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Hacienda La Vega Caracas


Enviado por   •  11 de Junio de 2013  •  566 Palabras (3 Páginas)  •  419 Visitas

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En 1590 comenzó su historia, y por poco termina en 1992, fecha en que murió su última y brillante estrella, Mimí Guevara de Herrera Uslar. Por allí pasaron los capitanes de la conquista, Bolívar, Guzmán, Arturo Rubinstein, Rostropovich y la Princesa Margarita, amén de decenas de figuras de la nobleza internacional. Ahora intentan repetir la historia Con la soberbia despreocupación que Carlos Fuentes le endilga a los ricos, Roberto Picón Herrera hacía brillar calmadamente su inmenso anillo de oro con el escudo de armas de su familia grabado en bajorrelieve. Forjado para marcar el emblema en lacre, refulgía bajo la luz de la tarde como una luciérnaga metálica y ambarina. A lo lejos, se oían los cristofués. Muy cerca, probando una torta de “arena” debida a su propia mano -receta de la Nana Herrera- estaba María Teresa Picón de Boulton, a la sombra de un corredor con 16 columnas -¡16!- que protege el lado norte de una inmensa casona, la casa de hacienda más largamente habitada en Venezuela, la de la hacienda La Vega. Roberto y María Teresa -nietos de la legendaria Mimí Guevara de Herrera Uslar- combaten comiendo palmeritas y bebiendo limonada el turbión de la tarde, en la grandiosa desolación de esta casa de 3.500 metros cuadrados que ya nadie habita -salvo el silencio-, con corredores techados recientemente en caña amarga -cuya búsqueda estuvo a punto de convertirse en una misión imposible-, con comedores para niños en cuyo ámbito no podían oírse antaño las voces infantiles -sólo su campanilleo para llamar a los sirvientes-. Sus siete habitaciones -realmente, pequeñas suites con pisos de mosaico en rombos vainilla y negro, en cuyas mesas brillaban hasta hace siete años las poncheras y jarras de plata, y en cuyos esquineros de madera podían apreciarse portarretratos de porcelana con la efigie de Páez- dan hoy a un patio cuya fuente está seca. Roberto y María Teresa -junto a Cristina Vollmer de Burelli- lideran el esfuerzo magnífico y colosal de hacer volver a la vida a esta casona asentada en lo que fueran los dominios del feroz conquistador Garci González de Silva desde 1590, cuya hacienda iba desde el Guárico hasta Petare. UNA LUZ EN LA OSCURIDAD. Quien hoy tome el rumbo hacia el ominoso sector de La Vega -cruzando el Puente de Los Leones- y enfile por la avenida O’Higgins -esquivando huecos y basura arracimada- sólo puede hacerse una muy pálida imagen de lo que hay más allá del camino de entrada -bordeado de chaguaramos-, una vez traspuesto el arco color canela que reza: “La Vega. 1590”. Delatando el origen agrícola de la posesión, está rodeada de numerosos arcos en cuyos frontones se leen exhortaciones que suenan más a tronantes advertencias que a edificantes consejos: “Siembra y cosecharásÓ, “Sin abono no hay cosecha”, “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”. No en vano, tras los arcos se divisa el torreón del antiguo trapiche y las hoy carcomidas paredes que amparaban

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