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Valores Morales


Enviado por   •  3 de Enero de 2014  •  462 Palabras (2 Páginas)  •  190 Visitas

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LOS VALORES MORALES

CAPITULO III

I .LA MORAL DEL TARTUFO:

Los hombres rebajados por la hipocresía viven sin ensueño, ocultando sus intensiones, enmascarando sus sentimientos, dando saltos como el eslizón; tienen la certidumbre intima aunque inconfesa, de que sus actos son indignos vergonzosos, nocivos, arrufianados, irredimibles.

El psicólogo reconoce al hipócrita; rasgos hay e distinguen al virtuoso del simulador, pues mientras este es un cómplice de los perjuicios que fermentan en su medio, aquel posee algún talento que le permite sobreponerse a ellos.

La juventud tiene entre sus preciosos atributos la incapacidad de dramatizar largo tiempo las pasiones malignas; el hombre que ha perdido la aptitud de borrar sus odios esta ya viejo, inseparablemente.

Quien es desleal con la verdad no tiene por que ser leal con la mentira.Los hombres rectos son objetos de su acendrado rencor, pues con rectitud humillan a los oblicuos; pero estos no confiesan su cobardía y sonríen servilmente a las miradas que los torturan, aunque sienten el vejamen: se contraen a estudiar los defectos de los hombre virtuosos para filtrar pérfidos venenos en el homenaje que a todas horas están obligados a tributarles.

La conducta de los tartufos no puede conservarse adamantina los expedientes equívocos se encadenan hasta ahogar los últimos escrúpulos.

El gentil hombre tiene siempre un enemigo en ellos, pues la reciprocidad de sentimientos solo es posible entre iguales; no puede entregarse nunca a su amistad, pues acecharan la ocasión para afrentarlo con alguna infamia vengando su propia inferioridad.

II. EL HOMBRE HONESTO:

Las mediocracias de todos los tiempos son enemigas del hombre virtuoso: prefieren al honesto y lo encumbran como ejemplo. Hay en ello implícito un error o mentira que conviene disipar. Honestidad no es virtud.

El honesto, en cambio es pasivo, circunstancia que le asigna un nivel moral superior al vicioso, aunque permanece por debajo de quien practica activamente alguna virtud y orienta su vida hacia algún ideal.

La virtud suele ser un gesto audaz, como todo lo original; la honestidad es un uniforme que se endosa resignadamente. El mediocre teme a la opinión publica con la misma obsecuencia con el que el zascandil teme al infierno; nunca tiene la osadía de ponerse en contra de ella, y menos cuando la apariencia del vicio es un peligro insito en toda virtud no comprendida.

Los espíritus acomodaticios llegan a aborrecer la firmeza y la lealtad a fuerza de medrar con el servilismo y la hipocresía.

La virtud

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