Fin Del Mundo

No es la primera vez que se habla del fin del mundo. ¿En cuántas ocasiones hemos oído esa frase o la hemos leído a lo largo de la historia de la humanidad? Y es que este tema ha sido una constante preocupación humana y ha sido planteado desde visiones diversas y distintas épocas: Desde la interpretación que algunos ancianos romanos hicieron acerca de las predicciones de Séneca con la erupción del Vesuvio, pasando por el miedo que generó el paso del cometa Haley en 1910, la fatalista visión de la llegada del año 2000 con el consecuente enloquecimiento de las computadoras, hasta llegar a la última farsa ahora protagonizada por los mayas (especialistas dicen que ellos no profetizaron el fin del mundo sino el fin de una era; aunque así lo hubieran hecho, la verdad no lo habría creído), no cabe duda que crispar los miedos sigue siendo una herramienta poderosa para llamar la atención.

En esta serie de cuentos mi maestro y amigo Emilio Velazco da rienda suelta a su irreverente estilo de hacer literatura. Que no sea atacado, pues el solo hace lo mismo que los promotores de la desgracia: burlarse de la ignorancia colectiva, solo que en otro sentido.

Yo sí creo que el mundo, tal y como lo conocemos, va a llegar a su fin; y, aunque me circunscribo a la cita bíblica mencionada antes del prefacio de esta obra, existen diversos indicios que, mas allá de tomarse como presagios, me resultan preocupantes a la vista, como lo son la voraz destrucción de los recursos naturales, el exponencial desarrollo de armas tecnológicas y biológicas que en cualquier momento pueden salirse de control y, en general, diversas consecuencias de la vileza humana que resultan alarmantes.

A pesar de lo expuesto en el párrafo anterior debo reconocer que no vivo en posición fetal, si me resulta espantoso pensar en ello, pero, si lo pienso con mas detenimiento, es aun mas horrendo el darse cuenta que tantísimas personas de verdad creyeron que el mundo se iba a acabar el 21 de diciembre y todos sus esfuerzos se dirigieron hacia debates estériles y bríos propagandísticos que en nada edificaron. Bueno hubiera sido que, pensando en que el mundo se iba a terminar, se hubieran alentado a mejorar como personas, corregir lo negativo en su entorno y solucionar aquellos problemas que sí estaban dentro de su círculo de influencia.

Me pregunto en que momento resurgirá este tópico, sustentado en qué y ensalzando a que cultura o personaje; de esto también desconozco la fecha y la hora pero, si sucede en un futuro cercano, estoy seguro que mi querido amigo Emilio tendrá lista su mordaz pluma para llevar a cabo las pertinentes “observaciones” al respecto.

Invito al amable lector a que se ría con el sarcástico humor del autor, será inevitable, pero, eso sí, cuando acabe su carcajada, reflexione sobre su vida y lo que puede hacer para mejorar su mundo. Después de todo, cuando se acabe su mundo ¿valió la pena vivir su

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