Splice

Por “Splice” se sondean los ensayos en grandes corporaciones químicas o biológicas, uno de cuyos objetivos es el obtener ganancias y patentes para largo tiempo, y los trabajos velados o a escondidas de especialistas bajo contrato.

Clive (Adrien Brody) y Elsa (Sarah Polley) son el par de científicos metidos en avanzados proyectos de creación de nuevos entes, anormales o con pinta de monstruos, pero afines a sus concepciones evolutivas. Ya las primeras imágenes subjetivas de una criatura a punto de nacer, de salir del útero materno, implican la idea de algo tal vez no humano o diferente.

El guión, de Natali con Antoinette Terry Bryant, explora los límites donde se debe decidir si proseguir los experimentos o darles cerrojazo; si es imperativo avisar a sus patrocinadores o mantener secretos; si dar pasos adelante sin importar peligros, o hasta dónde avanzar en pos de verificar hipótesis, de enmendar descuidos.

El conjuro del acierto inicial trae su golpe brutal cuando es la hora de enseñarle al mundo los avances. Del regocijo se traspasa a un respingo sanguinario. El descubrimiento se esparce a la nueva, imprudente, experimentación.

Vincenzo Natali ensancha el argumento con la elaboración de una especie de “alien”, a quien llaman Dren (Nerd leído al revés) que solamente da chillidos, no hablará. Por instantes se presienten amenazas del engendro, hasta tornarse una muñequita mixtura y se revierte a la complicidad con quien le dotó de su ADN. El punto de inflexión está dado cuando Elsa y Clive hacen el amor, se dan cuenta de haberlo desatendido, y en pleno clímax la silueta de Dren asoma tras las cortinas, oyendo.

El desarrollo de “Splice” va de la mano de la fulminante progresión de Dren. Muta cual insecto transformado en mariposa o animal mitológico. Su aleación se multiplica, de sabandija, a fémina con patas de equino, a anfibio renacido. Y el sexo y la madurez le insuflan membranas aladas. El animalito engendrado se hincha hacia la inmortalidad y la inherente amenaza, a la liberación descomunal.

En “Splice” se confrontan teorías relativas al ADN, a su herencia, a las mezclas de células. El director Natali desborda las posibilidades de un super humano, o una combinación facciosa de bestias, aves y vertebrados. El experimento le estalla a la científica, la criatura bisexual arriesga a reproducirse por los dos caminos (las escenas sexuales con ambos tienen su prurito lógico y secuencial).

Del retozar con el animalito y disponerse a aniquilarlo, se pasa a su domesticación y al caos; al señuelo y su falsa careta de bondad; a su raciocinio a pesar de no poder expresarse con palabras, a su adultez y control de la situación, al desbordamiento de sus verdaderos instintos de salvajismo, carnívoro, de fiera.

El epílogo se acomoda con la relación hacia su creadora y su amante, el gene transmitido, los impulsos de ambos sexos, la reacción

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