ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

LA CERILLERA

pancho66112 de Diciembre de 2013

3.536 Palabras (15 Páginas)251 Visitas

Página 1 de 15

La Cerillera

Autor del cuento: Hans Christian Andersen

Adaptación teatral: José Luis Marqués Lledó

Escena I

Sale al escenario el narrador o narradora, parece que lee un libro o un periódico y está entusiasmado con la lectura. Muestra un rostro lleno de felicidad. De repente, levanta la cabeza y mostrando una cierta sorpresa, se encuentra con el público. Le ilumina solamente un foco o cañón de luz; el resto del escenario debe permanecer en penumbra. En esa penumbra estarán los personajes que ambientan le primera escena, sin moverse, como paralizados.

Narrador: Hombre, ¿Están ustedes aquí? Pues me alegro mucho, Ante todo, ¡FELICES NAVIDADES!. Venía observando, en este periódico, los anuncios navideños, y me alegro mucho por haberles encontrado, pues nadie mejor que ustedes, para comentarlos.

Pasado mañana (Se contarán los días que faltan) se celebra en el Mundo, primero la Nochebuena y después la Navidad. Pero, según lo que observamos, cabría preguntarse: - ¿qué es la Navidad?- Es la celebración del nacimiento del niño Jesús, me dirán ustedes. Algo así como su cumpleaños. Sí claro, pero ¿y qué más? - Hombre, pues la alegría de que Jesús ha nacido. Bueno, eso viene a ser lo mismo. En definitiva, la gente habla del espíritu navideño en estas fechas ¡Qué bien nos queda esa palabra! ¿Y eso qué significa? Me pregunto yo. A lo mejor ustedes tienen la respuesta.

¿Tal vez amor, paz, fraternidad? ¿Es eso … Pero yo sigo viendo a mi alrededor: guerras, hambre, miseria, enfermedades, catástrofes, sufrimiento, rencores, envidias, crímenes…¿Dónde está entonces el espíritu de la Navidad?

Y además, aunque ese día fuéramos muy felices. ¿Ustedes creen, que en el supuesto caso de que Jesús hubiese venido al Mundo a traernos la felicidad, se conformaría con traérnosla, solamente para un día? ¿El veinticuatro de Diciembre? No, yo creo que no. Algo falla aquí, y yo quiero que todos vosotros reflexionéis conmigo sobre este asunto tan serio. ¡No!, no os preocupéis, no os voy a preguntar por vuestras conclusiones; esas quedan para vosotros.

Mirad, en el siglo XIX, un gran escritor de cuentos: Hans Cristian Andersen que nació en la ciudad de Odense, en Dinamarca, un 2 de abril de 1805 , ya tuvo una visión, bastante realista de lo que era al principio la Navidad y en lo que se había convertido en sus días. Su profunda reflexión, le llevó a escribir un hermoso cuento que muchos conoceréis: “La vendedora de cerillas”, también conocida posteriormente como: La cerillera”. Pero podía haberse llamado:”El mendigo que nunca conocí” o “Mi vecino es muy pobre” o “El país de los necesitados”, por ejemplo.

En este cuento, se analiza en profundidad “El espíritu de la Navidad” y el “Egoísmo humano”. Así que, mis queridos amigos, niños y niñas, padres, madres, abuelitas o abuelitos, profesoras y profesores y cualquier persona que esté ahora mismo sentada aquí y contemple el cuento, va a presenciar uno de las más hermosas historias que jamás se hayan escrito, pero además, debéis saber, que este cuento, nunca se escribió con la intención de distraernos, divertirnos o hacernos pasar un buen rato, no, se escribió para, hacernos pensar. La conclusión que saquéis cada uno de vosotros, será sólo vuestra. Y también será solo vuestra, la reacción que provoque en vuestros corazones.

(Se oscurece el escenario y desaparece el narrador. Música de fondo)

(Se enciende el escenario de nuevo, y los personajes cobran vida. Se debe oír un villancico de fondo. Los personajes deben ir cargados de regalos y deambular de un lado del escenario a otro. En medio una niña con aspecto harapiento, está intentando vender cajas de fósforos o bengalas)

Señora con niña: ¿Qué te ha dicho Papá Noel? ¡Bah! Lo que me dice todos los años. Qué si he sido buena, que si he sacado buenas notas, Qué que me he pedido. Ya me lo sé de memoria, no entiendo como me sigues trayendo aquí todas las Navidades, “mamuchi”.

La Cerillera (Tiritando de frío) ¡Señora, señorita! Cómprenme un fósforo de la suerte, para adornar la alegría de la Navidad, por favor.

Niña: ¡Qué sucia y harapienta vas! No sé como sales así a la calle en un día como hoy. ¡Afeas la Navidad!

La Cerillera: Lo siento señorita, pero es que no tengo nada mejor que ponerme. Para colmo, he perdido las zapatillas que me dio mi papá, porque me venían muy grandes.

Señora: Lo siento niña, ya hemos gastado mucho en regalos y no vamos a gastar más en… ¡bengalitas!

La Cerillera: Pero si sólo cuesta un penique.

Señora: No, niña, ya te he dicho que no, no seas pesada. (Madre e hija siguen caminando y desaparecen del escenario)

Un caballero: Feliz Navidad, señor, tengo unos fósforos que proporcionan la felicidad a quien los enciende y se ven cumplidos sus deseos. ¿Quiere comprarme alguno, señor?

Un caballero: ¡Bah! Paparruchas, nunca creas esas tonterías, niña, ni se las hagas creer a los demás. Eso son cuentos de hadas.

La Cerillera: ¡Es verdad, Señor, estas cerillas son diferentes; pruébelas y lo comprobará. Me las dio mi abuela, hace tres años, poco antes de morir. Yo no las quería vender, pero mi padre me ha obligado. Somos muy pobres.

Un caballero: Lo siento criatura, pero yo no voy a comprar algo inservible; en la vida hay que ir a lo práctico. Yo sólo compro lo que necesito. No vivo de ilusiones vanas. (Agachándose y poniéndose a su altura). - ¿Sabes lo que sería muy práctico para ti en el día de hoy, querida? Recoger tus cerillas y regresar a tu casa; allí al menos estarás calentita.

La Cerillera: Pero yo no puedo hacer eso, señor, mi padre me pegaría, me ha dicho que no regrese hasta que no las venda todas y sin faltarme un solo penique, Señor.

Un caballero: En tal caso, lo siento, pequeña, debo irme, a mí sí me espera en casa, mi familia con una suculenta cena en la mesa. No tengo tiempo que perder. Lo siento.

(Un grupo de mozalbetes, rodean a la cerillera, y entre empujones y risas la tiran al suelo y le cantan esta canción)

A esta calle hemos llegado

Todos juntos y en tranvía,

Y nos hemos encontrado

A esta niña sucia y fría.

Ande, ande, ande,...

La Cerillera: (Se levanta como puede, pero sin llorar) - ¡Niños!, ¡niños! – Les llama -¿Me compráis un fósforo de la felicidad? Por favor… (Corre detrás de ellos, pero, los niños, ya no la escuchan)

Mendigo: (Se acerca a la niña) - ¿Qué vendes?

La Cerillera: Vendo cerillas de la felicidad, pero nadie me compra y no puedo regresar a casa hasta que no las venda todas.

Mendigo: ¡Pobre niña! Yo hoy he recaudado 8 chelines, no está nada mal para desafinar tanto, con mi vieja guitarra. Pero con lo que he sacado, ya tengo suficiente: Me he comprado un pan relleno de bonito y dos peras de agua. Me sobran aún… (Metiéndose las manos en el bolsillo y sacando unas monedas), 6 peniques, así que puedo comprarte 6 cerillas de la suerte. ¡Venga, aquí tienes a tu primer cliente! Y ahora, te vas a casa con tus 6 peniques, y le dices a tu padre que no has podido vender más o que se te ha perdido el resto y si no, que venga él.

La Cerillera: Muchas gracias, tienes un corazón de oro, pero yo no puedo aceptar eso de ti. Tú eres tan pobre como yo, y también lo necesitas.

Mendigo: ¡Qué va! Eso son los ricos, que por mucho que tengan, siempre necesitan más. Si tienen un coche, necesitan uno mejor y si ya tienen uno mejor, desean otro mucho mejor y como no tienen límite, nunca son felices. Viven de las apariencias, pero nosotros no, pequeña. Nosotros somos felices con vivir un día más y somos felices con lo necesario: un plato de comida y una casa que nos cobije, ¡ese es nuestro tesoro! Así que toma los seis peniques, que a mí me sobran, pero me tienes que dar seis cerillas, un trato es un trato.

La Cerillera: (Con lágrimas en los ojos, le da las gracias y le besa la mano) Adiós, feliz navidad, siempre me acordaré de ti. Eres el alma más generosa que he encontrado jamás. Tú eres el verdadero espíritu de la Navidad

Mendigo: Y tú también, querida, y tú también. Por favor vete para casa, ya casi no hay nadie por la calle y te vas a congelar. Hazme caso. Tu padre lo comprenderá.

La Cerillera: Gracias, muchas gracias, pero voy a aguantar un poquito todavía, a ver si tengo suerte. Me cobijaré en aquel soportal y esperaré a algún transeúnte que pase por aquí; todavía no es tarde.

Mendigo: Bueno, como quieras, ya no te insistiré más. Feliz Navidad, pequeña.

La Cerillera: ¡Feliz Navidad, Señor!

Narrador: (Voz en off) La cerillera, se fue quedando sola, sola por completo, le ofrecía sus cerillas a algunos de los pocos transeúntes que pasaban, pero ellos rechazaban una y otra vez la oferta, hasta que ya dejó de pasar gente por la calle. Fue entonces cuando la chiquilla, se recostó sobre el quicio de un portal, sentada en una escalinata y se intentó cubrir con su raída toquilla para resguardarse del intenso frío.

(Se va apagando el escenario poco a poco, hasta quedar a oscuras. Se echan cortinas)

Como sugerencia, se podrían representar las escenas siguientes,

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (21 Kb)
Leer 14 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com