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El culto del fuego en la mitología griega


Enviado por   •  19 de Agosto de 2014  •  Trabajos  •  837 Palabras (4 Páginas)  •  238 Visitas

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EL FUEGO.

En la mitología griega, el Etna era el volcán en cuyo interior se situaban las fraguas de Hefesto, que trabajaba en compañía de cíclopes y gigantes. El monstruoso Tifón estaba debajo de esta montaña, lo que causaba frecuentes terremotos y erupciones de humo y lava.

El culto del fuego siguió al que se tributaba al Sol y todas las naciones se conformaron en adorarlo como el más noble de los elementos y como una viva imagen del astro del día. Los caldeos lo miraban como una deidad suprema. Sin embargo, en Persia es donde se extendió su culto casi exclusivamente. Se encontraban por todas partes cercados cerrados con muros y sin techo, dentro los cuales, se encendía asiduamente el fuego en donde el pueblo devoto venía a ciertas horas para rogarle. Los grandes señores se arruinaban arrojando en él esencias preciosas y flores odoríferas, privilegio que miraban como uno de los mejores derechos de la nobleza. Estos templos descubiertos fueron conocidos de los griegos con el nombre de Pyreia o Pyrateia. Los viajeros modernos hablan también de ellos como de los más antiguos monumentos del culto del fuego. Cuando los reyes de Persia se hallaban en la agonía, se apagaba el fuego en las principales ciudades del reino y no se volvía a encender sino hasta después de la coronación de su sucesor. Estos pueblos se imaginaban que el fuego había sido traído del cielo y puesto sobre el altar del primer templo que Zoroastro había mandado edificar en la ciudad de Xis, en la Media. Estaba prohibido arrojar a él nada que no fuese puro, llegando a tal punto la superstición que nadie osaba mirarlo atentamente. En fin para más imponer, los sacerdotes conservaban secretamente este y hacían creer al pueblo que era inalterable y se alimentaba de sí mismo. Hyde ha creído que este culto tenía por único objeto representar al Ser Supremo.

Sea lo que se fuere, esta superstición pasó a Grecia. Ardía en el sagrado en los templos de Apolo en Atenas y en Delfos, en el de Ceres en Mautíuaa en el de Minerva en el de Júpiter Ammon, y en las pritaneas de todas las ciudades griegas, donde ardían continuamente las lámparas cuidando muy particularmente que no se apagasen. Los romanos imitadores de los griegos adoptaron este culto y Numa fundó un colegio de vestales, cuyas funciones consistían en conservar el fuego sagrado. Esta religión subsistió entre los guebros o parsos, como también en muchos pueblos de América, entre otros, en Virginia. Cuando estos pueblos volvían de alguna expedición militar o habían salido felizmente de un peligro inminente, encendían un gran fuego y atestiguan su alegría danzando a su alrededor con una calabaza o campanilla en la mano, como dando gracias a este elemento por haberles salvado la vida.

Jamás empiezan sus comidas sin haber arrojado antes al fuego el primer bocado a modo de una ofrenda

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