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Trotacarceles

3728372827 de Septiembre de 2012

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HISTORIAS DE UN TROTA-CARCELES POR EL MUNDO

JAN DE COCK

Talca, septiembre 2002

jandecock@hotmail.com

Saludos:

Intentaré compartir con ustedes la experiencia de amor que ha significado toda esta aventura. Y para empezar, Guido, a ti te quiero dar las gracias. Todos, aquí presentes, saben la ayuda de Guido en mi experiencia talquina y también en todo lo que ha sido este viaje a través de las cárceles, o más bien a través de los internos, por que son ellos (y felizmente lo he escuchado de parte de varios alcaides), son ellos los más importantes del sistema carcelario.

Estoy aquí con muchas emociones, no solamente por estar de vuelta en casa, sino por todo lo que ha significado este año. Algunos internos me han pedido de ser su vocero, de ser embajador, y no me siento con esa capacidad. Entonces intentaré dejar aflorar lo que siente mi corazón.

Al armar algunas cosas, de este encuentro, me di cuenta que es imposible compartir con ustedes, en una hora, lo que ha sido esta gran cantidad de kilómetros, pero lo intentaré:

Para mí, es muy grato compartir lo vivido en Talca, porque creo que es la primera vez al concluir mi viaje, y es como el vino de Caná; cuando están hablando de Talca como última etapa, tal vez he dejado el mejor vino para el final, ¿no es cierto?

Quiero agradecer también al Señor, porque si estoy aquí sano y salvo, seguro que es su mano, con su ejército de ángeles, responsable de esto. A través de la historia ustedes se darán cuenta que antes de viajar tenía varios objetivos, y ayer cuando abrí mi e-mail había un mensaje de un interno y, tal vez, él relativizó todos los otros objetivos. Tenía el sueño del libro, de compartir con gentes como ustedes. Y él sencillamente me dijo: “Ya cumpliste, así es que no te preocupes por lo que va a pasar ahora, porque por primera vez en 15 años, alguien me fue a ver y me dejaste una palabra de aliento”. No es mérito mío, porque no he hecho grandes cosas, sino simplemente pasar y estar, agradecer también con ellos; pero, cuando él me lo dijo, me invadió una paz y una tranquilidad... Yo ya no tengo que hacer nada, sino decirles simplemente: Alentémonos los unos a los otros e invitémonos a seguir amando y queriendo. Con eso voy a empezar, y con esto voy a terminar.

El origen del proyecto:

Bueno, pero antes de eso tenía un sueño de cumplir con algunos objetivos: Yo, en estos casi 15 años (más o menos) de estar vinculado con el mundo carcelario, sentía muy luego que uno de los grandes obstáculos es el juzgar de la sociedad frente a todo lo que es el mundo carcelario y el interno como persona. Yo me dije: ‘sí quiero dar testimonio de esto debería identificarme un poquito más con el interno. Algunos de ustedes ya saben como esto empezó. Aquí en Talca, poco antes de regresar a Bélgica, yo me acerque al alcaide de aquel entonces para solicitarle si podía quedarme un momento más prolongado en la cárcel, uno o dos meses, y el me dijo “déjeme averiguar eso con mis autoridades en Santiago porque en 25 años de carrera nadie me había pedido una cosa semejante”. Pocos días después, me dijo “Hermano Juan, tengo un serio problema, debo justificar que cada persona que este detrás de las rejas haya cometido un delito: tal vez tenemos que llegar a un acuerdo”. “¿Cuál será?” “¿Por qué no comete un pequeño delito? Por ejemplo: usted podría robar una gallina”.

Yo pregunto: “¿Cuánto me van a dar por eso?”. Y el contesta: “Lo mínimo: no más de 5 años”. Y como me quedaban solo unos meses en Chile, tenía que seguir soñando.

Cuando en 1997 llegué a Bélgica, muy luego el capellán de una de las cárceles más grandes y más famosas en Bélgica, la de Lovaina, me pidió que visitara a los latinos y españoles en la cárcel. Como yo vivía muy cerca, yo pasaba 3 a 4 veces a la semana para visitar a los amigos pasando por sus celdas, tomando tecito. Visita que después se extendió a la comunidad extranjera de rusos, polacos, y gente del mundo entero. Poco a poco iba surgiendo de nuevo este sueño de identificarme más con el detenido. Yo ya estaba muy agradecido porque podía quedarme hasta las 08:00 de la noche. Aquí a las 05:00 comenzaban a encerrar a los amigos; en Bélgica por lo menos podía quedarme hasta más tarde, pero no sabía lo que era pasar una noche adentro, compartir su comida. Y aunque nunca, nunca (a no ser que cometa algo grave) podré entender la angustia, la vida en desesperanza, el abandono del interno, por lo menos creía que se podía hacer el esfuerzo de acercarnos un poco más. La primera idea era de encerrarme por un año en una o dos cárceles, y describir la vida desde adentro. Como algunas personas me habían animado a escribir un libro, dije ‘ya’, pero después el ruso me decía que es muy distinta una cárcel en Rusia que una en África. Y el amigo de Singapur dijo: “¿Y no ha visto las cosas de nuestro país?”. Y, poco a poco, cambiamos la idea que sería: ‘Si pudiera recorrer el mundo y conocer muchas realidades carcelarias’. Y empecé a escribir a más de 200 embajadas para palpar también que pensarían las autoridades de una locura de ese estilo y según las reacciones de las embajadas y de personas individuales -amigos que yo había hecho durante años-, fui seleccionando los países y armando la ruta, el itinerario.

Dejé Bélgica en octubre del año pasado (2001) y me fui inmediatamente a Kenia: pasé la frontera, Uganda, Ruanda, después Lesotho, África del Sur, pasé a la isla de Madagascar, después Namibia; cuatro países en África del Oeste y de allá, a fines de enero, subí a Rusia. Llegué por tierra, pasando por Lituana, Polonia, Eslovenia, Rumania: pasando las fronteras con Turquía a Dubai, a los Emiratos Árabes; después a Pakistán. De sur a norte, pasando la frontera con la India, Delhi, Calcuta, después Singapur, el triángulo Tailandia, Camboya, Vietnam, Laos, después la China, Japón, Indonesia - aquí sobre todo enfocando lo que son las minorías, los indígenas -en Australia, Nueva Zelanda, después el día más largo de mi vida: 48 horas, porque, cuando llegamos aquí, tenía que empezar el día de nuevo: de Los Ángeles iba subiendo hasta llegar a Alaska (tres cárceles); después Chicago, Nueva York: Canadá. Después me fui a Texas, justamente por los condenados a muerte. Luego me fui a México, Centro América, Guatemala, Nicaragua, Salvador, Costa Rica, algunos países del Caribe, Lima, La Paz, Brasil (Sao Paulo, Bahía, Salvador), Buenos Aires y, bueno, aquí estamos en Chile.

Bueno, entonces después de esos 15 años, igual este viaje me marca profundamente. Me siento muy privilegiado. Yo sé que por opción renuncie a varias cosas para poder hacer este viaje, pero igual no tengo palabras. Mí vida será muy corta para agradecer a la gente, amigos, organizaciones, congregaciones y al Señor por lo que ha sido toda esta aventura. Después tendremos un momentito para hacer las preguntas...

Hacinamiento:

Una de las cosas que salta a los ojos -y es general-, es el tremendo hacinamiento. La primera cárcel donde pasé la noche fue en Ruanda y ustedes conocen al país por lo que pasó en 1994: el genocidio, las matanzas entre tutsis y hutus. A raíz de eso tienen en Kigali esta realidad de una cárcel que está construida para 2.000 personas y en este momento hay 7.500, lo que significa que nosotros teníamos que acostarnos en un espacio de 40 centímetros por persona. Yo pensaba: ‘ya no puede ser peor’. Después uno llega a Madagascar, a Ilaky; llega a una cárcel donde al interior tiene la sección masculina, la sección femenina y la de menores. Todas las noches estaba con los hombres, pero de día igual pasaba donde los jóvenes o donde las mamás porque había 10 niños con 46 mujeres en un espacio tan reducido, que las mujeres tenían que acostarse de lado porque si no, no caían: yo me dije: “ya esto es el colmo. Estas cárceles se llevan la medalla de oro”. Después llegué a Benin -un país chico en África del Oeste-, donde tenían como 6 dormitorios con capacidad para 50 y éramos 250; esto significaba que teníamos que hacer turnos: el primer grupo se acostaba, mientras los otros nos quedábamos de pie. Después Haití -uno de los países del Caribe-: una celda de 10 metros cuadrado, 18 hombres adentro: tenían un balde para sus necesidades. El privilegio era para las mujeres (en este momento hay 2 mujeres detenidas) que, a diferencia de los hombres éstos no pueden salir de la celda. Me encontré con personas que, 4 a 5 años, estaban detrás de una reja y ni siquiera los han sacado para una caminata, esto para mí ha sido lo más chocante, porque pierden toda la noción del ser humano, están allá colgados, y no hay comunicación. Entonces el privilegio de las mujeres era que podían salir una vez al día para vaciar el balde de los hombres. Eso es el hacinamiento. Yo creo el 99.9% de las cárceles del mundo tiene una población que supera la capacidad; después las condiciones infrahumanas en cuanto a salud, comida y trato.

Salud:

En las cárceles de Rusia llega a un 60% la población que sufre de tuberculosis. Y para qué hablar del SIDA. Hay muchos países, donde no hay ningún control de la enfermedad, sabiendo de su existencia. Por ejemplo: el primer país donde pasé fue en Uganda. El alcaide muy orgulloso me contaba que cuando el detenido es liberado le regalaban una caja de preservativos (condones): bueno, al consultar

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