Correspondencia Einstein-Russell (1955)
turdus1 de Mayo de 2013
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CORRESPONDENCIA EINSTEIN-RUSSELL (1955)*
El proyecto antibélico que ocupó a Einstein durante las últimas semanas de su vida, y al pie del
cual puso su firma pocos días antes de morir, fue iniciado por Bertrand Russell con la siguiente
carta, enviada desde Richmond, Surrey (Inglaterra), el día 11 de febrero de 1955:
Querido doctor Einstein:
Al igual que las demás personas reflexivas y conscientes, me siento profundamente inquieto
ante la carrera de armamentos nucleares. En diversas ocasiones, usted ha expresado
sentimientos e ideas con los cuales estoy totalmente de acuerdo. Creo que los hombres de
ciencia eminentes deberían emprender alguna acción espectacular y dramática para convencer
al público y a los gobiernos de que el desastre es plenamente posible. ¿Cree usted que sería
posible encontrar a, digamos, seis personalidades de la más alta reputación científica,
encabezadas por usted, que hiciesen una declaración solemne sobre la necesidad imperativa
de evitar la guerra? Estas personalidades deberían ser de filiación y concepciones políticas tan
diversas que nadie pudiese acusar a su iniciativa de comunista o anticomunista. He recibido
una carta de Joliot-Curie que me parece muy alentadora, porque el hecho de que él sea
comunista y yo no, no nos ha impedido llegar a un acuerdo sobre esta cuestión. He expresado
mis puntos de vista en una charla radiofónica (Man's Peril from the Hydrogen Bomb,
pronunciada el 23 de diciembre de 1954 por la BBC), de la cual le incluyo un ejemplar. Las
repercusiones han sido sorprendentemente favorables en mi país, pero creo que se necesitan
voces de otros países. No conozco personalmente a ninguno de los científicos atómicos
norteamericanos pero leo su «Bulletin» mensual con interés y, normalmente, con placer. Estoy
seguro de que muchos de ellos desean encontrar el modo de impedir el desastre atómico.
¿Tiene usted alguna idea sobre las posibilidades de impulsar algunos de ellos a una acción
efectiva? Y en caso afirmativo, ¿cómo hacerlo?
Hay algunos puntos que me parecen especialmente importantes. En primer lugar: sería
totalmente inútil un acuerdo de prohibición de la bomba H. El acuerdo sería irrelevante en caso
de estallar la guerra y cada bando se pondría a fabricar el mayor número posible de bombas.
En segundo lugar: no debemos dejamos desviar por los posibles usos pacíficos de la energía
atómica. Serán importantes únicamente cuando la guerra deje de ser probable; hasta entonces,
su importancia es relativamente escasa. En tercer lugar: en todos los intentos de evitar la
guerra atómica, hay que observar la más estricta neutralidad. Debemos hacer imposible toda
sugerencia de que estamos propiciando los intereses de uno de los bandos. Debemos hablar
siempre en nombre de la humanidad, no de este o aquel grupo. Por dicha razón, sería
conveniente que algunos de los participantes fuesen comunistas y otros anticomunistas
conocidos. En cuarto lugar: hay que insistir en que la guerra puede significar la extinción de
todas las formas de vida en este planeta. Los gobiernos ruso y norteamericano no lo creen así
y no debemos dejarles excusa alguna para que continúen en la ignorancia. En quinto lugar:
aunque la bomba H ocupa actualmente el centro de la atención, no agota las posibilidades
destructivas de la ciencia; es probable que los peligros de la guerra bacteriológica sean todavía
mayores, dentro de poco. Esto refuerza la proposición general de que la guerra y la ciencia no
pueden seguir coexistiendo.
Joliot-Curie cree, al parecer, en la necesidad de una gran conferencia internacional de hombres
de ciencia. Yo no creo que sea ésta la mejor vía. La organización de una conferencia de este
tipo requiere mucho tiempo. Habría dificultades para los visados. Cuando consiguiésemos
finalmente llevarla a cabo se producirían discusiones y desacuerdos que nos impedirían
producir una impresión inequívoca y dramática en el público. Estoy convencido de que un
número reducido de hombres eminentes podría conseguir mucho más, al menos en un primer
momento.
Personalmente, creo que debería hacerse un llamamiento a los países neutrales. Me gustaría
que uno o más países neutrales nombrasen comisiones de sus propios ciudadanos para
elaborar informes sobre los probables efectos de la guerra sobre los neutrales y los
*
Extraído de ALBERT EINSTEIN, Escritos sobre la paz, Barcelona: Península, 1967, págs. 447-455.2
beligerantes. Estas comisiones deberían componerse, digamos, de seis miembros: un físico
nuclear, un bacteriólogo, un genetista, un especialista de la guerra aérea, un hombre con
experiencia de las relaciones internacionales (por su trabajo en las Naciones Unidas) y un
presidente que no fuese especialista, sino hombre de extensa cultura. Sus informes deberían
publicarse y presentarse a todos los gobiernos invitándoles a expresar su opinión al respecto.
Con ello se daría a conocer a todo el mundo la imposibilidad de la guerra moderna. Los países
neutrales estarán más dispuestos a ver con buenos ojos esta iniciativa si saben que cuentan
con un apoyo importante en los países no neutrales.
Me gustaría conocer su opinión sobre estas cuestiones.
Con mis mejores deseos,
BERTRAND RUSSELL
Einstein contestó a los pocos días, el 16 de febrero de 1955:
Querido Bertrand Russell:
Estoy totalmente de acuerdo con su carta del 11 de febrero. Hay que hacer algo en este
terreno, algo que cause impresión al público en general y a los dirigentes políticos al mismo
tiempo. La mejor forma de conseguirlo sería una declaración pública, firmada por un pequeño
número de personas ––digamos doce personas, cuya actividad científica (científica en el
sentido más amplio) les haya dado prestigio internacional y cuya filiación política no les haga
perder efectividad. Se podría incluir a hombres como Joliot, de clara etiqueta política, siempre
que se contrapesase su presencia con la de representantes del otro bando.
Los países neutrales deberían estar bien representados. Por ejemplo, es absolutamente vital
incluir a Niels Bohr; creo que estará de acuerdo. Probablemente querrá visitarle a usted antes y
participar en la redacción del documento. Puede también ayudarle a fijar la lista de los posibles
firmantes.
Espero que me consentirá que envíe su carta a unas cuantas personalidades de los Estados
Unidos que creo que pueden ser útiles para el proyecto. La elección es particularmente difícil.
Como debe usted saber, este país ha sido devastado por una plaga política que no ha
ahorrado, en absoluto, a los científicos.
Sugiero que el texto que vaya a someterse a la firma sea redactado por dos o tres personas ––
de preferencia, por usted solo––, de modo que asegure por adelantado que algunos de los
posibles firmantes estarán totalmente de acuerdo con su contenido. Esto facilitará la firma de
los demás sin tener que perder tiempo en las enmiendas. Desde luego, deberíamos intentar
que lo firmasen también personalidades soviéticas; no creo que resulte demasiado difícil. Al
respecto, podría prestarnos una gran ayuda mi colega L. Infeld, de la Universidad de Varsovia.
En los Estados Unidos creo que deberíamos contar con Whitehead y Urey. Deberíamos
intentar que la mitad de los firmantes fuesen ciudadanos de países neutrales; esto impresionará a los belicistas (Kriegerischen) y subrayará el carácter neutral de todo el proyecto.
Con mis mejores saludos,
A. EINSTEIN
Russell volvió a escribir el 25 de febrero de 1955:
Querido Einstein: 3
Le agradezco su carta del 16 de los corrientes. Me complace mucho ver que estamos de
acuerdo. Creo que tiene usted razón cuando sugiere que deberíamos asegurar dos firmantes
además de usted y yo y que sólo después deberíamos enviar el proyecto de documento a
algunas personalidades seleccionadas. Me gustaría que fuese usted ––o usted y Bohr–– quien
seleccionase a dichas personas porque conoce mucho mejor que yo el mundo científico. Me ha
interesado su observación de que quizá Bohr estaría dispuesto a venir a verme. No sé dónde
se encuentra actualmente. Le conocí en Copenhague antes de la guerra y me pareció muy
simpático. Me parece muy bien que muestre usted mi carta a quien considere usted
conveniente. En su carta menciona usted a Whitehead y Urey. No sé a qué Whitehead se
refiere. Antes de iniciar la redacción de un proyecto para someterlo a la consideración de un
reducido número de hombres de ciencia eminentes me gustaría conocer su opinión sobre el
alcance que debería tener. Mi concepción es, aproximadamente, la siguiente: después de
referirse breve y sobriamente al carácter suicida de una guerra termonuclear debería sugerir
que los gobiernos neutrales hagan gestiones cerca de ambos bloques para conseguir
simultáneamente su acuerdo sobre un punto básico: que la guerra no puede servir a los fines
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