El 23 de enero de 1958 o crónica de una muerte anunciada
MBETZA8327 de Mayo de 2014
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El 23 de Enero de 1958
o crónica de una muerte anunciada
Por: Martín Guédez | Viernes, 22/01/2010 04:04 PM |
Liderazgo verdadero o muerte
El 23 de enero de 1958 significó el final de un régimen basado en el predominio del poder y la dominación castrense que comenzó en 1952 con el gobierno personalista del dictador Marcos Pérez Jiménez.
En la naturaleza de las agrupaciones de animales de las más variadas especies el liderazgo recae sobre los más aptos, los que con su guía y conocimiento garantizan la vida del grupo, no hay posibilidad para la impostura. Bastaría ver una agrupación de pájaros, una manada de elefantes o un cardumen de peces para distinguir claramente cómo el instinto los lleva a seguir a los líderes con absoluta confianza en ellos. No es así –aunque debería serlo- entre las agrupaciones humanas. Al decir de José Ingenieros, el ser humano es con mucho el más hábil, entre todas las especies, para mimetizarse y engañar mostrando lo que no es y escondiendo lo que realmente es. Ni camaleones, ni serpientes, ni ninguna otra especie animal se acercan ni de lejos a esa capacidad para el mimetismo y el disimulo desarrollada en la lucha por la subsistencia por el ser humano.
Entre los humanos, a veces y sólo a veces, se encuentra la coherencia perfecta entre lo que el líder muestra y lo que realmente es. Cuando esto ocurre, cuando lo líderes lo son de verdad y su liderazgo recae sobre unas condiciones de visión, entrega, inteligencia, preparación y abnegación a toda prueba, estamos ante esos personajes que conducen a sus pueblos al triunfo. Por eso son pocos y recordados con agradecimiento por toda la humanidad mientras la humanidad exista. Allí están como mágicos adelantados, como especie rara, como héroes de verdad, José Leonardo Chirinos, Simón Bolívar, Sucre o Simón Rodríguez, entre nosotros, y Lenin, Trotsky, Mao, Ho Chi Min, Fidel o el Che, en un ámbito más amplio. Fueron Líderes (con mayúsculas y negritas), supieron colocarse a la cabeza de sus pueblos, anticipar los signos de la historia y generar los cambios. Aquí está hoy entre nosotros el veguero de Sabaneta, el líder Hugo Chávez Frías, demostrando este axioma.
Fijémonos que casi podemos contarlos con los dedos de las manos, tal es la escasez de estos personajes entre los humanos. En la inmensa mayoría de los casos se impone el mimetismo, la mediocridad bien disimulada y el oportunismo para desgracia de los pueblos. El poder que llegan a desarrollar estos enanos históricos es tal que incluso logran esterilizar la savia fértil de los líderes verdaderos, conduciendo al fracaso al grupo humano aún con el sacrificio de los líderes auténticos. Como especie de Midas al revés, todo cuanto tiene la mala fortuna de ser tocado por ellos se vuelve nada, lo tornan excremento.
El 23 de Enero de 1958, cuando sobre el sacrificio de miles de luchadores y luchadoras se alcanzó el derrocamiento de Marcos Pérez Jímenez, las condiciones objetivas y subjetivas estaban dadas para conducir el movimiento popular a un salto cualitativo que empezara a transformar la historia de explotación y opresión. El liderazgo no estuvo a la altura de los desafíos. Sus acciones u omisiones sembraron la duda entre la masa trabajadora y apenas al mediodía del mismo 23 de enero, todo se había perdido. Todo lo que vino después, al altísimo precio de la sangre, la muerte y el encarcelamiento de toda una generación de luchadores fue “la crónica de una muerte anunciada” Al liderazgo le faltó temple, decisión y conciencia revolucionaria para aprovechar el momento y el momento se perdió.
Al amanecer del día 23 de enero, el país conocía de una Junta de Gobierno. La Junta la constituyeron el contralmirante Wolfang Larrazabal como presidente y los coroneles Carlos Luis Araque, Pedro José Quevedo,
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