Teoria De La Evolucion
alonsoarellano2 de Mayo de 2013
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LA TEORÍA DE LA EVOLUCIÓN
Durante el siglo XVIII un grupo de investigadores, que fueron llamados naturalistas, consiguieron reunir una gran cantidad de información sobre la fauna y la flora en muy diversas zonas de nuestro planeta. Un problema que planteó la acumulación de tan notable volumen de información fue su organización. La clasificación de los seres vivos se realizó, en un primer momento, mediante amplias descripciones de la morfología y procedencia de los distintos individuos encontrados. Este tipo de descripciones no constituían una verdadera ayuda para conseguir clasificaciones que fueran suficientemente unívocas.
El sistema ideado y desarrollado por Linneo (1707-1778) supuso una importante mejora en la organización de la información disponible. Consistió en proponer una serie de reglas para asignar a todos los seres vivos conocidos una etiqueta de género y especie. Esta clasificación, cuya primera edición fue publicada en 1735, se llamó Sistema Naturae. Lógicamente, en ese momento, eran las propiedades morfológicas de los distintos seres vivos las que permitían asignar género y especie a un individuo concreto. Aunque no está exento de arbitrariedades, el trabajo realizado por Linneo simplificó enormemente la tarea de clasificar animales y plantas. En líneas generales, la estructura arborescente que desarrolló sigue vigente en nuestros días, a pesar de los cambios experimentados por la biología desde entonces.
Para Linneo las especies identificadas constituían grupos de seres bien diferenciados y sin ninguna relación de procedencia. El criterio de parentesco, como hemos indicado, era meramente morfológico. Esta perspectiva llamada fijista consideraba que cada una de las especies estaba creada tal y como era, y sus individuos no experimentaban cambios a lo largo del tiempo.
No obstante, la acumulación de datos proporcionados por los naturalistas, y los avances experimentados en su organización, propiciaron la adopción de otros enfoques bien diferentes al fijista. Pronto se fue abriendo paso la idea de que unas especies provenían de otras y que, por tanto, había que conseguir una clasificación que reflejara las afinidades entre los distintos seres vivos desde otras perspectivas: había que conseguir lo que se llamó una clasificación natural.
Buffon (1707-1788) puso ya en entredicho el fijismo linneano pero, propiamente, el primero en proponer una hipótesis sobre el modo en que unas especies podían provenir de otras fue el francés Jean Baptiste de Monet, caballero de Lamarck, conocido sencillamente como Lamarck (1744-1829). En su Filosofía zoológica, escrita en 1809, expuso una descripción sistemática de la evolución de los seres vivos.
Para Lamarck, las especies provienen unas de otras, de las más simples a las más complejas. Los órganos de cada especie se desarrollarían como consecuencia de la reacción y adaptación al ambiente. Los cambios por tanto serían paulatinos y se producirían a lo largo de grandes periodos de tiempo. Lamarck pensaba que el fijismo era absurdo porque los animales no hubieran podido sobrevivir, sin evolucionar, a las cambiantes condiciones climáticas que en algunos períodos de tiempo fueron muy agresivas.
La originalidad de la propuesta de Lamarck consiste en defender que los cambios se producen por medio de la adaptación al ambiente. Ciertos órganos se refuerzan con el uso que el animal hace de ellos condicionado por el ambiente y, por otra parte, otros órganos se atrofian y acaban eliminándose por el desuso. Lamarck consideraba que dichas modificaciones en los diversos órganos son trasmitidas por herencia a los descendientes. Esto último es lo que se ha llamado “herencia de los caracteres adquiridos”. En realidad la idea que Lamarck estaba defendiendo era una versión de “la función crea al órgano”. Una consecuencia importante de la propuesta lamarckiana era que la transformación de los organismos debía ser necesaria, gradual, ascendente y continua. Es decir, de los gusanos, por ejemplo, con el tiempo llegaríamos a tener otra vez hombres.
Se puede decir, por tanto, que fue Lamarck el primero en formular una hipótesis evolucionista en estricto sentido, aunque entonces se reservaba la palabra evolución al desarrollo del embrión, y su propuesta fuera denominada como transformista. A diferencia de la propuesta de Darwin, el sujeto de la evolución Lamarckiana es el individuo: es el individuo el que experimenta la transformación por uso o desuso adaptativo y dicha transformación es la que después se trasmite a su descendencia.
La propuesta de Lamarck, aunque cosechó muchas adhesiones y parecía explicar de una manera natural el aumento de complejidad y la diversidad observada en la naturaleza, también se encontró con la oposición de científicos de la talla de Cuvier (1792-1832), profesor de anatomía comparada, que empleando lo que Brentano llamó más tarde el principio teleológico [Brentano 1979: 244], dio las pautas para deducir unas formas animales a partir de otras del mismo animal. Estas pautas han sido desarrolladas después por la paleontología moderna.
Ciertamente, en los seres vivos, en particular en los animales superiores, se pueden observar ligeras modificaciones de algunos órganos como consecuencia de su uso y, sobre todo, es más fácil de constatar la atrofia de aquellos órganos que no se usan. Esto no permite afirmar que la función crea el órgano, más bien se podría decir que la funcionalidad del órgano puede verse reforzada por su uso. Lo que la ciencia ha rechazado contundentemente hasta el momento es la herencia de caracteres adquiridos. No se ha encontrado ni la evidencia experimental ni ningún mecanismo por el que los individuos puedan transmitir las supuestas mejoras adquiridas en el curso de su vida. Los principios que rigen la transformación de los caracteres individuales, que son hoy comúnmente aceptados por la ciencia, los establecieron por vez primera Darwin y Wallace. Por otra parte, los principios que rigen la trasmisión o herencia de dichos caracteres fueron establecidos en primer lugar por Mendel.
La teoría de la evolución de Darwin/Wallace.
Como es bien conocido, Charles R. Darwin (1809-1882) participó como naturalista en la expedición del Beagle por América del sur y el Pacífico en el año 1831. El viaje que comenzó cuando él tenía sólo 22 años terminó cinco años más tarde. Durante ese período Darwin tuvo tiempo para realizar muchas observaciones, compilar información y reflexionar sobre los datos que iba recopilando y sobre algunos textos como el que lleva el nombre de Principios de Geología de Charles Lyell, donde encontró buenas síntesis de argumentos evolucionistas como los defendidos por Lamarck. Todo esto le fue llevando a abrazar una perspectiva transformista de la naturaleza. En los años sucesivos a su viaje Darwin fue elaborando sus propias ideas y recogiendo nuevos datos con los que realizar un trabajo en el que quería exponer, de una manera ordenada, su visión de la naturaleza. Quizá uno de los textos que más influjo ejerció en la elaboración de sus tesis fue el libro de Thomas R. Malthus (1766-1834) publicado por primera vez en 1798: An Essay on the Principle of Population. En este libro Malthus defendía la tesis de que era necesaria la lucha por la supervivencia como consecuencia de que la población tiende a crecer siguiendo una progresión geométrica mientras que los alimentos lo hacen siguiendo una progresión aritmética.
En el año 1858 Darwin recibió un paquete por correo enviado desde una alejada isla del archipiélago Malayo, la actual Indonesia. El paquete contenía un texto que resumía los resultados de la investigación llevada a cabo por Alfred Russel Wallace (1823-1913). El escrito contenía una extraordinaria exposición de “la teoría de la evolución por selección natural”. Su claridad expositiva hace que todavía hoy ese texto conserve gran valor pedagógico. Darwin llevaba dos décadas elaborando una teoría equivalente a la de ese escrito y estuvo a punto de abandonar su proyecto al leer el trabajo. Fue precisamente Charles Lyell y el botánico Joseph Dalton Hooker quienes intervinieron en favor de los intereses de su amigo Darwin. El escrito de Wallace fue publicado en los “Proceedings” de la prestigiosa Sociedad Linneana, precedido de otra contribución de Darwin que contenía algunos fragmentos de un ensayo de 1844 no publicado y una carta escrita al botánico Asa Gray. Los escritos fueron publicados en agosto de 1858 salvando así el derecho de Darwin a reclamar la originalidad del trabajo que llevaba preparando durante tanto tiempo y que todavía no había visto la luz. Fue en el año siguiente, 1859, cuando Darwin publicó los resultados del trabajo que había realizado durante los años precedentes en un libro titulado “On the Origin of Species by Means of Natural Selection”. El éxito de este libro permite afirmar que fue en este momento cuando nació la “teoría de la evolución por medio de la selección natural”.
La estructura de la teoría de la evolución por selección natural [Lewontin 1970; Sarkar 2007] tal como Darwin y Wallace la expusieron en sus escritos se apoya en tres puntos básicos:
1) Los descendientes heredan los caracteres de los progenitores de generación en generación. Darwin, sin embargo, no conocía las leyes de la herencia sobre las que se estaba trabajando precisamente en los años en los que dio a conocer su teoría. Las leyes de la herencia que hoy son aceptadas científicamente y que fueron descubiertas por Mendel no se conocieron hasta el comienzo del siglo XX. Las explicaciones propuestas
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