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CRUZ ALEJANDRO QUINAL


Enviado por   •  14 de Julio de 2013  •  969 Palabras (4 Páginas)  •  740 Visitas

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Cruz Alejandro Quinal, hijo de Juan "Delvira" Montes y de Juana Quinal, nace el 3 de mayo de 1934 en Botucal, caserío cercano a San Lorenzo. Considerado el rey del bandolín, el más destacado interprete del joropo con estribillo de la región de Cumanacoa y uno de los más brillantes de ese género oriental.

Además de excelente músico y compositor se destacó también como artesano llegando a fabricar más de diez mil (10.000) cuatros de sonido perfecto, así como tres bandolas, violes, escarpándolas y especialmente el bandolín morocho, su obra maestra, no sólo como instrumento, sino también como tema musical al que bautizó con ese mismo nombre.

Cruz Alejandro Quinal muere el 17 de julio de 1987 en la población de San Lorenzo a la edad de 53 años, en el momento más productivo de su autodidácta carrera como artesano, músico y compositor de joropo y merengue oriental.

San Lorenzo, a lo largo de su historia ha sido cuna de labriegos, poetas, músicos, políticos, deportistas, así como de importantes educadores. Pero han sido, sin duda, el bandolín morocho, los cuatro y la música de Cruz Quinal, junto con las acciones boxísticas de su hermano Faustino, (fallecidos ambos) lo que ha proyectado más allá de nuestras fronteras el nombre de San Lorenzo.

Hay una montaña enorme...

... que sangra cada día, que se va quedando cada vez más sola, herida en sus costados, una montaña amurrallada que se lastima sobre el cádaver de sus ríos. Todavía quedan allí pobladores que la vigilan y le cantan. Envuelta entre sus faldas está una de las aldeas, se llama San Lorenzo Mártir de Caranapuey. Nació hijo de conuqueros y se hizo conuquero. Nació entre historias de encantados que sólo viven en las aguas del Turimiquire. Cruz Alejandro Quinal vino al mundo un día de la Cruz y se hizo carpintero. El acrisola el pino y la caoba y el cedro, que son las maderas de sus invenciones. En el lugar, un aroma crudo de árboles cortados se adueña del aire de todas las mañanas, cuando el carpintero con el pecho desnudo se entrega al banco de trabajo. Entrechoca escuadras, trazos de compás y escolta el acero afilado del formón, mientras dibuja serpentinas y plumas de madera.

Las manos prácticas del campesino persiguen todas las astilas, quita, pone, sella, concibe, lleva a prisión y deja en libertad su invento de músico. Todas las guitarras nacen de sus manos aprenden a cantar. No hay música que no halle en su instumento, no hay verdad de pueblo que no sienta entre las cuerdas que pulsa su puño de plata, ni hay palabras posibles para decir cómo es realmente este artesano que se le escapó a Dios un día de Gloria.

Yo llegué al Tabaqueral, a

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