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Subdesarrollo


Enviado por   •  28 de Agosto de 2014  •  3.056 Palabras (13 Páginas)  •  181 Visitas

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Desarrollo, Liberalismo y Mercado

Efectivamente, el estudio del desarrollo ha avanzado mucho en las últimas dos décadas. Hoy en día se incluyen conceptos como la calidad ambiental, los derechos humanos, la incorporación de la mujer, los fallos del mercado, etc, que han cambiado para siempre el concepto de desarrollo limitado al mero ámbito económico. La teoría del desarrollo es ahora un campo multidisciplinario donde convergen la sociología, la ciencia política, la geografía, la historia, la psicología, la economía e incluso hasta la teología.

Creo que definitivamente quedan muy pocas personas que piensen que es justo que siga conviviendo la infinita riqueza con la más miserable pobreza. A pesar de que en algunas circunstancias nos podemos ver forzados a pensar que el logro material de una persona obedece a su exclusivo esfuerzo y que gran parte de la miseria de nuestros pueblos reside en la desidia de los pobres, creo que estos argumentos se caen por su propio peso cuando analizamos la rampante desigualdad de oportunidades que impera en las naciones más atrasadas del planeta. Ese creciente dualismo social y económico podría ser la mecha de las más encontradas luchas de este siglo XXI, pero también podría ser acicate para una reflexión profunda sobre las nuevas sociedades que pretendemos construir.

Entiendo que el desarrollo es un problema multidimensional (especialmente con relación a la variable cultural del desarrollo), pero todavía sigo creyendo firmemente en el sistema liberal como la mejor arma contra el atraso de nuestros pueblos y en la profundización del sistema democrático. Claro está, que debo reconocer que en ciertas circunstancias es inaplicable el liberalismo en nuestras naciones. Es necesario resaltar que las bondades del sistema liberal están profundamente relacionadas con la dicotomía "libertad - igualdad". A pesar de que la Revolución Francesa adoptó estos ideales como principios básicos en la declaración de los derechos del hombre, la aplicación de éstos en su concepción ortodoxa provoca una fuerte contradicción. Y es que los hombres no han sido creados iguales, es decir, podrán nacer con la misma constitución física y se podrá pregonar la igualdad ante la ley, pero si estos mismos hombres tienen la libertar de disponer de sus talentos como mejor lo crean conveniente, entonces a la vuelta de unos años podríamos tener por un lado a un Premio Novel en química y por el otro a un obrero de una línea de producción industrial (sin que esto implique alguna connotación peyorativa del trabajo del obrero). Ahora bien, más que un problema económico, tenemos un problema ético. ¿Deben estos dos hombres ser pagados iguales? ¿Deben contar con las mismas comodidades materiales? Y si la sociedad les retribuye igual, ¿cómo incentivamos el talento y premiamos el esfuerzo? Eso jamás lo va a resolver la economía por mucho que busquemos entre modelos y teoremas. Debo señalar que hasta ahora no he mencionado nada en relación a sí estos dos hombres tuvieron o no igualdad de oportunidades. Pero supongamos por un momento que el Estado garantizó a ambos hombres las mismas oportunidades educativas, logró utópicamente dotarlos de familias igual de cariñosas y cuidadosas, les ofreció la misma atención médica y los alimentó de forma similar. El dilema se sigue manteniendo, porque nada garantiza que alguno de los dos no tenga una capacidad mental inferior o simplemente siendo aventajado no decida convertirse en un vividor (o vago) del sistema de igualdad de oportunidades.

A mi no me cabe duda que a todo individuo debe garantizársele la libertad plena de desarrollar sus talentos y capacidades. Por otra parte, podríamos disminuir la desigualdad artificial creada por el mismo hombre si el Estado garantiza un mínimo de condiciones para que todos desarrollemos nuestros potenciales independientemente de nuestro nivel de ingresos, condición social, racial, de género e incluso de aptitud física (personas con minusvalías físicas).

El mercado todavía puede desempeñar un papel importante en los procesos de desarrollo de nuestras naciones si lo combinamos con una acción gubernamental eficaz, transparente y oportuna. He visto en Venezuela como el Estado ha fallado tantas veces en llevar adelante reformas económicas, gerenciar eficientemente la mayoría de las empresas públicas y garantizar el cumplimiento de las leyes que es natural que en este país todos los ciudadanos se pregunten si la acción del gobierno es más eficaz que el mercado. Nadie puede tampoco asegurar que el mercado a su libre albedrío es garantía del desarrollo, como ejemplos tenemos el caso de Enron y más recientemente el de Worldcom. Pero estamos demasiado cansados de la burocracia y la corrupción pública que ya no creemos en la intervención gubernamental por sí sola. Podríamos pensar que un Estado regulador eficiente y moderno junto con un mayor uso de las instituciones de mercado pueden traer mayor bienestar que la mera intervención pública en todas las facetas económicas o la liberalización radical de todos los mercados. La literatura económica en relación a los fallos de mercado y la regulación pública están sumamente avanzada para pensar que ambos extremos por si sólo pueden generar progreso.

¿Dónde está el enemigo?

Nuestro principal obstáculo en el largo camino del desarrollo nacional es de carácter cultural. Nos hemos convertido en enemigos de nuestro propio desarrollo y progreso. La mentalidad del venezolano está muy lejos de llevar en alto los valores de responsabilidad, ética, seriedad, preocupación y trabajo.

Venezuela, a pesar de contar con un extraordinario potencial, tiene un 80% de sus habitantes en situación de pobreza. No han sido suficientes todos los recursos obtenidos del petróleo para construir una nación próspera, donde la mayoría de sus ciudadanos alcance un nivel de vida adecuado y nadie tenga negado el acceso a la salud, la educación y la justicia.

Sin embargo, nosotros mismos hemos sido culpables de que nuestra nación se esté cayendo a pedazos en este momento. Por un lado, una gran parte de nuestros líderes políticos (incluyendo los de la mal llamada V República) han sido incompetentes para conducir al pueblo hacia un futuro mejor. Han perdido la oportunidad histórica de convertir a Venezuela en una potencia regional. También debe recordarse que esos políticos provienen del mismo medio que el resto de los venezolanos, y los hemos llevado con nuestros votos hasta donde están gracias a un sistema democrático que parece ser una de las pocas cosas buenas que nos quedan todavía.

Hemos caído en un círculo vicioso del cual necesitamos salir lo más pronto posible para iniciar la reconstrucción de la República. La ignorancia crasa en

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