Multicuturalidad

ón: por una parte la de la ciudadanía, fundada sobre la soberanía popular; por la otra la del Estado-Nación, que eleva el estado en nombre de la nación y alimenta regímenes autoritarios y guerras internacionales. Así, estos temas han ocupado un lugar central a lo largo de América Latina.

Durante los procesos y las transformaciones históricas, y de sus consecuentes necesidades, se han modificado los contenidos de la propuesta de nación, desde una visión excluyente, en la que se pretende ver a ciertos sectores como algo ajeno, hasta posiciones cada vez más incluyentes, de apropiación de los diferentes sectores. En este proceso resulta recurrente y problemático el plantear un modelo integrador sin que este pase con gran dificultad por los obstáculos de la uniformidad y la homogenización. De aquí, parte la necesidad de plantear una igualdad exigiendo, el reconocimiento de la diversidad, ya que no puede plantearse una igualdad nacional en donde gran parte dela población “que pertenece a dicha nación”, se encuentra marginada y discriminada por sus condiciones étnicas, lo cual tendrá consecuencias de carácter económico, político social y jurídico.

La manera en la que se ha integrado el mundo indígena en la construcción de nación ha variado enormemente, dependiendo del momento histórico que se esté viviendo. Por ejemplo, “Vasconcelos percibía la ruptura de las culturas regionales como un proceso histórico mundial inevitable. La noción misma de ‘cultura nacional’, sustentada en la concepción entre las condiciones geofísicas y las elaboraciones espirituales, se verían alteradas radicalmente, por el desarrollo acelerado de las comunicaciones y los encruzamientos raciales y culturales en todo el orbe, Sin embargo esto no lo consideraba como algo peligroso, sino que el paso de lo local a lo global haría posible, por vez primera en la historia la construcción de un universalismo no etnocéntrico”.2

Recientemente, aparece en la Constitución una adición hecha en 1992, al

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