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Cronickas de un amor trascendental


Enviado por   •  7 de Agosto de 2018  •  Tesis  •  6.528 Palabras (27 Páginas)  •  157 Visitas

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         Cronickas de un amor trascendental

Índice

  1. Rosas rojas sobre tu cama
  2. El ángel de la montaña
  3. Zindagy de nuevo a la vida
  4. Otoño de lagrimas
  5. Cielo ardiente, infierno de hielo
  6. Amor brujo
  7. Beso mortal.
  8. Corazón de virgo

ROSAS ROJAS SOBRE TU CAMA

Era una noche fría, la lluvia prolongada había dejado a su paso el frio y la neblina en la gran ciudad de Nueva York. Elizabeth Donatelly caminaba sin rumbo por el puente que la conduciría hacia el gran panteón de los ilustres, perdida en sus pensamientos tristes y vacios, detiene sus pasos lentos y observa como los autos transcurrían sin retorno bajo ella, pasando por desapercibida ante la mirada atónica por la oscura y a la vez blanca neblina, las lagrimas recorrían sus mejías pálidas, hasta borrar por completo el rubor rosa de su maquillaje, al parecer la neblina había cubierto todo su corazón de tristeza oscura, tanto que para ella era como imposible visualizar su esperanza futura. Deseaba morir aquella noche gris, deseaba desaparecer y esparcirse como la niebla y que nadie pudiera más contemplar aquella sonrisa que ya había perdido. Sus ojos humedecidos por las lágrimas y aun por la caída de aquellas gotas celestiales que abrazaban su cuerpo aun cálido bajo su oscura gabardina de pieles siberianas, de pronto, una presencia fría invadió todo aquel puente, “seguramente ha de ser la muerte” pensaba mientras adelantaba sus pasos, subiendo aquellos barrotes de acero, ya decidida a terminar con aquella profunda desolación que la mataba lentamente cada noche; la brisa soplaba mas fuerte contra su destino, anunciando otra tormenta de desolaciones, y miedo. ¿Miedo a que? Miedo a la soledad que ya no podía controlar, miedo a nunca olvidar aquel gran amor que llevo consigo sus ilusiones. A punto estaba con sus ojos cerrados y derramando quizás sus últimas lagrimas, decidida a lanzarse al vacío, cuando siente un toque abrazando su hombro, y escucha una voz tierna y triste.

GABRIEL:

Detén tus pasos! No lo hagas por favor.

ELIZABETH:

Déjame, quiero terminar con esto ya. Siento que muero por dentro y no resisto mas seguir.

GABRIEL:

No lo permitiré que te hagas daño. Toma mi mano sí. Mírame si!!

ELIZABETH:

Aléjate de mí. Estas interrumpiendo mi deseo oscuro que tengo y que me está matando lentamente.

--Elizabeth no desistía de la idea de lanzarse al vacío, pero aquella mano que tocaba aun su hombro por detrás, la habían detenido. Ella de pronto voltea a verlo a la cara, sintiendo como la curiosidad había terminado con su insistencia de muerte, pero sin poder visualizar bien aquel rostro debido a la patente niebla que cubría una linda sonrisa de aquel caballero vestido aun con su traje toxido negro, como esperando por su cita especial, o por su amada a la entrada de una iglesia; el cariñosamente toma su mano, sintiendo como el deseo de abrazarla palpitaba aun dentro de su corazón que ya no latía. Pero que pudo mas aquel sentimiento de amor extraño por ella, que de pronto se descubre estar entre sus brazos. Elizabeth no se rehusaba a sentir aquel cálido abraso, arrecostada su cabeza sobre su pecho, hacia misteriosamente volver hacer latir su corazón. ¿Pero de quien?...

GABRIEL:

Ven conmigo por favor. Sé que te sientes vacía, igual que yo. Créeme  Ambos estamos desolados por dentro.

ELIZABETH:

¿Quién eres tú? y porque tu insistencia de detenerme. Si solo eres un extraño.

GABRIEL:

Eso no importa ya. Pero tu si me importas mucho y quiero que sepas que siempre has estado en mis pensamientos. Y me duele verte así. Ven conmigo por favor, si me acompañas, te prometo borrar esa tristeza que llevas por dentro, y llevarme tus lagrimas para que nunca más vuelvas a llorar,

ELIZABETH:

Si, llévame lejos de aquí por favor.

---Elizabeth, sin saber qué rumbo la llevaría ese chico, toma su mano, y juntos empiezan a caminar por aquel puente, dejando la neblina atrás, sin embargo ella aun no podía visualizar bien su silueta, pues la neblina poco a poco había ido desvaneciéndose.

ELIZABETH:

¿Hacia dónde vamos?

GABRIEL:

Te llevare a un lugar donde te sentirás segura, te pido que confíes en mi.

ELIZABETH:

Cree que si confío. Es que no siento que tenga opción. Pero al menos podrías decirme tu nombre, sí.

Elizabeth toma su mano sin pensar más, alejándose ambos de aquel puente de acero, que por poco iba a ser su tumba de sombras.

Mientras caminaban juntos, la neblina se iba desvaneciendo alrededor de ellos, varios minutos después llegan a un panteón llamado los ilustres, justo donde la chica había permanecido minutos antes de llegar al puente de la desilusión. Curiosamente aquel caballero de negro, la conducía precisamente hacia la tumba de un hombre, por quien ella había estado llorando largo tiempo ese mismo día.

De pronto aquel hermoso y extraño caballero de negro, suavemente corta una rosa roja que adornaban aquella fría tumba, y la coloca en el largo y lacio cabello rubio de Elizabeth, mientras sus manos empezaban a acariciar su rostro, aun lleno de lagrimas silenciosas. Le pide, acercándose mas a ella, tener esa noche de amor juntos.

GABRIEL:

Déjame llevar tus lágrimas conmigo,

ELIZABETH:

¿Por qué haces esto?

GABRIEL:

Porque te amo. Porque jamás deje de amarte, y porque tú me haces vivir en tus pensamientos. Cada vez que piensas en mi, tu luz me atrae hacia ti. Y no puedo resistir más tu llanto. Me llamas con el corazón con llama ardiente, y enciendes mis cenizas con tu fuego ardiente. Quiero amarte hasta el final de mis días, dijiste la última vez que estuviste aquí. Si, hoy. Pero querías que este fuera tu último día, tu última noche. Pues bien, déjame ahora amarte esta última noche.

ELIZABETH:

¡Cómo es posible??! ¿Cómo puedes pedirme eso, a mí? Ni siquiera te conozco.

GABRIEL:

Puedo ver a tus ojos, y sé que deseas lo mismo que yo. Siente mi corazón como le has devuelto la vida, al menos por esta noche. Mi cuerpo dejo la frialdad tan solo al sentir tu abraso cálido junto a mí. Si sintieras mis labios besando los tuyos, te aseguro que tu tristeza se iría.

Elizabeth, en ese momento no pudo pensar que palabras decir, mientras abrasaba tiernamente a aquel caballero, que por una parte le parecía un extraño, pero que al mismo tiempo deseaba amar con tanta intensidad esa noche. Ella por supuesto no sabía quién era él, pero el, al parecer si lo sabia quien era ella.

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