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CESAR VALLEJO


Enviado por   •  2 de Abril de 2013  •  2.875 Palabras (12 Páginas)  •  295 Visitas

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(Relación establecida entre este y su familia)

César Abraham Vallejo Mendoza fue el último de los once hijos que trajo a este mundo doña María de los Santos Mendoza y Guerreonero. Es decir el benjamín, el chulca en nuestro dulce idioma quechua. Lo hizo un 16 de marzo de 1892 en Santiago de Chuco, cuando este pueblo era aún distrito de la provincia de Huamachuco.

Doña María de los Santos Mendoza y Guerreonero había contraído nupcias en la segunda mitad de la década de 1860 con don Francisco de Paula Vallejo Benítez. Tanto Francisco como María eran hijos de sendos sacerdotes españoles que los engendraron en dos indias peruanas. Cuando César Vallejo nace su papá contaba con 52 años, por lo que ya en su niñez –para aquel tiempo—tenía “un padre casi anciano sumido con quien no tubo gran apego pero si un ferviente amor y asimismo un gran abandono y una madre cariñosamente atareada en quehaceres domésticos, la hermana casada y los hermanos mayores que debían parecerles muy mayores a un niñito”, al decir de uno de sus principales biógrafos Luis Monguió en su libro Vallejo. Vida y obra (1952: 28).

Casa del poeta

A fines de 1918 Vallejo da a luz su primer poemario, Los heraldos negros, sin más data que Lima, 1918. No hay pie de imprenta ni nombre del editor. El dato que sí existe es que su querida madre falleció el 8 de agosto de 1818, sin que el poeta haya podido visitarla en su lecho de enferma y ni siquiera

Acompañarla en su sepelio. Las razones pudieron ser varias, pero no creemos que haya sido la larga distancia que separaba Lima de Santiago de Chuco que significaba días de viaje, sino más bien la difícil situación económica que atravesaba. Conocemos una carta inédita del vate, cuando uno de sus hermanos le anuncia su matrimonio, y César le pide, casi le ruega que firme una letra para que su madre pueda asistir a la boda debidamente presentable.

Vamos a reproducir la tercera estrofa de “Los pasos lejanos”, antepenúltimo poema de Los heraldos negros:

Y mi madre pasea allá en los huertos,

saboreando un sabor ya sin sabor.

Está ahora tan suave,

tan ala, tan salida, tan amor.

MÁS ALLÁ DE LA VIDA Y DE LA MUERTE

Tal es el título del cuento con que César Vallejo gana el 15 de diciembre de 1921 el premio nacional organizado por la Sociedad Cultural Entre Nous. El cuento relata su retorno a Santiago de Chuco luego de once años de ausencia (esto en la ficción, porque sabemos de su real retorno y el fatal episodio que acompañó a su visita que lo llevaría primero a la cárcel y después al exilio) y el relator narrativo cuenta: “…todo empezaba a agitarme en nostálgicos éxtasis filiales, y casi podían ajárseme los labios para hozar el pezón eviterno, siempre lácteo de la madre; sí, siempre lácteo, hasta más allá de la muerte.” (Eviterno = eterno).

En seguida narra un episodio fatal donde su madre se accidenta y

tienen que llevarla en camilla hasta el pueblo, pues paseaban a caballo por el campo, y cómo él se apena tanto por este hecho hasta que vuelve a verla alegre y reilona y “todo era muy bonito” (sic).

“Pero ahora lloraba más, recordándola así enferma, postrada, cuando me quería más y me hacía más cariño y también me daba más bizcochos de bajo sus almohadones y del cajón del velador. Ahora lloraba más acercándome a Santiago, donde ya sólo la hallaría muerta, sepulta bajo las mostazas maduras y rumorosas de un pobre cementerio.”

El relato le sirve a Vallejo para resucitar a su madre en la imaginación. Los roles se trastocan. Él aparece muerto, ensangrentado y su madre le dice: “¿Tú eres mi hijo muerto y al que yo misma vi en su ataúd? Sí, eres tú mismo (…) Mírame. ¡Pálpame hijo mío! ¿Acaso no lo crees? // Contémplela otra vez. Palpé su cabecita encanecida. Y nada. Yo no creía nada… -Sí, te veo-la respondí-, te palpo. Pero no creo. No puede suceder tanto imposible.

Y me reí con todas mis fuerzas.”

LOS POEMAS DE TRILCE

En Trilce,donde hace remembranza a su progenitora ,poemario segundo de Vallejo, editado en 1922 con el monto del premio de Entre Nous y con prólogo de Antenor Orrego, encontramos en el poema III:

Las personas mayores

¿a qué hora volverán?

Da las seis el ciego Santiago,

y ya está muy oscuro.

Madre dijo que no demoraría.

(…) Mejor estemos aquí no más.

Madre dijo que no demoraría

Y en el poema XXIII,

tenemos:

Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos,

pura yema infantil innumerable, madre.

Para finalizar pasaremos al poema XXVIII:

He almorzado solo ahora, y no he tenido

madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua,

ni padre que, en el fecundo ofertorio

de los choclos, pregunte para su tardanza

de imagen, por los broches mayores del sonido.

(…) Cuando ya se ha quebrado el propio hogar,

y el sírvete materno no sale de la

tumba.

La cocina a oscuras, la miseria de amor.

Vallejo alumno de Educación Primaria

Diremos en primer término que César Vallejo tuvo en muy alto valor la educación, como una actividad humana fundamental para el bienestar de la humanidad, a quien él tuvo muy en cuenta al asumirla como inspiración para su posterior martirio e inmolación.

Un detalle que corrobora su enorme filiación afectiva con la escuela es cómo recordó siempre, como si constituyera en él una huella indeleble, los dichos y las acciones de sus maestros, evocación que duró hasta el final de sus días. Siempre recordaba a sus maestros e incluso dedicó su tesis a uno de ellos.

Fue excelente alumno desde cuando él cursaba la Educación Primaria.

Recordemos

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