Tribalismo Y Tribus Urbanas
emanuelmta9523 de Abril de 2014
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TRIBALISMO Y TRIBUS URBANAS, X. Franco
En entregas anteriores se revisó el concepto de tribalismo, acuñado por el sociólogo Michel Maffesoli, y su contraparte, el concepto de individualismo, tal y como Zygmunt Bauman trabaja el término en algunos de sus textos (Individualismo vs Tribalismo: Dos perspectivas sobre el individuo y las sociedades posmodernas).
Cada uno de estos conceptos intenta dar cuenta de las tendencias de socialidad en las comunidades contemporáneas. En esta entrega se busca abordar el tema del tribalismo de manera más detallada, ejemplificando el concepto con el fenómeno de las llamadas “tribus urbanas”. Para ello nos remitiremos al artículo de Michel Maffesoli titulado “Tribalismo posmoderno. De la identidad a las identificaciones”. Para abordar el tema de las tribus urbanas abordaremos los siguientes textos: Feixa, C. De jóvenes, bandas y tribus; Oriol Costa, P., Pérez Tornero, J.M., Tropea, F., Tribus Urbanas (el ansia de identidad juvenil: entre el culto a la imagen y la autoafirmación a través de la violencia); Chihu Amparán, A., (coord) Sociología de la Identidad [la bibliografía completa de estos textos se indica al final].
Tribalismo
El tribalismo es, según Maffesoli, un fenómeno cultural. Esto quiere decir que se trata de un movimiento de amplio espectro que inunda todos los ámbitos de la vida social (política, filosofía, religión, economía, artes, costumbres, lenguaje, modas, patrones de conducta…etc) y que, a su vez, se influenciado por todos ellos. El tribalismo está enclavado dentro de los procesos de la posmodernidadDefinir la posmodernidad o, como muchos pensadores prefieren llamarla, la “condición” posmoderna, nos llevaría un trabajo aparte (nada sencillo, por cierto).
Pero podemos decir, grosso modo, que la posmodernidad es una época que inicia aproximadamente a mediados del siglo XIX, con la caída de los grandes paradigmas de pensamiento, racionalistas, universalistas y fundacionistas. Los mitos únicos o dominantes de la filosofía, la religión y la ciencia, se dispersan en multitud de mitos, de verdades y concepciones posibles del mundo. La experiencia del hombre se transforma radicalmente y con ello, las maneras en las que los hombres se piensan y configuran a sí y a sus sociedades. Pues bien, el tribalismo, para Maffesoli, es la expresión social dominante de las sociedades posmodernas. Es decir, las sociedades actuales tienden al tribalismo.
Pero, ¿qué es exactamente el tribalismo?, ¿cuáles son sus rasgos característicos?, ¿cuál es su lógica? En una entrega anterior enumeramos las características del tribalismo de Maffesoli, según él mismo lo hiciera en su texto Tiempo de las tribus. Para no repetirnos, ahora daremos la definición que Maffesoli maneja en el artículo que aquí tomamos como referencia: “El tribalismo es un fenómeno cultural, antes que político, económico o social. Es una auténtica revolución espiritual; es una revolución de los sentimientos que pone énfasis en la alegría de la vida primitiva, de la vida nativa. Es una revolución que exacerba lo fundamental, lo estructural, lo primordial del arcaísmo.
Cabe admitir que todo ello se aleja mucho de los valores universalistas o racionalistas que caracterizan a los detentores de los poderes actuales”. (Maffesoli, 2002. Pág. 227-228) El tribalismo es, pues, una revolución. ¿Contra qué se levanta esta revolución? Contra la antigua lógica que regía el mundo de las ideas y que justificaba ciertas prácticas de dominio entre los hombres: la lógica del principio de la identidad. Maffesoli opone la lógica regida por dicho principio a la lógica del tribalismo, que es la lógica regida por el “principio de Eros”. (Ibid., pág. 227).
La lógica del principio de identidad podemos entenderla como aquel discurso que, en todos los ámbitos del saber y del hacer humanos, tiende a la unidad de lo múltiple en Uno. Y ese Uno es idéntico consigo mismo. ¿Qué quiere decir esto? Que según los antiguos paradigmas de pensamiento (anteriores a la posmodernidad), las cosas del mundo, incluidos los hombres dentro de él, podían ser comprendidos y aprehendidos desde una idea (única, uniforme, fundamento de sí misma que funda a su vez todo lo demás) que los abarcaba a todos. Dios tuvo su momento. Todas las cosas se reducían finalmente a él.
La naturaleza y el hombre tomaron después, respectivamente, el lugar de Dios. La lógica del principio de identidad puede ser concebida también, según lo explica el mismo Maffesoli, como una ontología sustancialista, que pone a la base de sus consideraciones un elemento como conformador y ordenador de la realidad, llámese el hombre, el Estado, la ley…etc. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 237) Cuando la sustancia hombre tomó el lugar del fundamento, del origen de toda verdad, se forjó al individuo moderno, el individuo autónomo que adquiere su fisonomía más clara con el ego cogito cartesiano. Un sujeto capaz de todo con el sólo poder de su razón. En lo político, éste hombre, este individuo clama por su libertad.
Es el siglo XVIII y sus revoluciones burguesas liberales, dentro de cuyo estrépito se forjan las ideas políticas más aplaudidas de las sociedades actuales: libertad, igualdad, contrato social, soberanía, autonomía, democracia, república, estado de derecho…etc. Las sociedades construidas por esos hombres son precisamente aquellas contra las cuales se dirige la nueva lógica, la lógica que sigue el tribalismo. Para Maffesoli, las sociedades y las formas societales de tipo moderno –con los individuos autónomos como elementos constitutivos de las mismas-, han llegado al hartazgo de sí, están profundamente aburridas. En el seno de dichas sociedades ha sucedido un fenómeno que aún hace falta pensar, y del que no todo está dicho todavía: las sociedad actuales, posmodernas, viven un regreso a las formas arcaicas de cultura. Para Maffesoli, el regreso al arcaísmo es precisamente un signo preclaro de la posmodernidad.
Sin embargo, para él este regreso a formas primitivas de cultura no es algo necesariamente negativo. Por el contrario, dicho regreso puede significar para las sociedades actuales un proceso de revitalización, de gestación de nuevas formas de vínculos entre los hombres; el regreso a las formas arcaicas de cultura puede significar para las sociedades actuales, posmodernas, un momento ético. Las sociedades actuales llegaron a un punto límite de asepsia, de desprecio por lo que de animal hay en el hombre. Las ideas paradigmática de los siglos anteriores y, podríamos decir, toda la filosofía dominante al menos hasta Hegel, desprecio profundamente todo rasgo lúdico, sensual, salvaje. Condenó como “irracional”, como “incivilizado” todo aquello que no se ajustaba a los estándares de su cultura.
El resultado fue, en términos nietzscheanos, el dominio de Apolo sobre Dionisos; el triunfo de la racionalidad, del logos universalista y racionalista sobre los aspectos lúdicos, vitales, arcaicos del hombre. Pues bien, la posmodernidad con su tendencia hacia los arcaísmos, ha despertado el fenómeno tribal como forma dominante de asociación entre los hombres. El tribalismo es una respuesta a las formas de socialidad impuesta por los viejos paradigmas. Las sociedades del individuo moderno son sociedades individualistas, aislantes, segregativas. Los individuos reprimen su deseo de fundirse con otros sujetos, reprimen sus tendencias lúdicas y dionisíacas. Pero no más. O al menos eso es lo que Maffesoli no sólo pronostica, sino observa en las sociedades de todo el orbe.
Se trata, en otros términos, del enfrentamiento –un enfrentamiento que por cierto siempre ha existido y funciona siempre- entre el poder instituido y el poder instituyente. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 223) El primero está constituido por una minoría, la élite que impone o trata de imponer sus formas de cultura; el segundo por la mayoría, que construye de manera paralela nuevas formas de cultura que eventualmente se tocan con las del poder instituido. El tribalismo pertenece a esta última forma de poder. Muchos no pueden concebir que las tendencias arcaicas –el tribalismo entre ellas- se apoderen de las sociedades, bien o por temor o por miopía, según se queja Maffesoli.
Los que siguen pensando que el individualismo la forma de socialidad dominante de las sociedades posmodernas no hacen sino enfatizar el abismo existente entre la realidad y sus estudiosos de élite, encerrados, dice, en sus gabinetes universitarios. El tribalismo posee aspectos “arcaicos” y “juveniles” (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 226). Además, posee una “dimensión comunitaria” que “pone en evidencia la saturación del concepto de individuo, así como de la lógica de identidad”. (Maffesoli, pág. 226). Se trata de un verdadero cambio de paradigma, de una revolución cultural. Su envergadura, parece querernos decir Maffesoli, es comparable a la que sobrevendría al triunfo cultural de Dionisos sobre Apolo [1]. (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 227).
Dentro de las formas de sociedad tribales se privilegia estructuras horizontales y fraternales de poder, frente a las estructuras verticales y patriarcales que predominan en las sociedades individualistas modernas (Cfr. Maffesoli, 2002, pág. 230). Dichas estructuras horizontales son “causa y efecto” de lo que Maffesoli llama la “erótica social” (Maffesoli, 2002, pág. 239). Hay un despertar de la vitalidad, de los impulsos lúdicos, sexuales, comunitarios primitivos. El tribalismo posmoderno se caracteriza también por la anomia (a = sin; nomos= ley; carencia de ley), la espontaneidad, el deprecio por
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