ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Welden.


Enviado por   •  1 de Septiembre de 2013  •  Informes  •  1.795 Palabras (8 Páginas)  •  221 Visitas

Página 1 de 8

Estaba dotado de un sentido riguroso de la probidad. Era muy

exigente consigo mismo en lo tocante a su propia independencia de

criterio, y consideraba que todos los demás seres humanos debían

cumplir en igual medida con esa obligación. No tuvo una profesión

fija, aunque practicó varias; se rehusaba a renunciar a su gran

ambición de conocimiento y de acción a cambio de un oficio estrecho

o limitado; su vocación era mucho más amplia: pretendía ejercer el

arte de saber vivir. “Fui a los bosques porque quería vivir

deliberadamente —escribe—, enfrentar sólo los hechos esenciales de

la vida, y ver si no podía aprender lo que ella tenía que enseñar, no sea

que cuando estuviera por morir descubriera que no había vivido.”

No se casó, vivió solo, nunca fue a la iglesia, no votó, se negó a

pagarle al Estado un tributo que a su juicio era injusto, por más que le

costara la cárcel. Aunque era un naturalista, jamás recurrió a las armas

ni a las trampas del cazador.

La buena ropa, los modales gentiles, la decoración de la casa, las

charlas intelectuales y galantes de los salones, no le incumbían; creía

que todas esas sofisticaciones eran obstáculos para una buena, humana

conversación; le gustaba hablar con los indios, que en materia de

Naturaleza eran los únicos que podían tratar con él de igual a igual.

Tenía una aversión rayana con el desdén por los gustos, maneras y

aficiones europeos, y en especial por los ingleses. Era auténticamente

un habitante del Nuevo Mundo, al que creía superior. Por eso dijo

Ralph Waldo Emerson: “No existió ningún norteamericano más

auténtico que Thoreau”.

Los hombres se imitaban unos a otros, estaban hechos sobre la

base de un molde minúsculo. ¿Por qué no podía cada uno apartarse lo

suficiente de la sociedad hasta ser un individuo realmente autónomo?

“Si un hombre no marcha a igual paso que sus compañeros, puede que

3Henry David Thoreau

eso se deba a que escucha un tambor diferente. Que camine al ritmo de

la música que oye, aunque sea lenta y remota.” Pero no trató de vivir

fuera del mundo, sino de toda atadura inconveniente del mundo.

Quizás haya sido ese hombre raro y envidiable que ha logrado ser

completa y absolutamente él mismo.

Prefería ser rico por frugalidad, por escasez de apetencias: “La

riqueza de un hombre se mide por la cantidad de cosas de las que

puede privarse”. Y quiso abastecerse a sí mismo. En sus viajes, sólo

iba por la carretera principal para sortear un territorio que no le

interesaba recorrer en esos momentos; evitaba escrupulosamente las

tabernas y prefería caminar decenas de kilómetros a subirse a algún

carruaje; le gustaba alojarse en las casas de los granjeros y los

pescadores, que eran más baratas y rústicas pero también más afines a

él, pues allí encontraba los hombres con quienes simpatizaba y los

datos que él buscaba sobre el entorno natural.

Quería ahorrar “tiempo”: tiempo para leer, tiempo para los

lenguajes no escritos (los ruidos del campo y del bosque), tiempo para

caminar solo, tiempo para la amistosa conversación, tiempo para

conocer el cosmos. “Jamás ningún hombre ha valorado tanto el ocio

como Thoreau”, afirma el crítico Oscar Cargill.

Lo impacientaban las limitaciones de nuestro trillado

pensamiento consuetudinario y tenía un instinto polémico y

beligerante. De un vistazo comprendía la esencia de cualquier asunto

que se tratase y veía las deficiencias e indigencias intelectuales de sus

interlocutores; nada parecía ocultarse a su mirada penetrante. Esta

condición de su carácter lo volvía poco sociable y lo privó de tener

muchos amigos; pero quienes aceptaban sus intransigentes desplantes

tenían en él al compañero más puro, el amigo más honesto, ajeno a

toda hipocresía. Era la sinceridad misma. La convicción con que los

profetas defendían las normas éticas se habría robustecido al ver a un

ejemplar humano de vida tan santa. Ermitaño y estoico, estaba empero

hambriento de cordialidad humana y se entregaba apasionado a

entretener a los jóvenes con interminables anécdotas sobre sus viajes

por tierras y ríos poco explorados.

Fue, en forma innata, el vocero y el actor de la verdad en todos

los terrenos, sin que le importara, cuando correspondía declararla, la

oposición de los demás. Tampoco le importaba hacer el ridículo, como

de hecho ocurría con los que lo enfrentaban en cuestiones en las que él

4Introducción

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (11.9 Kb)  
Leer 7 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com