómo evitar que la tolerancia se convierta en permisividad o en restricción, veda y veto de la expresión y manifestación de los valores humanos y espirituales entre los miembros de una sociedad plural?

Cuando se vive en una sociedad que presenta una gran diversidad en sus formas subjetivas de ver la realidad es difícil otorgarle a la tolerancia el verdadero sentido que debería tener, pues la inclusión de todos los individuos y “el respeto” hacia sus costumbres basados en la declaración universal de los derechos humanos proporciona una herramienta clave para la defensa de todo individuo, a pesar de que su estilo de vida no sea aquel que verdaderamente dignifica al ser humano. Lo anterior solo refleja que el exceso de tolerancia origina la permisividad en cualquiera de sus manifestaciones.

Si bien es cierto, los Derechos Humanos establecen la base de los derechos universales que todo ser humano puede y debe hacer valer, sea cual fuese su raza, religión, clase social o condición cultural, es necesario establecer límites que eviten utilizar estos derechos como un escudo defensor frente a aquellas practicas que únicamente denigran la imagen de cualquier persona. ¿Qué a caso regular no debería ser la función de las leyes? Tal vez la permisividad de la que hablamos radica en la gradual flexibilidad de las leyes ante la creciente protesta de grupos radicales que defienden egocéntricamente sus propios beneficios, y que lejos de buscar el bien común, hacen valer la mínima oportunidad para escandalizar en pro de sus causas.

Día con día es posible palpar las prácticas permisivas que pecan de tolerantes, sin embargo encontrar una solución a la permisividad es lo que verdaderamente debe ocuparnos. Para evitar que la tolerancia se convierta en permisividad se debe emprender una batalla de concientización desde nuestra niñez hasta... nuestra niñez, puesto que la etapa de adultez representa para muchos una barrera que venda los ojos y evita la buena discriminación de las prácticas positivas y negativas.

Entendamos pues, que la permisividad nace desde el núcleo familiar, desde la concepción y aceptación de lo que interiormente se sabe como algo “malo” pero que la familia lo postula como “bueno”.

Tolerar es entender las diferencias, respetar lo que es distinto, pero dicha tolerancia no puede pasar por encima de los derechos espirituales, entendiéndolos como aquellos que dictan las buenas prácticas desde el interior de cada ser. “Sirvan pues estas palabras para comprender, que si queremos practicar la buena tolerancia debemos sujetarnos a las practicas que verdaderamente acrecientan y dignifican el espíritu humano.”

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