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EL ACIDENTE


Enviado por   •  13 de Marzo de 2013  •  1.806 Palabras (8 Páginas)  •  478 Visitas

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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA

EL ACCIDENTE

— ¿Bueno?

— Hola má. Oye, hablo para pedirte un permiso

— ¿Permiso para qué?

— Pues mira, estábamos acá cenando en las hamburguesas cuando nos llamó Yoyis para invitarnos a una fiesta en su casa.

— ¿Vas con Javier y Miguel?

— Sí, má. Mira, la fiesta es para festejar su cumpleaños. No llegaría muy tarde a casa.

— ¿Pero te trae Javier, verdad?

— Sí, má.

— Bueno, hijo, ándale, ve a tu fiesta. Nada más cuídate mucho, eh.

— Sí, má, no te preocupes. ¡Gracias!

8 de septiembre - 21:25 hrs.

La Sra. Margarita* no se imaginaba que esa noche iba a recibir una de las peores noticias de su vida: su hijo Lalo había muerto en un accidente automovilístico.

Lalo tenía apenas 18 años, acababa de terminar la prepa, y tenía poco tiempo trabajando en una farmacia como mensajero. Lalo quería estudiar una licenciatura pero por cuestiones académicas no pudo comenzar ese semestre, de manera que tomó el puesto de mensajero para ganar unos pesos. Esa noche había quedado de cenar con unos amigos de la prepa, y le había hablado a su mamá para pedirle permiso. Siempre había sido un joven responsable. Ahora le decían a Margarita que el cuerpo de su hijo estaba tirado en medio de una avenida.

* Todos los nombres y apodos han sido cambiados para proteger las intimidades de los personajes.

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ÉTICA, RESPONSABILIDAD SOCIAL Y TRANSPARENCIA

La noticia dejó a Margarita totalmente paralizada. Nada pudo haberla preparado para un dolor tan grande. ¿Cómo era posible que hacía apenas unas horas le hubiera dicho a su hijo que se cuidara, y ahora ya nunca más pudiera hablarle? ¿Que había sido un accidente? ¿Tenía que presentarse a reconocer el cuerpo?

Los hermanitos de Lalo, Laura y José, de 12 y 9 años respectivamente, no sabían qué le pasaba a su mamá, pero intuían que era algo malo. Su mamá no se atrevía a verlos. ¿Cómo iba a decirles que su hermano mayor había muerto?

Margarita vivía sola desde hacía un par de años. Tenía 45 años y hacía 2 se había separado de su esposo, quien murió poco tiempo después. Ella era la encargada de una tienda de zapatos en el centro de la ciudad, y con eso apenas le alcanzaba para mantener a su familia.

Al colgar el teléfono llamó inmediatamente a su compadre Roberto. Él era perito en la delegación Azcapotzalco y se ocupaba de tomar fotos a las víctimas de deceso en la delegación. El compadre, impactado por la noticia, aceptó ir a tomar fotos —aunque no era su jurisdicción— ; eran las 9:30 pm.

8 de septiembre 20:15 hrs.

Lalo se dirigía con Javier y Miguel a una fiesta a la que los habían invitado. Javier y Miguel eran hermanos. Acababan de cenar y estaban contentos por la invitación, que había salido de pronto. Javier iba manejando un auto compacto que les había prestado su papá. Los tres jóvenes decidieron que la mejor ruta era ir por el Eje Central. Javier circulaba por el carril de extrema izquierda, cuando en el retrovisor vio que una camioneta se dirigía a gran velocidad en el mismo carril. Como Javier no se quitó, la camioneta con vidrios polarizados tuvo que frenar de golpe. A Javier no sólo le echaron las altas, sino que el conductor de la camioneta los insultó con el claxon. Javier siguió su

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camino un poco asustado, dejando la Suburban atrás. Unas cuadras después la camioneta comenzó a pegarse mucho a la defensa del pequeño auto donde iban los tres amigos. Asustado, Javier intentó cambiar de carril y bajar la velocidad, pero la camioneta le dio un golpe directo, no muy fuerte, pero que sí asustó a los muchachos. Javier aceleró y trató de orillarse, pero la camioneta era más rápida y se preparaba para otra embestida.

La volcadura se provocó cuando el auto de Javier, tras dar un volantazo, fue golpeado de lado por la camioneta. El conductor de ésta, asustado, intentó frenar. Su camioneta se patinó hasta golpear un coche que estaba estacionado en la lateral. Dentro del auto no había nadie, pero el dueño estaba parado en la banqueta y vio todo.

Después de la colisión, de la camioneta se bajaron dos jóvenes —de la edad de Lalo, aproximadamente— en estado de ebriedad. El golpe que le habían propinado al auto estacionado era menor, pero el dueño parecía muy alarmado.

— ¿Qué les pasa? ¿Por qué hacen eso?

— ¡Sólo fue un rasguño! Mejor ni se queje— contestaron los jóvenes.

— ¿Pero ya vieron lo que hicieron? — y señaló hacia unos metros atrás. El coche de Javier se había incrustado en una pared. Había vidrios por todas partes. En el pavimento, yacía el cuerpo de un muchacho. Era Lalo.

— ¡Te dije que nada más un golpecito! — le dijo el otro.

Espantados, los dos jóvenes escaparon a toda prisa. Un vecino llamó a la ambulancia, y a la policía. Al llegar las patrullas, tomaron la declaración del dueño del coche chocado y de otros testigos del siniestro. Todos estaban horrorizados e indignados. Javier estaba bañado en su propia sangre y tuvo que ser llevado al hospital enseguida. Miguel tampoco daba señales de vida.

La patrulla tardó un buen rato en llegar. El dueño del coche que estaba estacionado y al que le chocó la camioneta, llamó a su seguro. Estaba precisamente hablando con el ajustador, cuando vio aparecerse a uno de los jóvenes

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